Juan santos huallpa, mesias y anticristo
Jhuli Molina RInforme17 de Octubre de 2018
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CAPÍTULO IV
JUAN SANTOS ATAHUALLPA, MESÍAS Y ANTICRISTO
En mayo de 1742 llego a Quisopango un hombre que dijo llamarse Juan Santos Atahuallpa Apu Huayna Capac. Tal vez era indio, tal vez mestizo, y debía andar por los treinta o treinticinco anos. Sus rasgos y su acento eran andinos, pero vestía, como los de la selva, una cushma roja. Llevaba el pelo corto, decía ser un rey y detrás suyo caminaba su ministro, un indio piro llamado Bisabequi, curaca que lo había iniciado en la cultura amazónica, a quien los nativos calcularon unos ciento treinta años de edad. Ambos masticaban hojas de coca y la repartían a los lugareños diciendo que era comida de Dios, por eso la gente pensó que los dos eran chamanes. [pic 1]
Tenía facilidad con las lenguas —español, quechua, latín y otros dialectos—, hace pensar que se trataría de una persona con una elevada cultura. Si a esto se une su presunta relación y preferencia por los jesuitas, es muy probable que haya sido un indio noble, y como tal haya tenido acceso a un tipo de educación especial en el Colegio de San Francisco Borja del Cuzco, donde aprendió además nociones de contabilidad, humanidades, etc. Esta cercanía con los padres jesuitas le permitió, inclusive, viajar a Europa y conocer el norte del África y Angola, de lo cual se vanagloriaba.
En un pueblito habitado por franciscanos, Juan Santos rezaba todos los dias, en latín; enseñaba a los nativos la doctrina cristiana; que leía en un libro, y quienes lo escuchaban eran más cada día. Les hablaba como cura. Llevaba un gran crucifijo de plata en el pecho, y aseguraba no tener nada en contra de los sacerdotes ni en contra de la ley de Jesucristo.[pic 2]
Decía también, que esa tierra no era para los blancos —los wiracochas—, ni para los negros, que colaboraban con los blancos, sino solo para los nativos.
Huyó a la selva central del Perú debido a un presunto asesinato cometido contra un padre jesuita. Se desconocen totalmente las razones de este hecho que recién apareció tres años después del estallido de la rebelión. Algunos dudan de la veracidad de estas informaciones, mucho mas cuando las fuentes jesuitas no lo mencionan.
Santos proclamo que haría traer al obispo del Cuzco para ordenar sacerdotes entre los nativos. Luego decidió que podía ordenarlos el mismo, y que los franciscanos estorbaban su labor, y decidió expulsarlos.
Sus seguidores eran indios campas y amueshas, al principio, pero en poco tiempo habia concentrado en torno de las etnias cashibos, otentotes y maparis,
En sus sermones, afirmaba que era sabio como Salomon, que podía hacer caer las montañas a voluntad y transformar en oro las piedras, que cualquiera que lo persiguiera estaba condenado a morir, y que, pese a sus pobres atavíos, en verdad era rico, pero escondía sus tesoros en la montana
Decía también que era descendiente directo de la familia real del Tawantinsuyo, que su pariente el inca
Hacia 1743 y 1744, se hacía llamar Melchor Gaspar Baltazar, como los reyes santos, a quienes los andinos aculturados representaban en sus pinturas como un rey español, un negro y un indígena.[pic 3]
También pedía que no lo llamaran señor, pues Señor solo había uno, que era Dios, y mandaba que lo saludaran con un Ave María, una vez en la mañana y otra en la tarde.
Prohibía comer carne de cerdo, porque los cerdos eran ≪animales nocivos para la salud≫ que los curas traían a los pueblos de la zona para aniquilar a los indios Rehuía el trato con mujeres
Santos parecía manejar el valor simbólico de cuanto lo rodeaba: vestía como inca,
Dos negros que lo seguían, Francisco y El Congo, al ser capturados por los españoles, testificaron que Juan Santos Atahuallpa se había reclamado inca, y que decía venir a cobrar el reino que Pizarro le había arrebatado a sus padres, porque a los españoles ≪se les acabo su tiempo≫. Luego se hizo pagar mitas, como el inca, y mando a sus seguidores que lo adoraran y le besaran los pies
En el trayecto de reformador religioso a rebelde, Juan Santos se fue transformando de gobernante en dios.
En esos días, antes de decretar la expulsión de los franciscanos, Santos despacho mensajeros para pactar una cita con los sacerdotes que quisieran hablar con él.
Solo uno acepto, un franciscano de la misión de San Tadeo, converso con él para buscar pruebas de su fe. Santos le rezo en español y latín, lo convenció de su ilustración catequista, y le informo que había venido a organizar su reino con la cooperación de sus indios y de algunos negros que había comprado;
Advirtio que el virrey no debia intervenir porque Santos le retorceria el cuello como a un pollo, y que lo mejor que podía hacer era huir, antes de que llegara por el mar.
Su discurso marcadamente religioso, así como su facilidad con las lenguas —español, quechua, latín y otros dialectos—, hace pensar que se trataría de una persona con una elevada cultura. Si a esto se une su presunta relación y preferencia por los jesuitas, es muy probable que haya sido un indio noble, y como tal haya tenido acceso a un tipo de educación especial en el Colegio de San Francisco Borja del Cuzco, donde aprendió además nociones de contabilidad, humanidades, etc. Esta cercanía con los padres jesuitas le permitió, inclusive, viajar a Europa y conocer el norte del África y Angola, de lo cual se vanagloriaba.
Fue por mayo del año 1742, momento en el que la estación de lluvias estaba terminando y los pajonales enseñaban su verdor mas intenso, cuando este hombre serrano de unos treinta años, de pelo corto y vistiendo una túnica de colores (cushma), llegó al río Shimaqui en el Gran Pajonal y empezó a dirigir sus acciones contra la misión franciscana de Quisopango, en el corazón de la selva central peruana. Así empezaba la rebelión.[pic 4]
La selva central peruana, epicentro del movimiento, era una región de frontera. Allí se encontraban sistemas económicos y culturales diferentes, con haciendas azucareras y de otro tipo, chacras, aserraderos y parcelas sembradas de cocales. Además, era un espacio propicio para albergar a desarraigados y fugitivos de distinto origen étnico. Este no fue sólo un movim iento de nativos, sino que se sumaron luego habitantes de la sierra y de la zona fronteriza de la ceja de selva (piedemonte), la mayor parte de ellos escapados de otros lugares.
Esta zona estaba habitada, principalmente, por población indígena, mayormente de lengua arahuaca y de costumbres diferentes a los indios de la sierra. Algunos de ellos ya vivían en pueblos misioneros organizados por los frailes franciscanos. No obstante, ésta no era la situación de la mayoría de los indios, quienes vivían dispersos en los bosques y las riberas y obtenían su alimento de la caza, recolección y pesca o practicando una agricultura itinerante. Se calcula que, en el momento del estallido de la rebelión, los franciscanos tenían bajo su control treinta y dos pueblos de misiones con un promedio de trescientos habitantes cada uno, distribuidos en las intendencias de Tarma y Jauja. Todo hacía una población aproximada de nueve mil personas.
Las causas de la rebelión son complejas. Intervienen no sólo motivos políticos y económicos, sino también factores de índole religiosa y cultural. Además, no era la primera vez que los indios selváticos, denominados de forma despectiva "chunchos" o "salvajes", se rebelaban. Su espíritu indómito y su relación especial con la naturaleza les hacían percibir la vida sedentaria como penosa e insoportable porque les coartaba su libertad. Antes de Juan Santos se habían revelado los indios amuesha y ashaninkas en alianza con los Piros en 1724 y 1737.
Otro factor que hay que considerar fueron los trabajos excesivos encargados a los indios ashaninka (campas) y amuesha, consistentes en la apertura de caminos, puentes y tambos (almacenes).
El régimen misionero mismo tuvo un fuerte impacto sobre los indios. En esa época, evangelizar implicaba reducir a los indios en pueblos, sedentarizarlos, lo cual era expresado por los misioneros en términos de sacarlos de su estado de salvajismo y "civilizarlos", es decir, que aprendieran a vivir en centros urbanos. Un costo no previsto de la sedentarización fue el incremento notable de enfermedades y epidemias en estos pueblos misioneros, que hicieron que en muchas ocasiones algunos indios asociaran la misión con la muerte. Algunos misioneros llegaron a precisar un promedio de 1.250 muertos por año para el periodo de 1730 a 1742, lo cual resulta bastante exagerado.
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