LA IMPORTANCIA DEL DEBER EN LA VIDA MORAL, CONCEPTO TEOLÓGICO, MORAL AUTÓNOMO Y LA SANCIÓN
ferther9 de Julio de 2012
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LA IMPORTANCIA DEL DEBER EN LA VIDA MORAL, CONCEPTO TEOLÓGICO, MORAL AUTÓNOMO Y LA SANCIÓN
RESUMEN:
Emanuel Kant cree que nos imponemos la obligación nosotros mismos. Nada, dice, es sencillamente bueno, excepto la buena voluntad. La buena voluntad es aquella a partir de motivos del deber. El deber es la necesidad de actúa por respeto de la ley. La ley moral ordena con imperativo categórico. Hay que actuar de tal modo, que la máxima a partir de la cual se actúa pueda convertirse por nuestra voluntad en la ley universal. La base del imperativo categórico es la personalidad humana. A la persona nunca se debe utilizar como medio, sino ha de considerarse siempre como fin. La voluntad es un fin en si mismo, que impone de modo autónomo la voluntad moral sobre si misma.
A kant se le reprocha destacar con exceso la idea del deber, que formula incorrectamente el imperativo moral y convierte la voluntad humana en suprema, vaciando al mismo tiempo la obligación de todo significado.
La obligación humana es inherente a la misma idea del bien moral absoluto y debería concebirse como anterior lógicamente a cualquier autoridad ordenante, que presupone la obligación de obedecer la orden. Sin embargo, si un legislador, es incompleta, porque no hay nadie que estemos obligados al deber.
La obligación moral no pude provenir de uno mismo, porque todo legislador puede revocar sus propias leyes, ni de nuestros semejantes, porque en cuanto personas todos los hombres son iguales y ninguno tiene jurisdicción natural sobre otro. esta decisión nos la manifiesta a nosotros a través de la ley moral .
INTRODUCCION:
El propósito de este tema es se encuentra en una sola voluntad, y que la buena voluntad es la que actúa por su propia inclinación natural, sino por deber. Únicamente los actos realizados por deber tienen valor moral también decimos que un acto no es bueno por el fin a que conduce, si no únicamente por e motivo de deber. El valor moral de una acción no reside en el efecto que se espera del mismo ni en principio alguno de acción que deba tomar su motivo del efecto esperado. Porque todos estos efectos podrían ser producidos por otras causas y no requerirían la voluntad de un ser racional, en tanto que el bien supremo es incondicional, y solo puede encontrarse en semejante voluntad. Por consiguiente el bien sobresaliente no puede consistir cabalmente en la concepción de la ley misma (que solo puede estar presente en un ser racional), en la medida en que esta concepción, y no el efecto esperado, es el motivo determinante de la voluntad. Este bien eminente que llamamos moral, esta ya presente en la persona que actúa de acuerdo con este concepto, y no necesitamos haber de esperarlo en el resultado.
¿Y cuál es esta ley, cuyo respeto ha de ser el motivo de un acto para hacerlo moral? Ha de ser el puro concepto de la ley como tal. Si cualquier acto que realice ha de ser moral, debo preguntarme: ¿Puedo convertir acaso la máxima o el principio en el que este acto se funda en ley universal que obligue a todos?
CONCEPTO TEOLÓGICO DEL DEBER
La de Kant es la expresión más famosa de la pura deontología o teoría del deber por amor del deber. El trató de liberalizar el deber haciéndolo autónomo o auto impuesto, pero tuvo dificultad en explicar por qué el yo habría de imponerlo y por qué habría de obligar. ¿Hay acaso alguna otra forma de tener el deber tan estricto como Kant quería hacerlo, pero sin recurrir, con todo, a un legislador externo?
Un esfuerzo en dicha dirección es el había sido realizado por los discípulos medievales de Aristóteles. No por éste mismo ni por alguno de los antiguos griegos, cuyo sentido del deber estaba ilimitado a los medios y los imperativos hipotéticos, ya que para ellos el fin mismo era la felicidad, y la vida moral resultaba del amor de la sabiduría; les hubiera parecido raro llamar deber a la búsqueda de la felicidad, puesto que ésta es tan evidentemente deseable por ella misma. Los autores medievales, en cambio, quieren algo más que un imperativo hipotético y lo encontraron en Dios, gobernador supremo del universo y legislador de la ley moral. Pero pocos de ellos deseaban concebir a Dios com un dictador arbitrario, y así, pues, buscaron alguna razón en cuya virtud la ley moral debiera ser obedecida aun si no estuviera impuesta por Dios. Hasta cierto punto estuvieron en condiciones de derivar obligación moral del carácter teleológico o finalista del universo, que penetra toda la perspectiva aristotélica.
Santo Tomás observa que proviene necesidad de las causas de una cosa. La necesidad física externa de compulsión proviene de la causa eficiente. La necesidad física interna de la determinación por la naturaleza de una ser proviene de las causas material y formal que constituyen la naturaleza. La necesidad moral, que obliga la voluntad libre sin destruir la voluntad, ha de provenir de la causa final, porque únicamente un fin, o bien, conocido por el intelecto puede mover la voluntad. Pero es el caso que no podemos querer un fin y dejar al propio tiempo de querer los medios necesarios para el mismo, ya que, en otro caso, tendríamos simplemente un deseo ineficaz, pero no una decisión de la voluntad. Se dan cuatro posibilidades:
1. Ni el fin ni los medios son necesarios.
2. El fin es necesario pero los medios no.
3. Los medios son necesarios pero el fin no.
4. Tanto el fin como los medios son necesarios.
1. Por supuesto, no hay cuando tanto el fin como los medios son operativos.
2. Si hay varios medios alternativos para el mismo fin, no hay necesidad alguna de querer más bien estos fines que aquellos. Inclusive si el fin es absolutamente necesario, cabe utilizar otros medios, y el fin puede conseguirse de todos modos.
3. Si el fin no es absolutamente necesario, no hay necesidad alguna de utilizar los medios, aunque sean los únicos medios posibles. Este es siempre el caso cuando el fin no es un fin último absoluto, porque todo fin intermedio es también un medio para un fin ulterior, y no es necesario, a menos que este fin ulterior lo sea.
4. El fin es de los q han de obtenerse absolutamente, a cualquier precio, y no hay más que un medio, que no admite substitución posible, para conseguirlo. Los medios son necesarios si los medios son únicos y si e fin es necesario. Cumpliendo ambas condiciones, pasamos, más allá de la necesidad hipotética, a la necesidad categórica, y llegamos al absoluto deber ser de la obligación moral.
Aplicando este análisis a la vida moral del hombre, encontramos que ambos requisitos se han cumplido:
1. Un fin necesario que hay que conseguir absolutamente.
2. Un solo medio necesario, que no admite substitución posible.
1. El hombre tiene un fin absolutamente último, cuya consecución es absolutamente necesaria para el hombre. La voluntad humana no es libre de buscar o no buscar el fin último, sino que ha de buscarlo por su naturaleza misma. Es el único propósito para el cual el hombre existe, la única razón de que tenga siquiera el ser. El intelecto percibe este designio impreso en la naturaleza misma del hombre como el orden objetivo inherente al universo y exigido por el hecho de ser el hombre la clase de ser que es.
2. El hombre no tiene mas que un medio de realizar su naturaleza y de conseguir su fin último, esto es, los actos humanos moralmente buenos, y perder su fin último, esto es, los actos humanos moralmente malos. La naturaleza del hombre, en cuanto ser libre que ha de merecer su valor moral propio o incurrir en su culpa moral propia, hace toda substitución de los medios imposible.
¿Puede, pues, provenir la obligación moral autentica simplemente de la conexión necesaria de los medios necesarios con un fin necesario independientemente de otra autoridad ordenadora? En cierto sentido, sí.
Es porque el orden del conocimiento no corre siempre parejas con el orden del ser, puesto que en el orden del ser la causa viene antes que el efecto, en tanto que el orden del conocimiento el efecto es percibido a menudo primero y luego se busca la causa, que podemos tener una noción de la obligación moral suficientemente operante y reconocer su fuerza coactiva, sin llegar a un legislador personal. En nuestra forma de conocernos elevamos, partiendo de un conocimiento connatural, de los valores reales que percibimos a la formación de ideales más puros y mas altos de valor, hasta llegamos al ideal del bien como tal, esto es, a la noción abstracta de perfección absoluta, que ha de constituir el bien supremo y el ideal moral.
¿Esta acaso semejante ideal verificado en realidad alguna existente? Hasta aquí el deísta y el no deísta pueden estar de acuerdo, pero a partir de aquí se separan. El ateo ha de dejar el ideal moral en esta condición abstracta, ya que no puede encontrar realidad concreta alguna con que identificarlo. Aunque el ideal no pueda alcanzarse nunca, subsiste, con todo, como una visión inspiradora de lo que debiera ser, y engendra así la obligación moral de acercarse tanto como el tiempo y el esfuerzo lo permitan. La experiencia muestra el semejante ideal abstracto es capaz de motivar una vida noble eh inclusive heroica. El deísta está de acuerdo con todo esto, pero cree que puede llegarse todavía un paso más adelante. En efecto, identifica el ideal con un ser concreto realmente existente, un Dios personal, que es bondad absoluta en sí mismo y la fuente de bondad que hay en nosotros. En esta forma,
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