ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

DEBERES MORALES DEL HOMBRE


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2012  •  Trabajos  •  1.881 Palabras (8 Páginas)  •  738 Visitas

Página 1 de 8

LA BONDAD

Es un don que nos da Dios para que nuestros corazón no se anidé rencores egoísmo incomprensión asía los demás, malgenio, que no tengamos malos pensamientos que en el no quepa el odio ni el rechazo alas cosas buenas. Que nos ofrece la vida tratar a las personas que amamos con bondad, amor, ternura, dulzura hablarles con el corazón sin mentiras demostrar que son importantes para nosotros. Que el amor que nos en seña dios que él está presente en todos nuestros actos promedio de la bondad así nuestra vida estará llena de armonía con todo lo que nos rodea y nuestro entorno estará lleno de felicidad. Si alguien no está en buena situación y necesita ayuda, el bondadoso no duda en ofrecérsela, y lo hace sin ofender, amorosamente y poniendo un gran interés en ella

EL MANUAL DE CARREÑO

PRIMER CAPÍTULO

DEBERES MORALES DEL HOMBRE

Su bondad y a su misericordia. orden inalterable con que atraviesa los tiempos la masa formidable y portentosa del Universo, quién vela incesantemente por nuestra felicidad Dios es el ser que reúne la inmensidad de la grandeza y de la perfección y nosotros aun que criaturas suyas y destinados a gozarle por toda una eternidad, somos unos seres muy humildes e imperfectos; así es que nuestras alabanzas nada pueden añadir a sus soberanos atributos. adoración y amor que el corazón le ofrece en la efusión de sus más sublimes sentimientos, deberes sociales y todas las prescripciones la verdad es cuál ley humana Es también un acto debido a Dios, y propio de un corazón agradecido, el Manifestarle siempre nuestro reconocimiento al levantarnos de la mesa. Si nunca debemos Olvidarnos de dar las gracias a la persona de quien recibimos un servicio por pequeño quesea, con cuánta más razón no deberemos darlas a la Providencia cada vez que nos dio El mayor de los beneficios, cual es el medio de conservar la vida de Dios sobre la tierra, tienen la alta misión de mantener el culto divino y de conducir nuestras almas por el camino de la felicidad eterna. Tan elevado carácter nos impone el deber de respetarlos y honrarlos, oyendo siempre con interés y docilidad los consejos con que nos favorecen, cuando en nombre de su divino maestro y en desempeño de su augusto ministerio nos dirige su voz de caridad y de consuelo. Grande es sin duda la falta en que incurrimos al ofender a nuestros prójimos, sean éstos quienes fueren; pero todavía es mucho más grave ante los ojos de Dios la ofensa, pues con ella hacemos injuria a la Divinidad, que le ha investido con atributos en un mundo.

SEGUNDO CAPÍTULO

los cuidados tutelares de un padre y una madre son de un orden tan elevado y tan sublime, son tan cordiales, que en nada se asemejan a los demás actos de amor y benevolencia que nos ofrece el corazón del hombre y sólo podemos verlos como una emanación .Cuando pensamos en el amor de una madre, en vano buscamos las palabras con que pudiera pintarse dignamente este afecto incomprensible Cuánto cuidado en sus alimentos, cuánta solicitud y esmero en todos los actos de su existencia física y moral, por fundar desde entonces a su querida prole una salud robusta sana, una vida sin dolores El padre cuida de su esposa con más ternura que nunca, vive preocupado de los peligros que la rodean, la acompaña en sus privaciones, la consuela en sus sufrimientos, y se entrega con ella a velar por el dulce fruto de su amor. Y en medio de la inquietud, y de las gratas ilusiones que presenta este cuadro de temor y de esperanza, es más que nunca digno de notarse cuán ajenos son de un padre y de una madre. Cuán inagotable no debe ser su paciencia para cuidar de nosotros y procurar nuestro bien, en la lucha abierta siempre con la absoluta ignorancia y la voluntad caprichosa y turbulenta de los primeros años Cuánta consagración, en fin, y cuánto amor para haber reconducirnos por entre tantos riesgos y dificultades, hasta la edad en que principia a ayudarnos nuestra inteligencia nuestro corazón de virtudes, y nuestro entendimiento de ideas útiles a nosotros mismos y a nuestros semejantes, ellos no omiten esfuerzo alguno para proporcionarnos la enseñanza. Por muy escasa que sea su fortuna, aun cuando se vean condenados a un recio trabajo personal para ganar el sustento, ellos siempre hacen los gastos indispensables para presentarnos en los establecimientos de educación, proveemos de libros y pagar nuestros maestros. Y cuántas veces vemos a estos mismos padres someterse gustosos a toda especie de privaciones, para impedir que se interrumpa el curso de nuestros estudios Si, pues, son tantos y de tan elevada esfera los beneficios que recibimos de Nuestros padres, si su misión es tan sublime y su amor tan grande, cuál será la extensión de nuestros deberes para con ellos. Desgraciado de aquel que al llegar al desarrollo de su razón, no la haya medido ya con la noble y segura escala de la gratitud Porque a la verdad, el que no ha podido comprender para entonces todo lo que debe a sus padres, tampoco habrá comprendido lo que debe a Dios y para las almas ruines y desagradecidas no hay

Felicidad posible ni en esta vida ni en la otra. Cuando él amoroso padre va a dar a la hija de su corazón un compañero de su suerte, sus inquietudes se calman y su ánimo se conforta es un buen hijo.

TERCER CAPÍTULO

Cómo podríamos concebir la grandeza de Dios sin detenernos con una miradanteligente a contemplar la magnificencia de sus

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (10.9 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com