LAS CIUDADES Y LA MEMORIA
x.pia.xResumen30 de Noviembre de 2022
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LAS CIUDADES Y LA MEMORIA
Las ciudades y la memoria 1 : en Diomira se parte caminando por donde sale el sol en el equinoccio, es una ciudad con sesenta cúpulas de plata, estatuas en bronce de todos los dioses, calles pavimentadas de un metal de color blanco plateado, un teatro de cristal, un gallo de oro, que canta todas las mañanas sobre una torre, pero esto el viajero ya lo ha visto en otras ciudades, pero es propio de esta ciudad que envidie a los que creen haber vivido ya una noche inigualable y haber sido aquella vez felices.
Las ciudades y la memoria 2: ciudad llamada Isidro donde se cabalga por tierras sin cultivo, el hombre desea con mucha fuerza encontrar una ciudad; sus palacios tienen escaleras de caracol incrustadas de caracolas marinas y se fabrican instrumentos, el que ha venido de otro lugar está indeciso en la cantidad de mujeres que tiene para escoger, aquí se generan peleas muy sangrientas entre apostadores y en estas cosas piensa el hombre cuando deseaba una ciudad. Isidro es la ciudad de sus sueños ya que lo mantiene joven y él al ser de edad avanzada solo le queda sentarse a mirar la juventud, sus deseos son ya recuerdos.
Las ciudades y la memoria 5: Ciudad llamada Maurilia donde se invita a visitar la ciudad con viejas postales de cómo era antes, el viajero elogia la ciudad de las postales pero prefiere la del presente, aunque se cuida de la preocupación ante los cambios, reconoce el lujo de que esta sea una metrópoli, la Maurilia provinciana, no le resulta graciosa, y mucho menos si hubiese permanecido igual, ya que la metrópoli es más atractiva y gracias a lo que es en la actualidad se puede recordar con nostalgia de lo que fue.
A veces ciudades diferentes acontecen sobre la misma tierra y con un mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí; e incluso hasta los nombres de los habitantes coinciden, el acento de sus voces y incluso sus facciones, pero los dioses que habitaron bajo esos nombres se fueron sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros. Es inútil compararlas dado que no existe entre ellos ninguna relación, así como las viejas postales no representan Maurilia como era, sino a otra ciudad que por casualidad se llamaba Maurilia como está.
LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS
Las ciudades y los signos 1: El hombre camina días enteros por la naturaleza y rara vez se tiene en algo, al contrario cuando reconoce una cosa corresponde al signo de otra como la huella de un tigre en la arena, todo lo que no reconoce como signo es mudo e intercambiable. Su viaje conduce a la ciudad de Tamara, en las calles se adentra en enseñanzas pero el ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas.Otras señales indican lo que está prohibido en un lugar como orinar detrás del quiosco.
La mirada registra las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que visitas Tamara, no haces sino retener los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes. Cómo es realmente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido. afuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el hombre se empeña en reconocer las figuras
Las ciudades y los signos 4: De todas las lenguas ninguno se compara con el de la ciudad de Ipazia ya que no se refieren a las palabras sino a las cosas. Una mañana el viajero trato de descubrir bellas y jóvenes damas bañándose pero se encontró con cangrejos que mordían por lo que se sintió defraudado, en su búsqueda de justicia subió al palacio del sultán y no pudo entrar por lo que fue a la biblioteca a interrogar a los filósofos, subió y bajó por el lugar y se encontró con un adolescente tendido que no quitaba los labios de una pipa de opio, este le señalo donde estaba el filósofo, allí estaba sentado en la hierba. Dijo: —Los signos forman una lengua, pero no la que crees conocer, Comprendió que debía liberarse de las imágenes que le habían anunciado las cosas que buscaba: sólo así lograría entender el lenguaje de la ciudad. En Ipazia para ver las hermosas mujeres se debe entrar a los establos de los caballos pero se derriba a aquel que se acerque, aquel que no busca otro alimento y estímulo que la música debe buscarlo en los cementerios. En Ipazia llegará el día en el que se desea partir y deberá subir al pináculo más alto de la fortaleza y esperar que una nave pase por allá arriba. ¿Pero pasará alguna vez? No hay lenguaje sin engaño.
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