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LITERATURA


Enviado por   •  13 de Julio de 2014  •  4.175 Palabras (17 Páginas)  •  139 Visitas

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La mayoría de los ensayos reunidos en La Pluma mensajera han sido elaborados en tiempos diversos, teniendo sin embargo siempre presente que su destino final era un libro, en la medida de lo posible homogéneo, en el cual se pusiera de relieve lo que la literatura ha significado y significa, según quien escribe, para Hispanoamérica, mundo en el cual los problemas son numerosos y candentes.

Comparto, naturalmente, la convicción de que la literatura es reflejo e interpretación de la sociedad donde nace y que su función principal no es tanto la de procurar al lector el placer estético de la lectura, que también es fundamental, como la de poner de relieve los problemas que atañen al mundo que le rodea, en una dimensión de universalidad.

En una conferencia de hace muchos años el dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli afirmaba que el escritor tiene una función social y que, auque no debe tener otra pasión que la de crear, debe responder «a todo lo vivo que le rodea», debe «escribir bellamente», por cierto, «reproducir en escala artística [...] la imagen del hombre como es y de los conflictos que le acosan», debe sobre todo sugerirle al «hombre de todos los días», «la idea de un bien posible [...] salido de sí mismo»1. Más personalmente Neruda consideraba fundamental su misión de incansable reconstructor de la esperanza2. De modo que el escritor tiene una doble tarea: la de denunciar y animar, de impedir que cunda el desaliento, la desesperanza.

La creación literaria de Hispanoamérica abunda, por consiguiente, en denuncias, pero también en alentadoras perspectivas de cambio, con frecuencia en fascinantes utopías. El mundo, hay que admitirlo, no presenta panoramas exaltantes y la interpretación de este aspecto dramático ha dado una dimensión de gran hondura a la literatura hispanoamericana, que tiene inmediata resonancia en quienes no consideran al hombre únicamente materia.

No sorprenderá, pues, que los ensayos que aparecen en este libro, a más de afirmar una visión personal de la creación artística, sobre todo del siglo XX, muestren en la sustancia una trayectoria que, si tiene continuamente momentos liberatorios, insiste sobre todo en una visión dramática de la condición humana, y al mismo tiempo profundiza problemas que, lejos de corresponder a lo material, calan en la dimensión más íntima del individuo, profundamente presente en todos los autores estudiados.

Porque en los ensayos que aquí aparecen y que corresponden a la privilegiada función de intérprete de cada escritor, poeta o narrador que sea, los temas -aludidos en los títulos sacados de frases o versos de los autores tratados ahondan en problemáticas que todos entendemos como fundamentales: la muerte, la condición humana, la marginación racial, la mala planta, como la definía Roa Bastos3, de la dictadura, denunciada en la célebre novela de Asturias, el amor, especialmente a través de la experiencia nerudiana, la función del artista, Borges en este caso, en cuanto intérprete nuestro, la visión apocalíptica, en la narrativa de Homero Aridjis, del mundo futuro, mundo del desastre hacia el cual parece que vamos precipitando.

Al fin y al cabo se demuestra en estas páginas, o se entiende demostrar, lo juzgará el lector, como el escritor hispanoamericano ha seguido fiel a su misión durante todo el siglo XX, un siglo no paradisíaco, por cierto, como por otra parte ningún siglo lo ha sido. Sólo el mito ha podido transmitir el fascinante espejismo de una inexistente «Edad del Oro».

ArribaAbajoLa pluma mensajera

Literatura quiere decir pintura, arquitectura, filosofía, historia, sociología, lenguaje, porque la literatura es todas estas cosas al mismo tiempo, las reúne o resume todas: pintura por el uso que hace de este arte de representación y sus cromatismos; arquitectura por sus construcciones internas; filosofía porque literatura es pensamiento, filosofar con directa participación sobre las cosas del mundo y en ellas fundamentalmente sobre el significado del hombre; historia, porque es testimonio de las épocas, surge de ellas y las interpreta; sociología, pues a la sociedad humana pertenece; lenguaje, pues es el medio a través del cual la literatura se expresa. Valga en este último caso un ejemplo, el de Miguel Ángel Asturias, cuando escribe: «¡Cuántos ecos compuestos o descompuestos de nuestro paisaje, de nuestra naturaleza, hay en nuestros vocablos, en nuestras frases!»4

Escribe Diego Sánchez Meca que en la actualidad la filosofía

se interesa y se ocupa de un modo nada periférico de la poesía y del lenguaje poético, del relato de ficción, de la novela, del teatro y del ensayo, pudiendo responder sin ningún rubor a la advertencia según la cual el filósofo, para ser tomado en serio en la época de la ciencia, debería atenerse a un modelo de racionalidad que poco habría de tener que ver con las emociones o el lirismo en que se mueven los poetas5.

También podemos afirmar que, precisamente por todo esto la literatura es fuente primaria de la filosofía. La emoción, el lirismo, no eliminan la reflexión, sino que acentúan su significado, son parte de ella, así que la literatura no es únicamente objeto sobre el cual el filósofo puede reflexionar, sino que es al mismo tiempo, lirismo, belleza y pensamiento.

Son precisamente el lirismo, la emoción, la participación a todo lo que significa humanidad que hacen que la literatura sea tan vigente y represente a todas las demás «Humanidades». Un sistema filosófico es algo determinado, completo, inmodificable, que encuentre o no encuentre la «verdad». La literatura, al contrario, es fuente de pulsiones múltiples, se presta a infinitas interpretaciones, la vivimos continuamente, encontrándonos en ella a nosotros mismos en los momentos más diversos de nuestro ser. Con razón Unamuno, a propósito del Quijote, afirmaba que lo que en la obra maestra de las letras hispánicas le importaba no era tanto lo que había querido decir Cervantes: «Lo vivo es lo que yo allí descubro, pusiéralo o no Cervantes, lo que yo allí pongo y sobrepongo y sotopongo, y lo que ponemos allí todos. Quise allí rastrear nuestra filosofía»6.

Éste es el milagro de la creación literaria, que supera a su mismo creador, en cuanto cada uno de nosotros puede percibir, a más de su mensaje, la infinita gama de significaciones que se esconde dentro de la creación artística, puede profundizar en lo que acaso el autor no haya entendido bien él mismo, podemos sentirnos envueltos en sus mismos problemas, que son los problemas eternos de la humanidad, frente a los cuales el hombre se encuentra constantemente indefenso: su condición en la tierra, los sentimientos ocultos, la libertad, la

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