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La Tendencia

carobarchi17 de Febrero de 2015

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La modernidad que emerge a principios de siglo como un símbolo indestructible del progreso de la sociedad, con el transcurrir del tiempo, su discurso poco a poco se debilita siendo incapaz de asumir de manera gradual las transformaciones que ella misma ha generado dentro de la sociedad. En consecuencia de ello su carácter revolucionario y progresista deja de tener validez en la sociedad de posguerra y es objeto de esta crisis progresiva en todos sus aspectos (culturales, sociológicos, políticos, artísticos, filosóficos etc.) decantando posteriormente en un estado conocido como posmoderno.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en las décadas de los 50 y 60 se han evidenciado cambios profundos en la concepción misma de la arquitectura, muy diferentes a los manejados por el movimiento moderno antes de la segunda guerra mundial. Aunque inicialmente la gran mayoría de arquitectos, en especial los llamados de la “tercera generación” únicamente pretendían generar una continuidad con la modernidad, a mediados de los 60s se comprende, que resulta inútil seguir conservando unos postulados que definitivamente han perdido toda legitimidad.

En este punto de inflexión es que entran en juego no solo las apuestas criticas de Aldo Rossi en Italia, sino que también en Inglaterra, Estados Unidos y otros países, arquitectos como Robert Venturi, James Stirling o Archigram manifiestan alternativas arquitectónicas y urbanísticas, diferentes a las establecidas por el Movimiento Moderno. Aunque en diversas corrientes como los llamados New York Five o los mismos Neorracionalistas europeos, integran algunos conceptos de la modernidad, estas concepciones en el mejor de los casos son transformadas o reinterpretadas bajo un lenguaje diferente. Lo que es indudable en este momento, es que existió un interés generalizado tanto por arquitectos y urbanistas como por el público en general, de romper cualquier nexo con los viejos maestros modernos, ya sea mediante la exacerbación tecnológica o por la vuelta a los componentes tradicionales de la arquitectura.

Pero esta ruptura no se da únicamente a nivel lingüístico y formal como muchas veces se ha pensado, también durante esta época se evidencia un giro sustancial en cuanto a la concepción teórica y conceptual de las disciplinas, sobre todo en el campo urbanístico. Además de las visiones esclarecedoras y nítidas de la ciudad, propuestas por Rossi en su L’Archittetura Della Citta’, durante esta época aparecen también escritos que de un modo u otro transformaron el rumbo y la orientación, que seguiría el urbanismo posmoderno.

Los cambios políticos de la segunda guerra mundial, las inestabilidades económicas, las crisis financieras (secuelas mismas de la guerra europea), la evolución de los sistemas mediáticos, la exacerbación de la cultura de masas, los problemas ecológicos y ambientales etc; dieron paso súbitamente a una inconformidad colectiva en la sociedad de posguerra; protestas como las de mayo del 68 hicieron evidente la crisis profunda que afectaba la sociedad entera.

Al igual que el resto de los estamentos de la sociedad, las artes y la arquitectura entraron también en una crisis progresiva durante la posguerra, la era de la maquina del movimiento moderno, con su funcionalismo anticuado, su lenguaje minimalista y monótono son los focos de las criticas mas acérrimas. Aunque estas criticas al Movimiento Moderno que en un inicio poseían la intención de revaluar y reacondicionar sus postulados, con el tiempo fueron mas radicales y diversas llegando incluso a negar la existencia del movimiento mismo. Las primeras críticas provinieron desde el propio seno del movimiento (la tercera generación) dando pie posteriormente a las más radicales por parte de arquitectos como Venturi o Rossí y en el plano filosófico autores como Adorno o Lyotard, sistemáticamente buscaron con su trabajo derrumbar y sustituir todo el proyecto moderno.

Pero esta dura transición no fue abrupta como se podría pensar, como todos los cambios significativos en la historia la ruptura en ningún momento fue producto de una sola circunstancia. Como dijimos anteriormente la llamada tercera generación, constituyen el punto de inflexión no solo de todo el Movimiento Moderno sino de toda la arquitectura misma, ella surge a mediados de los años 50 con la férrea voluntad de dar continuidad al proyecto moderno, pero con inclusión, de una serie de cambios destacables y de nuevas prioridades para sus obras.

Antes de hablar específicamente de la importancia de la tendenza en el medio europeo de posguerra, es preciso señalar otros elementos del contexto italiano que aceleraron el proceso de “posmodernizacion” y permitieron la evolución de su pensamiento critico y arquitectónico, perfilando lo que seria el “boom” de la arquitectura italiana. Existen varias circunstancias específicas en las que Italia sufrió una serie de transformaciones en todos sus niveles, que de algún modo se convirtieron en agentes catalizadores, acelerando o coartando el proceso evolutivo de la arquitectura y el urbanismo italiano, los procesos de modernización, los cambios políticos y culturales, las coyunturas económicas y el aislamiento del país por el régimen fascista son algunos de estos elementos catalíticos que analizaremos detalladamente.

Durante el periodo de entreguerras se genero en Italia una etapa de transición y de adopción abierta del movimiento moderno, a pesar de las mismas dificultades políticas y económicas del país, el cual todavía en esta instancia del siglo poseía un “retraso” social y cultural con una población ampliamente rural, producto de la devastación dejada por la primera guerra mundial. La arquitectura moderna en Italia no poseía una evolución coherente con respecto a otros países, como Alemania o Estados Unidos, donde estaba ya consolidado el lenguaje moderno, sino que más bien existía todavía en el territorio italiano una tendencia constructiva de carácter popular y anónima, que en un principio dificulto la adopción del particular estilo.

A pesar de todo esto, la adopción de la modernidad fue un paso necesario que tenia que realizar, la arquitectura italiana, y es en este medio donde comienza la labor de toda una generación de arquitectos y críticos modernos que buscan reelaborar la cultura arquitectónica, a través de un ejercicio profesional ambicioso y comprometido.

De este modo el autor hace evidente desde ya la importancia de estas dos corrientes para las posteriores soluciones arquitectónicas y criticas de la arquitectura italiana, que finalizaran de lleno en la constitución de la Tendenza.

Las particularidades políticas y la difícil gestión e inversión del gobierno en proyectos urbanísticos de calidad, dieron paso una especie de responsabilidad civil y moral de parte de los círculos académicos y profesionales de la arquitectura, entre las cuales se encontraban las principales figuras del movimiento Neorrealista comandadas por Bruno Zevi, centrando toda su labor profesional en la búsqueda de soluciones de carácter social. Esta tendencia social además de ser producto de la aplicación de ideologías post-marxistas da cuenta de las profundas necesidades que vivía el país (como la falta de trabajo, escasez de vivienda, falta de industria activa) hecho que contribuyo al aprovechamiento de muchos de estos factores, en beneficio del progreso social del país. Entre estas soluciones practicas, el país comenzó a usar la mano de obra no calificada, y la búsqueda de soluciones viables en el difícil medio italiano; dando paso a una cultura nacional-popular, como parámetro principal de esta reconstrucción posbélica, reforzando a su vez un sentido colectivo de identidad. Ya desde el ámbito del Neorrealismo italiano se genero una crítica fuerte en contra de racionalismo, por la postura indiferente a la realidad socio-cultural del país y la falta de coherencia entre sus propuestas frente a las condiciones especificas del fenómeno social.

Contribuyo ya a mediados de siglo, a un rechazo unánime del racionalismo moderno, decantando en la famosa retirada de Italia del Movimiento Moderno.

Es por ello que el Neorrealismo y el Neoliberty son fenómenos particulares no solo dentro de Italia sino también dentro del ámbito de la arquitectura internacional, dándonos la prueba más exp licita de la individualidad cultural del país frente al proceso moderno. Vale la pena aclarar que esta corriente neorrealista ya poseía un lugar activo dentro la cultura italiana, pero en campos diferentes a la arquitectura (cine, pintura, literatura etc.) debido quizás a una mayor facultad comunicativa que tenían estos medios masivos, convirtiéndose en algunos casos en toda una escuela neorrealista. El otro movimiento que en cierto modo contribuirá de manera directa a las posteriores generaciones de arquitectos italianos (entre ellos Rossí) es el llamado Neoliberty, que al igual que el Neorrealismo tiene cierta derivación directa de la corriente organicista moderna, liderada en ese momento a nivel internacional por finlandés Alvar Aalto. Los turineses A. Disola y R. Gabetti estuvieron frente a este movimiento, que para la posteridad no tuvieron mayor relevancia con sus aportes arquitectónicos, sino que su verdadero valor consistió, sobre todo en esa temprana “conciencia” de revisión histórica que haría tan característica la arquitectura italiana. Sin embargo estas temprana muestra de historicismo, no se puede entender como una verdadera ruptura, tal como lo haría la posterior tendenza de los años sesenta o setenta, sino mas bien es una recuperación histórica mucho mas tímida y elemental, pero que de alguna forma sentaría las bases

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