La Vorágine
Celestepaz29 de Septiembre de 2013
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Índice
I
El enigma: la Mujer real
«Me llamaron Alfonsina,
que quiere decir dispuesta a todo»
Alfonsina Storni viene al mundo en un momento en que la mujer aún no es la "Mujer" con mayúscula y en singular de la que se hablará en las postrimerías del siglo XX. Sin embargo, es y seguirá siendo aún durante un buen tiempo, aquella "figura discursiva construida y movilizada de acuerdo con el deseo masculino, …esa noción metafísica y esencialista [de lo femenino] que ha sido continuamente producida por discursos y prácticas sociales hegemónicas" (Robinson 11).
Alfonsina respirará el aire del cantón Ticino de Suiza,
« … al lado de la piedra junto a la montaña, en una madrugada de primavera, cuando la tierra, después de su largo sueño, se corona nuevamente de flores. Las primeras prendas que al nacer me pusieron las hizo mi madre cantando baladas antiguas, mientras el pan casero expandía en la antigua casa su familiar perfume y mis hermanos jugaban alegremente. Me llamaron Alfonsina, nombre árabe que quiere decir ‘dispuesta a todo’».
Carlos Alberto Andreola argumenta que su nombre deriva del germánico Adelfus, o sea adal, que significa ‘estirpe noble’, y funs que significa ‘listo, preparado’. De ahí que la propia Alfonsina articulara estos significados en la siguiente frase: ‘dispuesta a todo’; y la peripecia de los Storni dará buena cuenta de ello. Este sobrevuelo por la vida de Storni tiene por cometido entender de qué manera operan estos referentes en sus textos, dado que entre vida y producción poética, hay una relación no mediada. Oriana Cosso en Repensar la Modernidad Latinoamericana desde los procesos de subjetivación dirá, hablando del testimonio de Alfonsina Storni: “al mismo tiempo, vale más la pena observar cómo la sujeto se apropia de los cambios modernizadores y los resignifica críticamente, de manera de elaborar una articular experiencia de la modernidad…”
Alfonso Storni, originario de Luggagia, había emigrado a Argentina en 1883 para establecer, junto a tres hermanos, un negocio familiar en la ciudad de San Juan. Pocos años fueron suficientes para establecer un sólido negocio de construcción y más tarde, consolidar la instalación de la primera fábrica de soda de la provincia, que llegará a elaborar hielo y cerveza.
Por vía materna, Pasqualina (Paulina) Martignoni, originaria de Lugano, no solo contaba con el privilegio de haber alcanzado una esmerada educación – además de pintar al óleo, haber recibido clases de música y canto-, tenía un título de maestra, era una buena lectora y manejaba a la perfección el francés y el italiano, acervos culturales nada corrientes en la época. En su estadía en San Juan, llegó a escribir —en francés e italiano— crónicas sociales para periódicos y revistas locales.
Pero Alfonsina llegó al mundo en una época poco feliz para la pareja: largas ausencias paternas, alcohol, depresión, síntomas que hicieron embarcado a los Storni en dirección a Suiza. Allí permanecieron hasta que las finanzas de empresa familiar comenzaron a mostrar signos de alerta.
La infancia de Alfonsina estará marcada por las fiestas infantiles sanjuaninas en las que declama, canta, baila y representa comedias; lee a escondidas y recibe las reprimendas de la maestra, roba libros, toma por confidente literario a su hermano Hildo Alberto, último hijo del matrimonio Storni. Lentamente, la familia cae en la ruina y deben mudarse a Santa Fe, en busca de nuevas oportunidades. Otra vida, otra casa, otra realidad golpean a tal punto que Alfonsina debe abandonar sus estudios y ejercer como maestra en una escuela particular que abre su propia madre. La inestabilidad familiar y económica llevan a la joven a evadir la realidad:
«A los ocho, nueve y diez años miento desaforadamente: crímenes, incendios, robos, que no aparecen jamás en las noticias policiales. Soy una bomba cargada de noticias espeluznantes; vivo corrida por mis propios embustes, alquitranada en ellos; meto a mi familia en líos... Trabo y destrabo; el aire se hace irrespirable; la propia exuberancia de mis mentiras me salva. En la raya de los catorce años abandono».
Paulina se vio obligada a tomar las riendas de la familia: empleada de una fábrica primero y luego emprende la única tarea honrada de la que puede hacerse cargo una mujer en la época: la costura. Los esfuerzos quedan registrados por Alfonsina de la manera más displicente:
A una premiada
Te enrojeció los ojos la costura,
Tuviste a San Antonio en penitencia,
Corva la espalda, firme la paciencia,
El pan escaso en una mala pieza oscura.
(…)
Con cien pesos, discursos, la medalla
Sobre la tierra, tu virtud se halla
Premiada, al fin, por gentes y dinero.
Se vuelva tu virtud pozo sin fondo...
Mas dénme dioses tribunal más hondo,
Que virtud tan barata no la quiero.
Será precisamente este entorno de sacrificio el que dé comienzo a la vocación poética, y le arranque de las entrañas el primer poema que recuerda con estas palabras:
«A los doce años escribo mi primer verso (...) Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan».
La desaparición física del padre, determina una decisión irrefutable: el abandono de la casa paterna. Con catorce años se emplea como aprendiz en una fábrica de gorras y conoce desde adentro la situación de la clase obrera hecho que la movilizará en pos del reclamo de transformaciones laborales y sociales. Por ese entonces también participará junto a su madre em varias representaciones teatrales modestas hasta que en 1908 es seleccionada como actriz por la compañía del actor español José Tallaví. Así, participa en una gira que la lleva durante cinco meses representando obras como Espectros, de Henrik Ibsen; La loca de la casa, de Benito Pérez Galdós; Los muertos, de Florencio Sánchez y El místico, de Santiago Rusiñol.
Obviamente no era lo suyo: «... casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos».
Su espíritu no tenía la madera requerida para las tablas … su quehacer sería otro … quizá el que aprenderá a solventar robando formularios de telegramas para escribir sus poemas, en virtud de que el dinero que gana como celadora en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales apenas le da para sobrevivir; deberá realizar actividades extras para culminar los estudios, entre ellas una poco decorosa que le valdrá una humillación pública: cantar en un tabladillo de Rosario dedicado al género cabaretero.
Esta primera prueba de fortaleza, le servirá para ser consciente de su capacidad de soportar los juicios adversos que llegarán sin aviso previo, especialmente cuando se relacione con Carlos Arguimbau, hombre casado, de apellido conocido en el medio social rosarino y veinticuatro años mayor que ella cuyo fruto será su hijo.
Ambos comparten el interés periodístico así como el gusto especial por la literatura. Alfonsina trabaja ya como maestra y ha editado sus primeros poemas en las revistas locales Mundo rosarino y Monos y monadas. Su vida oscilará entre escritores, políticos, Arguimbau, contactos que luego le abrirán las puertas a la capital bonaerense en la que se refugiará una vez que descubre su embarazo. A partir de aquí, su vida se reduce a la supervivencia: empleos múltiples, colaboraciones en revistas como Fray Mocho o Caras y Caretas; esfuerzo y responsabilidades, otra vez, contactos.
En la amistad con Carolina Muzzilli, dirigente socialista y directora del diario Tribuna femenina, Alfonsina encontrará una forma de canalizar su punto de vista sobre la situación de las mujeres y los niños obreros, así como la concreción de su vocación literaria: en 1916 aparece su primer libro, La inquietud del rosal.
El estimulo intelectual aparece encarnado en los contactos establecidos con reconocidos intelectuales de pensamiento socialista, como Manuel Ugarte y José Ingenieros, y empieza a recitar sus poemas en bibliotecas de barrio, accede a una sección fija en la revista La Nota y más tarde en el periódico La Nación donde comenzará a preparar la garganta …
«Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán» (en «Cositas sueltas»).
Helene Cixus gritará a los cuatro vientos tiempo después:
“ ¿Dónde está ella, la mujer, en todos los espacios que él frecuenta, en todas las escenas que él prepara en el interior de la clausura literaria?
Hay muchas respuestas, se decía,
...