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La malasangre de Griselda Gambaro

ANTONELLA7647Trabajo2 de Noviembre de 2015

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La Malasangre de Griselda Gambaro

ESCENA I

MADRE: Acá esta el vino. (Con una sonrisa fingida) Te lo quise traer yo.

PADRE: Te lo agradezco. (Una pausa. Secamente) ¿Por qué dos copas? ¿Quién bebe conmigo?

MADRE: Pensé...

PADRE: Mejor que no pienses. (La madre deja la bandeja sobre la mesa. El padre vuelve a mirar por la ventana, el rostro ácido y malhumorado) Ninguno me gusta. Ninguno me gusta de todos esos. No hay uno que valga nada. Creen que van a venir acá y que soy ciego y tonto.

MADRE: (se acerca y mira con él): El tercero...

PADRE (fríamente): ¿El tercero, que?

MADRE: Parece agradable.

PADRE (oscuro): Si.

MADRE (pierde seguridad): Va a estar en la casa.

PADRE: Si. ¿Y con eso?

MADRE (tímidamente): Es mejor que sea agradable, ¿no?

PADRE: Si. Y también parece inteligente, (la remeda), ¿no?

MADRE (insegura): No se.

PADRE: ¿Y qué otras condiciones tiene? (Le toca un seno groseramente) Mi mujercita sagaz.

MADRE (se aparta): Benigno, por favor.

PADRE (la rodea con un brazo, la hace mirar por la ventana. Con dulzura): Miremos juntos. Dos ven más que uno. ¿Qué más ves?

MADRE: Tiene aspecto... (Se interrumpe).

PADRE: Si.

MADRE: Es muy atildado.

PADRE: Querrás decir buen mozo.

MADRE: ¡No! Que está bien vestido. Con guantes...rojos.

PADRE: ¡Que vista penetrante! ¿Y qué más ves? Estuve atinado en pedirte que miramos juntos.

MADRE (insegura): Y... y no veo más.

PADRE: Si. Ves más. ¡Te gusta la cara! (la empuja brutalmente) ¡Fuera!

MADRE: ¿Pero, por qué?

PADRE: ¡Sólo mi cara tenés que mirar, puta!

MADRE: Te miro, ¡y no me insultes!

PADRE (como si hubiera oído mal, se toca la oreja. Mira a su alrededor, divertido): ¿Qué? Yo dicto la Ley. Y los halagos. Y los insultos. Dije lo que dije, y lo puedo repetir. (Muy bajo) Puta.

MADRE: Te pedí que no me insultes.

PADRE: ¿Por qué?

MADRE: Por respeto.

PADRE (como siguiéndole el juego, alarmado): ¡Y pueden Oír!

MADRE: Si.

PADRE: No. Lo dije muy bajo. ¡Y lo puedo gritar alto! ¡Nadie oye lo que yo no quiero. Oyen, pero no entienden. ¡Fuera, fuera de aquí!

MADRE (se aleja hacia la puerta, se vuelve. suavemente): Te odio.

PADRE (se dirige hacia ella): ¿Qué?

MADRE: No quise decirlo.

PADRE: ¿Qué? (Le toma el brazo, como si quisiera hacerle una caricia. Pero después de un momento, se lo tuerce) ¿Qué? Yo tampoco entiendo lo que no me gusta oír. (Le tuerce más el brazo) ¿Qué?

MADRE (aguanta el dolor, luego): Te amo.

PADRE (dulcemente): Después de tanto tiempo. Otra vez...

MADRE (guarda silencio un momento, luego, como el padre acentúa la presión): Te... amo.

PADRE (la suelta, la besa en la mejilla. Con naturalidad): Gracias, querida. Ahora  dejame. Hace frío en el patio. Deben estar congelados. No quiero que esperen más. (La madre sale. El padre toca el cordón del timbre. Mira por la ventana se asoma Fermín. Es alto, robusto, se advierte que entre el padre y él una especie de complicidad, de acuerdo tácito en sus respectivos roles)

FERMIN: ¿Señor?

PADRE (mira por la ventana): El tercero que se vaya. Hace frío.

FERMIN: Si, señor.

PADRE: Fermín. Si tarda, podes empujarlo.

FERMIN (como siguiendo el juego): ¿Cómo se que tarda? ¿Debe correr? (El padre se encoge puerilmente de hombros. Fermín, con una sonrisa). Lo haré, señor. (Sale)

PADRE (mira por la ventana): Tomaste frío tontamente. Se va a mirar en el espejo y desconfiará de su cara o de sus uñas roñosas bajo los guantes. (Se vuelve infantil) ¿Qué hice, qué hice? ¿Por qué me echan? Yo estaba ahí en la fila, ¡buenito! ¡Y me compré guantes rojos. (Mira) No con tanta brusquedad, ¡Fermín! ¡Qué bruto es! (Ríe espasmódicamente, se atora. Ácido) Ninguno me sirve de todos esos: El primero demasiado orgulloso, el segundo demasiado alto, el tercero no está, el cuarto... Y ese que sale de la fila, ¿cómo se atreve? Es que "yo" dije que podían saltar como canguros para entrar en calor? (Mira algo que lo sorprende, se vuelve) ¡Oh! ¡Oh, oh, Dios mío! (Ríe espasmódicamente, con alegría. Sacude el cordón del timbre) Dios mío, te agradezco. Te agradezco la consideración a mis deseos, yo pecador. (Canturrea) La madre me calienta, la hija se me enamora... (Se asoma Fermín) El que da vueltas... El que menos luce. . .

FERMIN: ¿Lo echo a patadas?

PADRE: ¡No! Tráelo aquí.

FERMIN: ¿Los otros?

PADRE: Que esperen. El frío es sano. Baja los humos. (Fermín sale. El padre se sirve vino y bebe. Contento) Veremos si con éste ocurre lo mismo. (Ríe espasmódicamente. Canturrea) La madre se me calienta, la hija se me enamora... (Fermín abre la puerta a Rafael, quien entra y se inclina. Viste un traje de tela liviana, esta amoratado de frío. Tiene rostro muy hermoso, sereno y manso. Su espalda esta deformada por una joroba y camina levemente inclinado)

PADRE (con una sonrisa cordial): Adelante. (Avanza hacia Rafael. No le da la mano. Lo rodea y le mira la espalda. Ríe con su risa espasmódica) Si... Es contrahecho...

RAFAEL: Señor...

PADRE: Estará bien con nosotros. Como ve, tengo buen carácter. (Rafael sorbe) ¿Hacía frío afuera, no? Me Levante tarde, la cama estaba caliente. Por eso esperaron tanto. Pero acá no. No hace frío. ¿O sí?

RAFAEL: No... No, señor, no hace frío.

PADRE (Tímido): Quiero pedirle... (Se interrumpe)

RAFAEL: ¿Qué?

PADRE: No lo tome a mal. Soy brusco, nadie me quiere, pero no se puede pedir a la gente que lo quiera a uno. Si no hay un interés... Usted tiene un interés.

RAFAEL: Si, señor.

PADRE: Entonces... no digo amor, pero comprenderá.

RAFAEL (no entiende): Si, señor.

PADRE (en un arranque): Bueno, se lo pido! (Se queda en silencio, inmóvil. Luego camina nervioso. Se detiene, mira a Rafael como si esperara algo)

RAFAEL: A sus órdenes.

PADRE: ¡Es lo que quería oír! ¡Después no se queje! (Ríe, nervioso y espasmódico… Una pausa .Luego, tierno y casi lascivo) Desnúdese.

RAFAEL: ¿Qué?

PADRE: ¡Dijo que si, dijo que si!

RAFAEL (retrocede): No...

PADRE: Vamos... entre hombres. Mi mujer quería quedarse, pero la eché.

RAFAEL: ¿Por qué?

PADRE: ¿Por qué la eché?

RAFAEL: No. Porque usted. Quiere...

PADRE: Nunca vi... (Ríe, se atora)

RAFAEL (humillado): No soy una curiosidad.

PADRE: Yo tampoco. Y me desnudo. ¡Sólo cuando me baño! (Tierno y confidencial) A oscuras. Lo otro a oscuras. Con un agujero en el camisón. (Ríe, se tapa la boca, con vergüenza)

RAFAEL: No puedo (Saluda inclinándose y se aleja hacia la puerta)

PADRE: ¡Señor! (Rafael se vuelve) ¿Vio cuántos esperan en el patio?

RAFAEL: Si.

PADRE: Una Larga fila. Muertos de frío. Saben que mi casa es rica, que mi trato es bueno. Y yo los miré, hace rato que los miro, y cuando apareció usted dije: ése. Ese.

RAFAEL: ¿Por qué?

PADRE (remeda): ¿Por qué, por qué? Por su linda cara. (Se acerca y le da vueltas alrededor) Y es limpio. (Le pasa el pulgar por la mejilla) Afeitado. (Señala la joroba) ¡Pero esto! ¿Me deja... tocarla? Da suerte. (Ríe) ¡Hombre afortunado!

RAFAEL (pálido de humillación): Soy un buen profesor.

PADRE (suavemente): Lo veremos. (Ansioso) ¿Me permite?

RAFAEL: No…

PADRE (se acerca a la ventana, aparta la cortina, mira): Llueve. Y no se van. Ni se guarecen bajo el alero. Disciplinados y en fila. Saben hacer buena letra. Saben que todo camino empieza con la buena letra. (Se vuelve hacia Rafael) Pero yo ya elegí. A usted.

RAFAEL: Soy un buen profesor.

PADRE (blandamente): Eso cuenta también. Desnúdese. (Ríe) Hasta la cintura. Más no. (Le toca la ropa) Limpia, pero raída. Liviana. Afeitado, pero macilento. Eso se llama hambre. Y no todos en esta ciudad, (ríe) quieren tener a un contrahecho en casa. Pero yo sí. Y no será un criado. Tendrá cuarto aparte. Se sentará a la mesa con nosotros y comerá. Nos trataremos de igual a igual.

RAFAEL: Gracias.

PADRE: Váyase si quiere... (Un silencio. Se oye la lluvia)

RAFAEL: No quiero irme.

PADRE: ¡Trato hecho! Ordenaré que se vayan los otros. Carece de sentido hacerlos esperar. (Sacude el cordón del timbre) Llueve mucho y el puesto está tomado.

FERMIN (en la puerta): ¿Señor?

PADRE: El puesto está tomado.

FERMIN: Me alegro, señor. (Una pausa) ¿Me necesita?

PADRE: ¿Yo?

FERMIN: Usted llamó, señor.

PADRE: ¿Qué yo llamé? No me acuerdo que quería. ¿Qué quería?

FERMIN: Ya entramos las jaulas con los pájaros.

PADRE: ¡Ah! ¡Eso! ¡Llueve tanto!

FERMIN: Usted sabe que a los pájaros los cuido. No debiera preocuparse, señor.

...

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