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La Mujer En La Malasangre


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2014  •  2.028 Palabras (9 Páginas)  •  3.265 Visitas

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La malasangre es una obra teatral que fue escrita por la dramaturga Griselda Gambaro para ser estrenada en 1981, momento de agitación política en Argentina. Esta obra posee gran relevancia en cuanto a su aportación a la evolución del teatro latinoamericano de la época, precisamente por su forma de involucrar al lector en los asuntos políticos del momento. En el caso de la obra de Gambaro, el período sobre el que se desarrollan los acontecimientos se corresponde con la gobernación autoritaria del presidente Rosas, que es diferente al momento político de su publicación. De esta manera, vemos cómo la dramaturga utiliza a los personajes de La malasangre para representar el tema de la sumisión en contraposición con la agresividad a través de diversos elementos teatrales de distinto carácter.

Pero, ¿cuáles son los motivos que llevaron a Gambaro a tratar semejante tema? Tal como ha expresado Sánchez en su artículo sobre la obra, «la posición adoptada por Gambaro es, pues, la de “decir no” a la sujeción y el autoritarismo. El lenguaje de la rebelión se hace sentencia […] » (Sánchez 8) De esta manera, vemos cómo la dramaturga representa ciertas atrocidades, junto con las reacciones de sus personajes, por el deseo de generar esperanza y movimiento en una sociedad que no puede permanecer callada ante las imposiciones y crueldades de un gobierno tiránico como el de Juan Manuel de Rosas. En resumen, y según la explicación de Betanzos, Gambaro realiza una «llamada a un papel más activo» para evitar la «pasividad de las víctimas» (Betanzos) A pesar de esto, no debemos olvidar que la obra de teatro no fue escrita durante el gobierno de este dictador, sino durante otro período (también tiránico), lo cual hace que el mensaje de la obra sea universal. Si bien es cierto que los lectores o espectadores de La malasangre que sean partícipes de la historia argentina serán capaces de identificar a qué gobierno se refiere la dramaturga, lo importante es que el mensaje de lucha y rebelión llegue a todas las personas independientemente de la época o lugar en el que se encuentren.

La violencia y la pasividad son, pues, el tema central de la obra de teatro. Gambaro presenta ambas situaciones de una forma completamente realista, a través de la introducción de los elementos teatrales (el color rojo, los melones, el silencio, la caracterización de los personajes y el simbolismo de sus nombres), que son apoyados por un lenguaje que posee una gran «intertextualidad metafórica» para «proyectar el texto en el sintagma político-social» (Sánchez 7) No es de extrañar que la dramaturga proyecte la sumisión y el maltrato en dos direcciones diferentes. Por un lado, destaca el trato que el personaje de Padre (también conocido como Benigno) tiene con Madre (de la que nunca llegamos a saber el nombre), estableciendo la relación de poder de un sistema patriarcal extremo. Por otro lado, el foco de las burlas y las torturas es el personaje que muestra una peculiaridad física, Rafael, siendo despreciado tanto por su joroba como por su status social inferior. Sin embargo, ambas víctimas no responden de la misma manera ante los ataques recibidos. Madre se caracteriza por ser sumisa y pasiva en su relación con Padre, y Rafael muere intentando escapar a su desgraciada fortuna.

Ya al comienzo de La malasangre, podemos percibir que Padre es la figura autoritaria que se va a encargar de generar la zozobra y la controversia en la trama. Las agresiones que Madre sufre desde la primera página, no son simplemente de carácter físico, sino también psicológico. Cómo hablar, cómo vestir, cuándo sentarse o cómo pensar son algunas de las exigencias de Padre y, sean o no llevadas a cabo, siempre existe un motivo para la agresión física, como ilustra el siguiente extracto de la obra en el que Madre y Dolores conversan: «MADRE: ¡Está tu padre! Se enfurece por nada y después descarga contra mí.» (Gambaro 17) No es hasta el final de la obra cuando Madre se enfrenta a Padre por primera vez, poniéndose delante de Dolores cuando ésta iba a ser abofeteada (Gambaro 35) Parece que el único estímulo que siente Madre para luchar contra su marido es ver que no es su integridad, sino la de su única hija, la que está en peligro.

La violencia que gira en torno a Rafael también puede apreciarse desde la primera página, pero en este caso no es Padre el único maltratador, sino que se le une el criado, Fermín. Se introduce, así, el concepto de lo monstruoso para «[e]videnciar las reglas del juego de poder en conexión con el proyecto educativo que lo acompaña.» (Sánchez 6-7) Rafael sufre el rechazo de casi todos los habitantes de la casa en la que entra a trabajar de profesor, incluyendo el de su amada, Dolores. No obstante, la brutalidad llega hasta el límite con este personaje, ya que no sólo sufre agresiones verbales dada su condición de jorobado, sino que también recibe latigazos (Gambaro 11) y acaba siendo asesinado por querer escapar con Dolores (Gambaro 34) A pesar de estos hechos, Rafael es un buen ejemplo de resistencia, ya que no acepta su destino de forma sumisa, sino que se atreve a soñar y a responder cuando recibe un trato vejatorio. Es por eso que, preso de la rabia, le da un bofetón a Dolores cuando ésta le estaba humillando e insultando (Gambaro 9) o se resiste a enseñarle a su nuevo jefe la joroba cuando éste, tan insistentemente, le pedía verla para solventar su fetiche (Gambaro 3) Este hecho le hace ganarse el respeto y la lástima posterior de Dolores.

El personaje de Dolores, como hemos visto en el párrafo anterior, evoluciona a lo largo de la obra. Comienza siendo una muchacha caprichosa, para acabar rebelándose contra su padre, tras el asesinato de su amado. Ya en la primera escena puede apreciarse la frustración que siente Dolores antes la pasividad de su madre maltratada, y lo manifiesta burlándose de ella: «DOLORES: [M]amá, te mandaron a buscar tu bordado. Y todavía estás acá. ¡Vaya, perrito!» (Gambaro 6) Pero los reproches comienzan más adelante: «DOLORES: [T]e golpean de muchas maneras, pero ninguna te irrita bastante.» (Gambaro 12) y se prolongan hasta el final de la obra: «DOLORES: [H]umillada

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