La nueva Modernidad sin censura pero sin magia (ensayo)
Tay2016Ensayo26 de Julio de 2017
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MODERNIDAD SIN CENSURA, PERO SIN MAGIA
A menudo se escucha (y se lee) que la modernidad acabó con la magia cultural de los relatos, las leyendas, los mitos, y sus representaciones artísticas a través del teatro, el circo, el cine. Las personas mayores recuerdan películas cargadas de magia, sin bak-stage, donde los magos tenían poderes, los mundos exóticos existían y la seducción y el romanticismo surtían efecto. Algunos dicen que la censura jugaba un papel fundamental en perpetuar incógnitas, ya que lo desconocido o lo prohibido siempre se quiere conocer.
La censura resultaba natural, para los que tenían el poder de ejercerla, los receptores (el público espectador) y también para los propios hacedores de películas.
Es así que un beso en la pantalla medio siglo atrás podría significar un escándalo, mientras hoy una escena de amor a medias, causa risa o desinterés. Un largometraje de ficción debía contar con una ingeniosa reseña histórica y escenarios descomunales, mientras que hoy basta con buenos efectos especiales, la mayoría de ellos logrados en forma digital; y al final de cada película, una síntesis nos “ilustra” cómo se lograron las escenas.
Nada es secreto. Todo se puede ver o descubrir. Donde había un bulto desconocido hoy es un alienígena escaneado por un ordenador. Donde se intentaba mostrar un cataclismo hoy es un grupo de científicos atravesando un tsunami o caminando sobre lava volcánica; donde había un tímido beso hoy son escenas pasionales filmadas sin ningún rubor. Se podría decir que el video (la modernidad) mató al cine (la magia)
Cinema Paradiso (1988) –el film del italiano Tornatore- pone especial énfasis en la censura, pero también rescata la magia de la sala de proyección. Para ello pinta -en un mosaico mediterráneo- la relación entre Totó (el niño sin padre) y Alfredo (el proyectista) que lo tolera en la sala del cine.
Tornatore nos va metiendo en ese mundo de películas cortadas, besos insinuados y la pasión de Totó por el cine que lo convertirá en director exitoso cuando deje el pueblo. El párroco local es el encargado de la moralina de la aldea siciliana, ordenando cortar las partes de cinta que considera perjudiciales para la moral del público. El debe “sacrificarse” y ver el film completo. Alfredo es el encargado de quitar las partes y repegar las cintas, trabajo que hará después Totó.
El público “abuchea” cuando la película “salta”, pero ayuda en su reconstrucción a un vecino benefactor cuando el Cine Paradiso se incendia, para nuevamente contar con el único entretenimiento, aunque sea con cortes. Pero, al igual que la realidad, el cine también sufre transformaciones. Ahora los actores se besan sin cortes aunque la magia se sigue manteniendo vigente en la Sala de proyección y Totó debe duplicar su trabajo de proyectista en otro pueblo vecino también.
Ese cine emblemático en que asistían los vecinos y expresaban su asombro en la Sala, para luego alabar o criticar las tramas fílmicas. Ese cine de pueblo que pinta Tornatore ya no existe. Hace poco mas de un cuarto de siglo comenzó su ocaso con un exitoso programa televisivo llamado “Detrás de las cámaras”. A partir de entonces, las producciones cinematográficas vienen envasadas y están a disposición del público en las góndolas del comercio. Tampoco se halla el Cura o Ministro censor. Las historias muestran descarnadamente la pasión, el morbo, la violencia, el sexo. Es cierto, los artistas y directores tienen más medios y libertad para expresar el 7mo Arte, pero parece haber una carrera desenfrenada –entre los cineastas- por ver quien es más capaz de desnudar los entretelones, los viajes virtuales, los monstruos antediluvianos, la magia del cine, en una incomprensible voluntad de autodestruirse.-
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