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La ética que fundamenta la democracia

Miguel BarretoApuntes16 de Febrero de 2024

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Tomado de SAVATER FERNANDO: “Ética y Ciudadanía”, Monte Ávila, Caracas 1998 

LA ÉTICA ES UNA REFLEXIÓN

SOBRE LA LIBERTAD... 

LA ÉTICA QUE FUNDAMENTA LA DEMOCRACIA

Las charlas que voy a dar giran todas ellas en torno al problema de la ética, que es quizás en el cual soy menos incompetente, y gira sobre aspectos distintos; claro, para evitar repetirme y en todas las conferencias volver a dar lo mismo, aunque ya sé que naturalmente no todos los públicos van a ser idénticos, voy a intentar distribuir de alguna manera las noticias que tengo; como se pueden imaginar, mi sabiduría es perfectamente describible y no es precisamente ilimitada. No me ocurre lo mismo que aquel portavoz de la Junta Militar chilena, que después de haber estado varios meses, después del golpe de Estado, sin noticias, la prensa extranjera estaba muy deseosa de conocer noticias, y por fin Pinochet se decidió a informar a la prensa extranjera. Designó a un militar bastante agreste para que hablara con los periodistas, y el hombre salió a la rueda de prensa, los periodistas lo asaltaron, naturalmente, haciéndole preguntas de todo tipo, todas seguidas, una encima de otra y él dijo: «bueno, bueno, que no soy el homo sapiens». Voy a intentar distribuir lo que sé, en los siete días, para que me llegue hasta el último día, ya este día hablaré con mi última neurona útil.

Para comenzar, el primer tema que me parece que tiene una dimensión práctica, más esencial, es esta vinculación de la ética con el fundamento racional de la democracia moderna. No voy a pretender entrar en el debate de si una democracia en el sentido griego; saben que las palabras tienen una evolución histórica y a veces solamente por analogía, podemos seguir llamando a una cosa con un nombre que responde a una realidad política, social o que sea, muy diferente. Nietzsche decía que los conceptos tienen definición o historia, es decir, que un concepto matemático puede ser definido con perfecta precisión al margen de la historia; en cambio, otros conceptos que tienen una historia, una evolución, nunca pueden ser definidos el todo, siempre hay que estar redescribiéndolos y redefiniéndolos porque se van transformando. El concepto de democracia es uno de ellos. A pesar de que hay unas evidentes raíces y vinculaciones en el concepto griego que da lugar a lo que hoy llamamos democracia moderna, también salta a la vista la enorme diferencia y cantidad de discrepancias, incluso incompatibilidades que hay entre lo que entendía un griego por democracia y lo que entendemos nosotros por lo mismo.

Por lo tanto, voy a intentar centrarme en la democracia, tal como hoy la conocemos, y sostener que la ética, es decir, una ética laica y universal es el eje, el disco duro digamos de cualquier concepto de democracia. Un pensador francés actual Lipovetsky, en su libro El crepúsculo del deber, lo ha expresado de una manera muy concreta; ha dicho: “El código genético de las democracias modernas es una ética universalista laica”, funciona como lo que está adentro, digamos. El mensaje escrito dentro de la democracia es esa ética universalista laica. 

Evidentemente la ética tiene una serie de diferencias esenciales con el mundo de la política. Habrán oído decir que la solución a determinados problemas políticos vendrá de más éticas; se dice: aquí hace falta ética, hace falta que haya más ética, los políticos tienen que tener más ética, los funcionarios. Hay esa convicción de que la ética es una especie de panacea universal para resolver todo tipo de problemas en cualquier campo valorativo, por ejemplo, el campo de la política. Me parece que eso es una suposición exagerada, creo que la política tiene sus propios valores y lo que hace falta para resolver los problemas políticos es mejor política.   

La ética es una actitud, una reflexión individual sobre La libertad propia en relación con la libertad de los demás y con la libertad social en la que nos movemos.  No puede ser sustituta la ética de la reflexión política o de la reflexión jurídica, o de otras cuestiones igualmente imprescindibles. Es esencial que cada quien tenga su ética ésta es fundamentalmente asumo de cada quien. Cada quien debe desarrollar, vigilar su libertad porque le interesa a él, no porque ése sea el mejor medio de mantener la paz social: ésta se mantiene, con buenas instituciones políticas, públicas, jurídicas, con un buen funcionamiento de la economía 

La distinción entre ética y política es imprescindible. Mezclar las dos cosas, decir que los males de la política se pueden remediar apelando a la ética, me parece un profundo error. Creo que tratar de detener los males de la política con la ética, es como intentar apagar un incendio con un hisopo de agua bendita. Realmente no es ésta la función de la ética la ética es la reflexión del sujeto que se sabe libre, sobre lo que va a hacer con su libertad. Cada uno de nosotros no conoce más que a una persona desde el punto de vista de su libertad cada uno se conoce a sí mismo como ser libre, y conoce lo que de alguna forma deberían ser sus baremos, sus pautas, su vía hacia la excelencia, desde el punto de su libertad; esto no es un instrumento para decidir la conducta de todos.

La gracia particular de la ética es que está siempre en nuestra mano. No tengo que esperar que nadie me dé la razón para ser moral, y no tengo que estar supeditando mi actuación moral a nada en el tiempo, en el acuerdo con los otros. La moral es lo que siempre está en mi mano, no puedo decir: he decidido que voy a ser moral a partir de febrero del año que viene. La política sí es aplazable, puedo esperar a fundar un partido político o a tener una intervención el año que viene. En la política sí es imprescindible el hecho de que cuente con el apoyo de los demás. Las mejores ideas políticas, si se imponen sobre la gente sin consultarla, se pueden convertir en algo nefasto.

Las morales es una permanente reflexión del sujeto sobre su calidad de sujeto, sobre cómo actúa como sujeto; en cambio, la política es algo que se refiere a la función y actuación de los grupos humanos. En una palabra, la ética se preocupa de lograr mejores personas y la política de lograr mejores instituciones. Naturalmente creo que, en una sociedad que tenga buenas instituciones, es más probable que las personas tengan más facilidad y necesiten derrochar menos heroísmo, para comportarse con dignidad. Aunque no es seguro, en regímenes tiránicos y totalitarios atroces ha habido personas que han dado muestras de dignidad de ética extraordinaria y viceversa, en regímenes de los más civilizados, como sabemos, hay personas que aprovechan la libertad o las garantías jurídicas para llevar a cabo todo tipo de tropelías. De modo que no hay una relación directa entre ética y política. La ética es importante para resolver algo fundamental en nuestras vidas. 

Aunque viviéramos en el mejor mundo político que se pueda imaginar, aunque viviéramos en una sociedad estupenda, políticamente hablando, las urgencias éticas serían las mismas, seguiríamos teniendo que plantearnos el problema de nuestra libertad, nuestra relación con los demás, si los demás van a ser para nosotros meros instrumentos o van a tener una finalidad en sí mismos. El problema del reconocimiento de lo humano por lo humano se presenta tanto si existe un buen estado público como si no, es decir, se presenta en la tiranía y en la mejor de las democracias. 

Ahora bien, es evidente que el sueño de la política aspira a juntarse a una serie de valoraciones, que emanan de la reflexión ética que cada cual podemos hacer sobre nosotros mismos. Hay un marco ético o ético-político que sirve como telón de fondo sobre el que se proyectan el desarrollo, la radicalización y la profundización de la democracia. Me parece que esto también es interesante, conocer ese marco ese cañamazo ético en relación con el campo de lo político; me parece que es sumamente útil, y necesario también, como vía educativa. Muchas veces se dice que la política es algo abominable, es algo que está siempre en manos de personas corruptas, es el mundo del partidismo, en el sentido más bajo de la expresión. Se olvida, planteando, así las cosas, que, en las democracias, políticos somos todos. Cualquier dicterio que guardemos para los políticos, debemos pensar que tenemos que aplicárnoslo a nosotros, porque tenemos de alguna manera la culpa de que sigan siendo políticos, de que no se hayan sustituido por otros, de que no nos hayamos ofrecido a sustituirles. 

De modo que lamentar lo malos que son los políticos sería venir a lamentar lo mal que ejercemos como políticos, que no hacemos más que mantener en los cargos importantes a malos ejecutantes de nuestras decisiones políticas. Ahí me parece que sí hay una importante vía de reflexión, que incluso es un compromiso ético, porque aunque la ética y la política sean cosas muy diferentes ,probablemente en cada una de las elecciones, tengo mis propios compromisos éticos a la hora de votar, tengo una serie de decisiones éticas para orientar mi voto, aunque sé que ese voto, en el plano de la política, va a funcionar en un registro distinto al registro meramente ético, porque en la política es el registro de ponerse de acuerdo con los demás, de mejorar las instituciones, y no buscar, simplemente, una transformación personal. 

¿Qué queremos decir, cuando nos preguntamos cuál es el eje, el núcleo central de la valoración ética, que queremos que una democracia resguarde?  Creo que, en primer lugar, la ética es siempre de la persona. La ética es aquello que se preocupa de lo irrepetible y frágil que es el ser humano, de cada uno de los seres humanos. La ética no es una relación instrumental, porque no es una relación que se toma estadísticamente, globalmente, sino que es una relación que intenta mantener el tú a tú, el cara a cara, el mantenerse frente a la mirada del otro, frente al reconocimiento del otro. Cada uno de nosotros tiene que ser reconocido en su humanidad por los demás, y tiene que reconocer la humanidad de los otros, para que a su vez puedan reconocer la suya; los humanos nos hacemos humanos unos a otros. La principal tarea de la humanidad es producir más humanidad, lo principal no es obtener más riqueza o desarrollo tecnológico, todas esas cosas que no son, por otra parte, desdeñables, sino que lo fundamental de la humanidad es producir más humanidad, es producir una humanidad más consciente de los requisitos del ser humano y los que unen la relación entre los seres humanos.

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