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Liliana Bodoc 1 Capitulo


Enviado por   •  25 de Agosto de 2011  •  2.581 Palabras (11 Páginas)  •  1.469 Visitas

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Liliana Bodoc

Los Días Del Venado

La Saga De Los Confines 01

A mi padre

INDICE

PARTE 1

Vuelven las lluvias

La noche del guerrero

¿Dónde está Kupuka?

Un viajero

Dos visitantes

Una conversación importante

¡Aún escucho caer la lluvia antes que tú!

La canción del prisionero

De músico a mensajero

Los hechos antiguos

¡Adiós!

PARTE 2

Hacia el norte

El tapiz sobre la arena

El cautiverio

El día que zarparon las naves

En una casa extraña

El concilio se reúne

Los sideresios

Patas de venado

Kupuka está de regreso

La huella de sus pies

Por los caminos de las Tierras Fértiles

El despertar

PARTE 3

El Venado y el fuego

El emplumado

La sangre del Venado

El hijo

La cofradía del Aire Libre

Oacal

En lenguas humanas

Y

ocurrió hace tantas Edades que no queda de ella ni el eco del recuerdo del eco del recuer¬do. Ningún vestigio sobre estos sucesos ha conseguido permanecer. Y aún cuando pudieran aden¬trarse en cuevas sepultadas bajo nuevas civilizaciones, na¬da encontrarían.

Lo que voy a relatar sucedió en un tiempo lejanísimo; cuando los continentes tenían otra forma y los ríos tenían otro curso. Entonces, las horas de las Criaturas pasaban lentas, los Brujos de la Tierra recorrían las montañas Maduinas buscando hierbas salutíferas, y todavía resultaba sencillo ver a los lulus, en las largas noches de las islas del sur, bailando alrededor de sus colas.

He venido a dejar memoria de una grande y terrible ba¬talla. Acaso una de las más grandes y terribles que se li¬braron contra las fuerzas del Odio Eterno. Y fue cuando una Edad terminaba y otra, funesta, se extendía hasta los últimos refugios.

El Odio Eterno rondaba fuera de los límites de la Rea¬lidad buscando una forma, una sustancia tangible que le permitiera existir en el mundo de las Criaturas. Andaba al acecho de una herida por donde introducirse, pero ninguna imperfección de las Criaturas era grieta suficiente para darle paso.

Sin embargo, como en las eternidades todo sucede, hubo una desobediencia que fue herida, imperfección y grieta suficiente.

Todo comenzó cuando la Muerte, desobedeciendo el mandato de no engendrar jamás otros seres, hizo una criatura de su propia sustancia. Y fue su hijo, y lo amó. En ese vástago feroz, nacido contra las Grandes Leyes, el Odio Eterno encontró voz y sombra en este mundo.

Sigilosa, en la cima de un monte olvidado de las Tierras Antiguas, la Muerte brotó en un hijo al que llamó Misáianes. Primero fue una emanación que su madre incubó entre los dientes, después fue un latido viscoso. Después graznó y aulló. Después rió, y hasta la propia Muerte tuvo miedo. Después se emplumó para volar contra la luz.

Los vasallos de Misáianes fueron innumerables. Seres de todas las especies se doblegaron ante su solo aliento y acataron su voz. Pero también seres de todas las especies lo combatieron. Así, la guerra se arrastró hasta cada bos¬que, cada río y cada aldea.

Cuando las fuerzas de Misáianes atravesaron el mar que las separaba de las Tierras Fértiles, la Magia y las Criaturas se unieron para enfrentarlas. Estos son los hechos que ahora narraré, en lenguas humanas, detalladamente.

Vuelven las lluvias

—Será mañana —canturreó Vieja Kush cuando escu¬chó el ruido de los primeros truenos. Dejó a un costado el hilado en el que trabajaba y se acercó hasta la ventana para mirar el bosque. No sentía ninguna inquietud, por¬que en su casa todo estaba debidamente dispuesto.

Días atrás, su hijo y sus nietos varones habían termina¬do de recubrir el techo con brea de pino. La casa tenía su provisión de harinas dulces y amargas, y su montaña de calabazas. Los cestos estaban colmados de frutos secos y semillas. En el leñero había troncos para arder todo un in¬vierno. Además, ella y las niñas habían tejido buenas mantas de lana que, ahora mismo, eran un arduo trabajo de colores apilado en un rincón.

Como había sucedido en todos los inviernos recorda¬dos, regresaba a la tierra de los husihuilkes otra larga tem¬porada de lluvias. Venía del sur y del lado del mar arrastrada por un viento que extendía cielos espesos sobre Los Confines, y allí los dejaba para que se cansaran de llover.

La temporada comenzaba con lloviznas espaciadas que los pájaros miraban caer desde la boca del nido; las lie¬bres, desde la entrada de sus madrigueras y la gente de Los Confines, desde sus casas de techo bajo. Para cuando las aguas se descargaban, ningún ser viviente estaba fue¬ra de su refugio. La guarida del puma, las raposeras, los ni¬dos de los árboles y los de la cima de las montañas, las cuevas subterráneas, las rendijas del cubil, las gusaneras, las casas de los husihuilkes, todo había sido hábilmente protegido según una herencia de saberes que enseñaba a aprovechar los bienes del bosque y los del mar. En Los Confines, las Criaturas afrontaban lluvias y vientos con mañas casi tan antiguas como el viento y la lluvia.

—Será mañana que empezarán las aguas —repitió Kush. Y enseguida se puso a tararear

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