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Mendoza, G


Enviado por   •  12 de Julio de 2012  •  688 Palabras (3 Páginas)  •  455 Visitas

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Mendoza, G.

Por una didáctica mínima

México, 2003. Trillas

Capítulo 2

Educando y educador: nuestros actores en el campo de todas las posibilidades.

Ciertamente la relación educativa representa una forma de comunicación y desarrollo, tanto individual, como social única por sus peculiaridades. Por una parte se trata de encuentro existencial consiente y de alguna manera voluntario con un propósito claro: la mutua construcción de sus participantes. La magia y el misterio, lo fascinante y lo inenarrable, lo evidente y lo ponderable, lo imaginario y lo deseable, todo se transforma sin lugar a dudas en la relación educativa cuando nos enfocamos en su facilidad, que como fenómeno socialmente construido escapa a lo esencialmente dado y, por tanto, aun cuando múltiples condicionamientos le atraviesan la última palabra siempre la dictan sus actores, quienes imbuidos por un espíritu creador que les sitúa en un universo sin límites.

Afirmar la potencialidad infinita de cada uno de estos actores, docentes y discente, significa ratificar la aseveración de su permanente capacidad de elección, y con ello renunciar a la fatalidad al simple y llano determinismo, porque se confía en su irrevocable poder de decisión. Ahora bien, la relación educativa siempre ocurre en un espacio y un tiempo, no surge de la nada, sino que tiene historia.

Educador y educando son figuras inseparables en este ir y venir de lo imaginado a lo realizado y viceversa. Podría argumentarse inicialmente es el docente o educador quien ejecuta tales actos, en especial cuando el educando es un menor de edad, y aun así no podría establecerse una dicotomía radical sobre la importancia entre uno y otro actor, pues en numerosas ocasiones es el discente el que da pie a la relación educativa o, por lo menos, de una u otra manera es capaz de orientarla en una nueva dirección. El deber alude al carácter ético intrínseco a la propia enseñanza, al hecho de que, aun es imposible controlarla absolutamente, no es deseable reducirla a simple improvisación. El punto de partida para analizar la dimensión didáctica del proceso educativo es el encuentro entre los sujetos que viven los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Los procesos educativos son fundamentalmente proceso de constitución de sujetos, cuando son más o menos formales y ocurren en contextos escolarizados o institucionales diversos, dado su carácter intencional no pueden ser neutros, ni en un sentido científico, ni en un sentido ético ni en uno político. La comunicación con dicho cosmos, es decir, con el contacto con una naturaleza prístina resulta imperativa. El educador en cuanto a formador que prepara su labor desde supuestos, en silencio, sin aventurar juicios, en contacto con la naturaleza y después

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