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Mi Novia Perfecta


Enviado por   •  25 de Agosto de 2014  •  14.086 Palabras (57 Páginas)  •  210 Visitas

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creía que Valentine era su padre que había vuelto a él.

Una fría desesperación empezaba ya a extenderse por las venas de la muchacha. Con un Jace enojado, con un Jace hostil, furioso, se las podría haber visto, pero aquel Jace nuevo, frágil y brillando a la luz de su propio milagro personal, era un extraño para ella.

Valentine la miró por encima de la leonada cabeza del joven; sus ojos mostraban una diversión fría.

-Tal vez –dijo- sería una buena idea que te sentaras ahora, Clary.

Ella cruzó los brazos tozudamente sobre el pecho.

-No.

-Como quieras. –Valentine apartó una silla y se sentó en la cabecera de la mesa.

Al cabo de un momento, Jace se sentó también, junto a una botella medio llena de vino.

-Pero vas a oír algunas cosas que pueden hacerte desear haberte sentado –siguió Valentine.

-Te lo haré saber –replicó Clary-, si así sucede.

-Muy bien.

Valentine se recostó en su asiento, con las manos tras la cabeza. El cuello de la camisa se le abrió un poco, mostrando la clavícula llena de cicatrices. Con cicatrices, como las de su hijo, como las de todos los nefilim. “Una vida de cicatrices y matanzas”, había dicho Hodge.

-Clary –volvió a decir él, como si paladeara el sonido de su nombre-. ¿Diminutivo de Clarissa? No es un nombre que yo hubiera escogido.

Había un sombrío pliegue en sus labios.

“sabe que soy su hija –pensó Clary-. De algún modo, lo sabe. Pero no lo dice. ¿Por qué no lo dice?”

Debido a Jace, comprendió. Jace pensaría…, no se le ocurría qué pensaría él. Valentine los había visto abrazarse al cruzar la puerta. Debía de saber que tenía una información devastadora en sus manos. En algún lugar tras aquellos insondables ojos negros, su aguda mente funcionaba a toda velocidad, intentando decidir el mejor modo de usar lo que sabía.

Dirigió otra mirada implorante a Jace, pero él tenía la vista clavada en la copa de vino situada junto a su mano izquierda, medio llena de líquido de un rojo purpúreo. Clary vio el rápido movimiento ascendente y descendente de su pecho mientras respiraba; el joven estaba más alterado de lo que dejaba ver.

-Realmente no me importa qué nombre habrías elegido tú –dijo Clary.

-Estoy seguro –replicó Valentine, inclinándose al frente- de que no.

-Tú no eres el padre de Jace –indicó ella-. Intentas engañarnos. El padre de Jace era Michael Wayland. Los Lightwood lo saben. Todo el mundo lo sabe.

-Los Lightwood estaban mal informados –repuso Valentine-. Realmente creyeron… creen que Jace es el hijo de su amigo Michael. Igual que la Clave. Ni siquiera los Hermanos Silenciosos saben quién es en realidad. Aunque muy pronto, lo harán.

-Pero el anillo Wayland…

-Ah, sí –repuso Valentine, mirando la mano de Jace, donde el anillo centelleaba igual que escamas de serpiente-. El anillo. Gracioso, ¿no es cierto, como una M lucida al revés parece una W? Desde luego, si uno se hubiera molestado en pensar sobre ello, probablemente habría encontrado un poco extraño que el símbolo de la familia Wayland fuera una estrella fugaz. Pero en absoluto extraño que fuera el símbolo de los Morgenstern.

Clary le miró fijamente.

-No tengo ni idea de a qué te refieres.

-Olvido lo lamentablemente relajada que es la educación mundana –repuso él-. Morgenstern significa “lucero del alba”. Como en: “¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la aurora! ¡Cómo has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a las naciones!”.

Un pequeño escalofrío recorrió a Clary.

-Te refieres a Satán.

-O a cualquier gran poder perdido –explicó Valentine-, debido a una negativa a servir. Como fue la mía. No quería servir a un gobierno corrupto, y por eso perdí a mi familia, mis tierras, casi mi vida…

-¡El Levantamiento fue culpa tuya! –le replicó Clary-. ¡Murió gente en él! ¡Cazadores de sombras como tú!

-Clary. –Jace se inclinó al frente, volcando casi la copa con el codo-. Sólo escúchale, ¿quieres? No es como tú pensabas. Hodge nos mintió.

-Lo sé –respondió ella-. Nos vendió a Valentine. Era el peón de Valentine.

-No –insistió Jace-. No, Hodge era quien deseaba la Copa Mortal desde el principio. Fue él quien envió a los rapiñadores tras tu madre. Mi padre…, Valentine sólo se enteró de ello después, y vino a detenerle. Trajo a tu madre aquí para curarla, no para lastimarla.

-¿Y te crees esa porquería? –inquirió ella asqueada-. No es cierto. Hodge trabajaba para Valentine. Estaban metidos en ello juntos, para conseguir la Copa. Nos tendió una trampa, es cierto, pero no era más que un instrumento.

-Pero era él quien necesitaba la Copa Mortal –replicó Jace-. Para poder quitarse la maldición y huir antes de que mi padre contara a la Clave todo lo que había hecho.

-¡Sé que eso no es cierto! –replicó Clary con vehemencia-. ¡Yo estaba allí! –Se revolvió contra Valentine-. Yo estaba en la habitación cuando entraste a coger la Copa. No podías verme, pero yo estaba allí. Te vi. Cogiste la Copa y le quitaste la maldición a Hodge. Él no podría haberlo hecho por sí mismo. Así lo dijo.

-Sí que le quité la maldición –repuso Valentine en tono mesurado-, pero lo hice movido por la lástima. Resultaba tan patético.

-No sentías lástima. No sentías nada.

-¡Es suficiente, Clary!

Era Jace. Le miró atónita. Tenía las mejillas enrojecidas como si hubiese estado bebiendo el vino que tenía junto a él, los ojos demasiado brillantes.

-No le hables así a mi padre.

-¡Él no es tu padre!

Jace la miró como si le hubiese abofeteado.

-¿Por qué estas tan decidida a no creernos?

-Porque te ama –dijo Valentine.

Clary se sintió palidecer. Le miró, sin saber qué podría

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