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México Barbaro


Enviado por   •  19 de Junio de 2013  •  8.056 Palabras (33 Páginas)  •  224 Visitas

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Capítulo 1: Los esclavos de Yucatán

John Kenneth Turner estableció contacto con Ricardo Flores Magón y otros integrantes del Partido Liberal Mexicano, que se encontraban presos en Estados Unidos a principios de 1908; éstos le dijeron que querían derrocar a su gobierno porque había dejado a un lado la Constitución, había abolido los derechos cívicos y había convertido a los trabajadores en verdaderos esclavos. Le parecía una exageración el sólo pensar que en el siglo XX hubiera esclavitud, así que en Septiembre de ese mismo año, acompañado por L. Gutiérrez de Lara hizo su primer viaje hacia México para comprobarlo con sus propios ojos.

Al llegar a dicho país, en efecto, encontró esclavitud y el primer lugar en el que la vio fue Yucatán, donde, haciéndose pasar por un rico inversionista, consiguió testimonio de los dueños de las haciendas de henequén. De este modo pudo ver el trato que recibían los esclavos, ver la forma en que los azotaban, las condiciones en las que vivían y hasta pudo hablar con algunos de ellos; se enteró de la forma en que los reclutaban, a base de promesas y engaños pues les prometían un buen sueldo y casa y terminaban trabajando bajo tratos inhumanos en las haciendas

A pesar de que México es un país con leyes escritas y una Constitución, es un país en donde la ilegalidad domina por excelencia partiendo desde el propio Gobierno: es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna garantía individual, sin libertad de conseguir la felicidad. Durante el gobierno de Porfirio Díaz el país no ha tenido una contienda electoral y por tanto el Poder Ejecutivo lo gobierna todo por medio de un ejército permanente, donde los puestos políticos se venden a precio fijo y las tierras de la nación y de muchos indígenas, también.

La gente es pobre porque no tiene derechos, el peonaje se traduce en esclavitud.

A principios de 1908, el autor cruzó el Río Bravo, acompañado por un universitario revolucionario –L. Gutiérrez de Lara- y haciéndose pasar por inversionista norteamericano que deseaba invertir en las tierras del henequén en Yucatán, venía a verificar si en realidad existía la esclavitud en México.

Existen 50 reyes del henequén que viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas en el extranjero. Viajan mucho, hablan varios idiomas y con sus familias constituyen una clase social muy cultivada. Todo Yucatán depende de estos reyes del henequén, pues dominan la política del Estado y poseen miles de esclavos: 8 mil indios yaquis, importados de Sonora, 3 mil chinos (coreanos) y entre 100 a 125 mil indígenas mayas, que antes poseían las tierras que ahora dominan los amos. El precio corriente de cada hombre era de $400, aunque los hacendados pagan solamente $65. Don Enrique Cámara Zavala, presidente de la Cámara Agrícola de Yucatán, explicó que a su sistema no lo llaman esclavitud, lo llama servicio forzoso por deudas; todo lo que se necesita es lograr que algún obrero libre se endeude a través de prestamistas o negreros y con el pretexto del pago de deudas, el obrero es esclavizado de por vida, al igual que su familia. La esclavitud es el peonaje llevado a su último extremo a pesar de que la Constitución se opone a ello.

Los “obreros” nunca reciben dinero, se encuentran medio muertos de hambre –a base de una sola comida diaria con tortilla, frijoles, pescado podrido y una bola de maíz para mascar durante la jornada laboral-, son azotados, trabajan desde las 3:45 de la mañana hasta que se vuelve a poner el sol; son encerrados en una casa que parece prisión; a las mujeres las obligan a casarse con hombres de la misma finca; no hay escuelas para los niños; si se enferman tienen que seguir trabajando y si la enfermedad les impide trabajar, rara vez cuentan con algún servicio médico; la labor principal de las haciendas consiste en cortar las hojas de henequén y limpiar el terreno de las malas hierbas que crecen entre las plantas. A cada esclavo se le señala como tarea un alto número de hojas o plantas que tiene que limpiar, y como éste no se da abasto, su mujer y sus hijos también deben trabajar.

Capítulo 2: El exterminio de los yaquis

El exterminio de los yaquis empezó con la guerra y el fin de ellos se está cumpliendo con la deportación y la esclavitud. El pueblo yaqui no han sido nunca salvajes, siempre fueron un pueblo agrícola; descubrieron y explotaron minas; construyeron sistemas de regadío; edificaron ciudades de adobe; sostenían escuelas públicas, un gobierno organizado y una fábrica de moneda. Son los mejores trabajadores de Sonora, honesto, trabajador y pacífico; un trabajador yaqui vale por dos norteamericanos y tres mexicanos, pues el yaqui tiene un admirable desarrollo físico, con hombros anchos, pecho hondo, piernas nervudas y cara curtida. El yaqui típico es casi un gigante y su raza es de atletas. Los españoles no pudieron subyugarlos completamente y después de 250 años de conflicto, llegaron a concertar la paz y les cedieron una parte del territorio con títulos de propiedad, los cuales fueron respetados por 150 años por los gobernantes y jefes de México hasta llegar Díaz.

Los yaquis tomaron las armas por vez primera contra el Gobierno de Díaz porque defendían su patrimonio al verse obligados a abandonar sus tierras y las montañas. La cabeza del Gobierno de Sonora deseaba sus tierras y vieron la oportunidad de lucro cuando el Estado mandó un cuerpo militar. Enviaron supuestos agrimensores al valle del Yaqui para poner mojones en la tierra y decir que el Gobierno había decidido regalársela a los extranjeros. Confiscaron 80 mil pesos que el jefe Cajeme tenía depositados en un banco; finalmente enviaron hombres armados a arrestar a Cajedme y como no lo encontraron, prendieron fuego a su casa y la de los vecinos. Desde entonces los yaquis se vieron obligados a pelear y desde aquel día, el Gobierno ha mantenido en el territorio un ejército entre 2 mil y 6 mil hombres. Finalmente en 1894, de modo repentino, les arrebataron las tierras por decreto federal y las traspasaron al general Lorenzo Torres, quien fue jefe militar en Sonora. Al Gobierno se le señala como culpable de las más horribles atrocidades como masacres masivas y apreciables recompensas a todo aquel que matara un yaqui.

La guerra terminó empatada y a los guerreros yaquis se les cazaba, y millares de ellos optaron por rendirse. Sus jefes fueron ejecutados y a los que se habían rendido se les cedió un territorio más al norte, pero resultó ser un desierto y uno de los lugares más inhóspitos de toda América.

Algunos yaquis se trasladaron a otros lugares del Estado

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