México racista: Una denuncia.

México racista: Una denuncia

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Desde el racismo presente en la desaparición de los 43, hasta los feminicidios en Juárez. Del racismo que está presente en cada acción daría: en la calle, en la escuela, en el trabajo, en la nación. El racismo siempre está presente y siempre está normalizada en nuestras vidas.

¿Cuántas veces nos hemos quejado de la discriminación que vivieron los 43 pero seguimos diciendo comentarios clasistas o racistas que nos condenan a seguir viviendo en la provocación de hacer invisibles a los que no consideramos “iguales” a nosotros?

¿Cuántas veces hemos participado juzgando a una mujer desaparecida por la hora, la compañía, las razones, la ropa; Pero seguimos indignados por lo que pasó en Juárez que ha sido tan sonado desde el 2000 para acá?

¿Cuántos años llevamos quejándonos del apoyo que no da el gobierno a las comunidades indígenas pero nos hemos burlado por la estética de alguien argumentando que parece “indito” o que “se ve bien naco”?

El racismo está presente en el día a día de nuestra vida. México es un país racista y no nos queremos dar cuenta. Vivimos enfrascados en la idea de que la única discriminación que se presenta siempre es de parte del gobierno a los ciudadanos que no tienen una posición privilegiada en la pirámide de clases sociales. Y no nos queremos dar cuenta que a este racismo aportamos nosotros diariamente.

Cada día nos vamos llenando de diferente información que, si la analizamos un poco, nos podemos dar cuenta que habemos muchos que seguimos en la burbuja de culpar al de al lado, pero de no aceptar nuestros errores.

El racismo se ha convertido en algo tan común en nuestro país, que nos hemos acostumbrado a diario ver noticias de que se han encontrado fosas de personas asesinadas, que se realizaron atentados contra ciertas comunidades, que el gobierno no da apoyo a ciertas comunidades que lo necesitan.

La sociedad está en una constante costumbre de hacer invisibles a ciertos grupos sociales. De manera incongruente nos sentimos lastimados o atacados cuando a estos grupos les pasa una injusticia que por algún milagro se hace pública: Una denuncia, un delito, una explotación, un asesinato, una violación, una falta de apoyo, una discriminación, etc. Que por alguna u otra razón acaba en los noticieros más conocidos, en un post de Facebook con más de 10,000 compartidas, en un tweet que se vuelve viral por haber sido retweeteado por alguna figura pública o algún famoso.

Sí, pasa, se vuelven famosas las denuncias y las injusticias ¿pero cuántas quedan inmunes? ¿Cuántas se vuelven invisibles por el simple hecho de que le pasaron a alguien que no “merece” la atención? Y ¿cuántas se han vuelto visibles solamente porque le pasaron a alguien a quien “no le debió de haber pasado” o porque “¿cómo es posible que le haya pasado a él/ella?”?

Vivimos en una sociedad en la que ahora nosotros decidimos qué se conoce, qué merece nuestra indignación, quién merece que lo que le haya pasado sea tragedia o no.

Y vivimos acostumbrados a que si un caso no se conocía y se conoce 10 años después, nos va a causar indignación. Y ahí, ahí es en donde está la delgada línea de “Hago algo día con día para cambiar mi país” o “Simplemente me indigno si pasa una injusticia, porque si no me pasó a mí todo está bien, seguro a quien le pasó lo merecía o ya le tocaba” (porque, sorprendentemente, si he sido testigo de comentarios así).

Con este libro me di cuenta que siempre me ha gustado rodearme de gente que se indigna, que se enoja, que se frustra, que siente impotencia cuando ve una injusticia en su diario social. Pero me satisface más rodearme de gente que no está conforme con el solo hecho de enojarse. Me gusta la gente que hace, que propone, que se mueve, que vive, que tiene ganas de mejorar su entorno y, más allá de eso, de mejorar la sociedad.

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