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NOTICIAS DEL IMPERIO


Enviado por   •  28 de Marzo de 2014  •  2.019 Palabras (9 Páginas)  •  541 Visitas

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Noticias del Imperio despertó reacciones muy encontradas. Y no hablo tanto de la crítica especializada que, hasta ahora y como de costumbre en lo que se refiere a este escritor, ha sido más bien discreta, sino de los “lectores comunes” que, hasta donde se puede saber, se han apasionado por la novela declarándole una admiración o un odio radicales. Nada de medias tintas: Noticias del Imperio admira o repele, divide al público lector en dos campos irreconciliables: los que se hundieron en la extensa novela con una fruición que se tiñe de tristeza a la hora de terminarla, y los que resuelta e intempestivamente la arrojaron al cesto de la no-literatura. Confieso encontrarme entre la primera categoría de

lectores y haber padecido con algunos de la segunda el terrible diálogo de sordos que se limita invariablemente a repetir sin transacción posible –quiero decir: sin argumento de por medio-: “¡qué. buena es!” o “¡qué mala es!“.

La discusión parece polarizarse en la cuestión de saber si se trata de una novela indigestamente histórica o de un libro de historia al que le sobraría literatura.

Habría que resguardarse de las engañosas apariencias. Noticias del Imperio NO es un libro de historia novelada; Noticias del Imperio es una novela cabal que exige y amerita una lectura en tanto que tal. Si bien se podría asegurar a ciencia cierta que el escritor se ha tomado el cuidado de revisar toda la bibliografía existente sobre el tema y la época, si bien nos ofrece en forma exhaustiva la información disponible al respecto –verosímil o descabellada, comprobada o falsa, importante o insignificante-, esto NO obliga a una especie de buceo histórico ni a adoptar el papel de un Sherlock Holmes en pos de una verdad imposible de hallar (incluso para los “verdaderos”historiadores). Paradójicamente es al dar la ilusión de perseguirla en sus más mínimos detalles como Fernando del Paso expresa esta posibilidad de fijar la Historia, y se entrega a la invención, al delirio, a la exuberancia,que reviste toda la apariencia de una minuciosa investigación para precisamente negar su razón de ser. En pocas palabras: vence al mal con el mal: el exceso de datos y de “materia objetiva”le sirve para subrayar su vanidad y afirmar así el poder de la literatura, de la invención plausible o no, por encima de la científica Historia,para evocar una época, para revivirla y, sobre todo, hacerla vivir en un estilo, en los movimientos de una escritura.Fernando del Paso afirma con Borges que interesa “más que lo históricamente exacto, lo simbólicamente verdadero”, y que su propósito consiste en “tratar de conciliar todo lo verdadero que pueda tener la historia con lo exacto que puede tener la invención”.(p.641) Por lo demás, ¿cabría insistir en que los mismos historiadores,los teóricos y los practicantes, han reconocido y admitido la forzosa invención -0 llamémosla “reconstrucción”-que confiere a todo discurso histórico su parte de ficción, que no significa mala fe ni falta de seriedad intelectual?

Noticias del Imperio sujeta su delirio verbal y enumerativo en una estructura rígida, de simétricas correspondencias, como si tratara de contener carnes boterianas en un recio

andamio de fajas o, incluso, de camisas de fuerza. No deja de asombrar, en la obra de Del Paso, cómo tanta profusión de palabras, de temas, de maneras de voltear un mismo objeto (o un

personaje o una idea) por todos sus lados imaginables e inimaginables, para describir de él hasta su zurcudo más invisible, cómo tanta obsesión por agotar un tema que aparece así inagotable, cómo esta continua “surenchere” pueda caber en un solo libro y pueda,

a fin de cuentas, plegarse a la finitud.La escritura de Fernando del Paso sufre,

desde sus inicios, de un cáncer afortunadamente benigno para las letras mexicanas. Su estilo es, por lo demás, sumamente dúctil, de una elasticidad tal que puede mimetizarse con cualquier forma literaria, haciendo de su escritura una deleitosa parodia. De ahí probablemente el enojo de muchos que pensaron que se les daba gato por liebre:

si la mayor parte del libro rebosa datos de toda índole no es porque Fernando

del Paso pretendiera hacer una desleal competencia a los malos manuales de historia, sino porque la parodia es el arma literaria más punzante para construir un discurso

irónico. Su obsesión por el agotamiento lo lleva, más en esta última novela que en la primera, a poder cobijarse en un “no man’s land” narrativo que le permite abstraerse casi por completo

del “parti pris”. Precisamente porque está en todas las partes posibles -0, al menos, esto es lo que nos hace creer-, acaba por estar en ninguna. Fernando del Paso es un narrador omnisciente

por excelencia y por exceso, pero no porque pretendiera conservar una objetividad

que él sabe de antemano vana e imposible, sino porque su delirio narrativo lo vuelve ubicuo, lo sustrae de cualquier punto de vista porque lo instala en demasiados a la vez. Es cierto

que la parte “mexicana” de la intervención (lo que sucede del lado de la chinaca roja, de Juárez y de sus hombres) ocupa un lugar secundario en la novela, pero habría que pensar que el

esplendor y la miseria del Imperio se debió antes que nada a la presencia de dos inigualables actores: Maximiliano y Carlota. Entre los dos, Carlota es la figura estrella; no solamente porque, como se ha dicho y comprobado, ella gobernó a México en las ausencias físicas y mentales de Maximiliano, y en una forma más decisiva que él, no solamente porque su extraordinaria longevidad hace de ella una insospechada contemporánea de nuestro siglo, sino también porque su locura la convierte en un atractivo e irresistible tema literario. Los doce capítulos dedicados a los monólogos de Carlota, ya vieja, ya loca, ya sola en su castillo de Bouchout en 1927, se intercalan con los otros episodios como un contrapunto, un leitmotiv;

abren y cierran el libro a la manera de un frontispicio y una lápida que resumieran

un drama explicitándolo y dejándolo, a un tiempo, intacto y sobriamente secreto. Estas páginas, por momentos magistrales, recogen y anulan las hipótesis aventuradas tan minuciosamente en los demás capítulos como si, desde otra vertiente, Fernando

del Paso aspirara al mismo tiempo a descubrir el “fin fond” de la historia del Imperio en boca de Carlota y a aniquilar toda versión de autoridad inventando el discurso de la locura. Si la

verdad pudiera haberse revelado por boca de Carlota, su locura invalida toda credibilidad. Es una manera mas de afirmar la vanidad de buscar la verdad histórica. La locura de Carlota no es únicamente una

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