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Enviado por   •  23 de Octubre de 2014  •  1.139 Palabras (5 Páginas)  •  232 Visitas

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Abril,2014

Hola yo soy Simoncito, el niño Bolívar!

Hoy quiero contarles un poco de mi historia, como era esa Caracas antigua, de mis padres antes de mi nacimiento y todo lo que viví incluyendo mis travesuras.

En un día como cualquier otro, bajo la sombra de un muy frondoso árbol , rodeada de gladiolas, tocando con su flauta una tierna melodía, se encontraba una hermosa señorita fuera de lo común, que resaltaba entre los otros por su peculiar presencia aristocrática, linda y refinada, con dulce sonrisa poso sus inconfundibles ojos negros que destellaban humildad sobre una esbelta figura prominente, con el clásico estilo de un criollo adinerado, quien se acerco a ella envuelto en su encantadora belleza, le toma de la mano y la elogia siendo este el inicio de un maravilloso romance que más tarde se convertiría en el fructífero matrimonio de María de la Concepción Palacios y Blanco y Juan Vicente Bolívar y Ponte. Quienes serán mis padres!

Esto hace ya 67160 lunas en una ciudad fría con calles rectilíneas no muy anchas ni tan angosta vestidas por casas coloniales de tierra y arcilla apoyadas en horcones de la propia ciudad, con plazas planas y fuentes lozanas donde se veía desfilar a los blancos con ropas finas que confirmaban su procedencia de la alta alcurnia, los pardos, artesanos con vestimentas no tan opulentas y los negros, esclavos vestidos con ropa humilde y gastada. En esa época las casas de las familias ricas eran grandes y parecidas: de un solo piso, la fachada tenía dos, tres o cuatro ventanas y una puerta de madera que al abrirla daba a un zaguán. Más adelante, el zaguán tenía otra puerta más pequeña para entrar al corredor que rodeaba un patio central con matas de cayena. Claveles, granados y naranjos.

Era un feliz Matrimonio que dichosamente disfrutaba de su riqueza, mientras María (mi madre) se dedicaba tocar la flauta, Juan (mi padre) se desempeñaba en la milicia hasta llegar a ser jefe del batallón general. Ambos eran creyentes de la unión familiar, tenían dos hijos y decidieron concebirme a mí. Aquella noche estaba señalada por los astros. Vaticinando el nacimiento de una nueva estrella entre los venezolanos.

Fue entonces, cuando después de nueve meses, un 24 de julio de 1784 en una noche abierta, un espléndido plenilunio. Dicen que Caracas lloraría el día de mi nacimiento. En casa todo era alegría. Mis hermanas María Antonia y Juana María estaban muy felices al igual que mi hermano Juan Vicente porque ya no era el única ovaron. Las estrellas centelleaban al son de la melodía de mi llanto el futuro libertador, mi cuerpo era un templo de luz, y del saldría una nueva esperanza, la promesa de un glorioso triunfador de una batalla aun no luchada.

Se le recordó a un vocero anunciar el suceso al vecindario:

¡A la familia Bolívar le ha nacido otro hijo!

Todas las familias criollas y peninsulares querían felicitar a mis padres, al coronel Juan Vicente Bolívar y a Doña Concepción Palacios. Los dos eran blancos criollos, que era un grupo de personas distinguidas de la sociedad colonial.

Yo hambriento, estrenando mis pequeños pulmones, llorando con la fuerza inquebrantable de un niño que nació para vencer, fui amamantado por una esclava, Hipólita debido a que mi madre se encontraba muy delicada de salud.

La negra Hipólita

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