Peter Paul
1 de Marzo de 2014
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PETER PAUL, INC., EN LAS ISLAS FILIPINAS
Los directivos de alto nivel y colaboradores de Peter Paul Philippine Corporation, una compañía filial perteneciente a Peter Paul, Inc., habían desarrollado unas máquinas capaces de reemplazar una gran parte de la mano de obra entonces empleada por la compañía para la elaboración de coco rallado. La compañía calculó que si la conversión de la fábrica se iniciaba el 1º de enero de 1959, podría quedar terminada en junio de aquel año. Hasta entonces se habían invertido en el desarrollo de la maquinaria $110.000 ($55.000 al cambio oficial de 2 a 1) y se requería una inversión adicional estimada en $200.000. Se creyó que la conversión produciría una reducción anual en los costos de producción actual entre $350.000 y $700.000 y también aportaría otras ventajas.
La reducción de los costos surgiría principalmente de disminuir el número de empleados en la fábrica de coco, de 960 personas hasta unas 490. La relativamente reducida comunidad filipina, en que estaba situada la fábrica, ofrecía pocas alternativas de empleo.
Peter Paul, Inc., la compañía matriz, fabricante de los ampliamente anunciados Mounds, Almond Joy y otros dulces que contenían coco, había sido fundada en 1919 como sociedad anónima en Connecticut, por seis personas, cinco de las cuales, eran parientes entre sí y de origen armenio. Al principio, la compañía producía un surtido general de dulces y caramelos pero a principios de los 20´s, decidió especialmente en productos de dulces de coco. En aquel tiempo, los dulces de coco no eran muy conocidos. En 1929, la compañía se estableció como sociedad anónima en Delaware.
Hasta principios de los años 30’s, la mayoría de coco rallado procedía de Ceilán; sólo un pequeño porcentaje de la cosecha total se destinaba a la producción de coco rallado. Aun en 1928, de un 90 a un 95% de la producción mundial de coco se destinaba al comercio de copra. Durante los años 30s, el referido porcentaje era aún menor y la mayoría de lo que se producía, se vendía en Europa. Durante este período, Peter Paul adquiría el coco que necesitaba a través de importadores independientes que compraban en Ceilán.
A principios de los años 30’s, varias empresas empezaron a explorar la posibilidad de desarrollar una industria filipina del coco. Como resultado de la presión política que ellos ejercían, los Estados Unidos establecieron una tarifa arancelaria contra el coco rallado de Ceilán y como consecuencia el coco de Ceilán no pudo ser importado a los Estados Unidos de modo rentable, aunque todavía se vendía en Europa. Casi en seguida la industria filipina de coco cobró importancia; en 1941, las Islas Filipinas exportaban anualmente aproximadamente 100.000.000 de libras de coco rallado a los Estados Unidos. En aquel tiempo, el coco rallado se vendía de 5 a 10 centavos estadounidenses por libra. La tasa arancelaria de los Estados Unidos era entonces de 3½ centavos por libra para las importaciones de Ceilán.
En 1941, Peter Paul se había convertido en el consumidor más importante de coco rallado, comprando lo que necesitaba directamente de tres grandes productores filipinos. En 1939 con la inquietud reinante en todo el mundo, la compañía había empezado a almacenar grandes cantidades de coco, de modo que al principio de la guerra en el Pacífico, pudo continuar sus operaciones. Más tarde, durante la guerra, la compañía obtuvo algunos suministros de las Islas del Caribe y de América Central e incluso había operado algunas fábricas pequeñas de elaboración en Florida y Puerto Rico.
Cuando se acercaba el fin de la guerra, la compañía se puso en contacto con sus antiguos proveedores de coco filipino. Estos dijeron que tenían la intención de reanudar la producción, pero al mismo tiempo manifestaron que esto significaba muchos problemas. Virtualmente todas las fábricas de coco rallado en las Filipinas habían sido destruidas. Como dijo el Sr. kazanjian, vicepresidente ejecutivo de Peter Paul: ‘creímos que podíamos entrar en el negocio con mayor rapidez que nuestros antiguos proveedores. La compañía necesitaba una fuente de suministros mayor y más barata que la que podía proporcionarles la fábrica de Puerto Rico y la necesitaba rápidamente, de modo que decidió entrar directamente en las Islas Filipinas.
Después de conversaciones con representantes del gobierno filipino en Washington y varios funcionarios del gobierno estadounidense, Mr Louis Zeun, ingeniero jefe, fue enviado a las Filipinas en abril de 1916. Al cabo de tres semanas, Mr Zeun recomendó que la compañía construyese una fábrica en Candelaria, provincia de Luzón, a unas 90 millas de Manila. Esta era la ciudad más cercana a la zona más densa de cocoteros en Luzón.
La compañía aceptó la recomendación y empleó a un contratista chino para que construyera la fábrica. Debido a sus relaciones locales y su ingenio, la fábrica progresó rápidamente. La excavación empezó en junio de 1946 y la fábrica empezó a trabajar parcialmente el 7 de octubre y el negocio filipino, fue establecido como sociedad anónima en las Islas Filipinas el 29 de junio de 1946 bajo el nombre de Peter Paul Philippine Corporation. El 4 de julio del mismo año, se proclamó la independencia de las Islas Filipinas.
Aunque la Philippine Corporation pertenecía por completo a la compañía matriz de los Estados Unidos, tenía su propio Consejo de Administración. Mr Tatigian y Mr. Kazanjian, el presidente y el vicepresidente ejecutivo de Peter Paul, Inc., eran miembros del consejo, pero todos los demás eran residentes, y aunque no necesariamente ciudadanos filipinos.
Mr. Kazanjian creyó esencial la presencia de americanos en la alta dirección de la sociedad filipina. Sin embargo, el grupo americano había sido limitado a cuatro personas. La intención era hacer la compañía lo más filipina posible. Mr. Kazanjian creyó que si la sección americana era demasiado extensa, la compañía podría parecer excesivamente “extranjera” y así ser vulnerable a ataques de origen político y a acusaciones de explotación. Había dieciséis filipinos entre el personal de alto nivel de la empresa.
Mr. Kazanjian observó que las cuatro familias americanas habían recibido instrucciones para que recordasen en todo momento que estaban en la Filipinas y no en los Estados Unidos y que debían respetar las costumbres locales. Tenía la firme creencia de que no debía haber discriminación alguna entre los hombres “blancos” y los “amarillos” ya que tal criterio había sido un motivo importante del gran éxito del comunismo en grandes áreas del Oriente.
El director general de Peter Paul Pilipinne Córporation era Howard R. Hick, un americano con muchos años de experiencia en Oriente. Antes de la guerra, era empleado de Franklin Baker, una división de la compañía General Foods en el Lejano Oriente. Durante la guerra fue hecho prisionero por los japoneses y durante más de tres años estuvo en el campo de concentración de Santo Tomás en las Islas Filipinas. Los otros miembros americanos de la Sociedad eran el subdirector, el jefe de compras y un cuarto que actuaba como asistente de sus tres asociados. A finales de 1958, el subdirector estaba a punto de volver a los Estados Unidos como adjunto al director general de una nueva fábrica Peter Paul en New Francfort, Indiana; los otros dos hombres ascenderían en la organización. Una de las razones por las que el subdirector iba a volver a los Estados Unidos, era para que sus hijos realizaran los estudios de segunda enseñanza. La compañía empleaba instructores para los hijos de sus empleados americanos en las Islas Filipinas, pero se creía que tal instrucción era satisfactoria sólo durante la escuela primaria.
En el estudio de un caso de Peter Paul Pilipinne Corporation preparado por Albert Ravenholt del American Universities Field Staff en 1958, aparecieron los comentarios siguientes sobre la situación laboral y los posibles efectos de la mecanización de la producción.
“Entre los 950 obreros empleados en los tres turnos, un 60% son hombres y el 40% mujeres. Quizás 6.000 personas dependan directamente de la sociedad para su subsistencia. Indirectamente el municipio entero de Candelaria con una población de unas 45.000 personas se ve afectado por las operaciones en esta fábrica. El salario diario más bajo es de $4.64; el 70% de la mano de obra que se ocupa de pelar los cocos, mediante contrato, recibe un promedio de $6.20 en una jornada de ocho horas”.
“Para los trabajadores y la comunidad de Candelaria tal mecanización provocaría problemas críticos. Aunque esta es una región productora de coco, menos pobre que la zona de arrozales de Luzón central y muchos de los habitantes tienen intereses familiares en pequeñas plantaciones, los trabajadores de Peter Paul no sienten deseos de volver a la agricultura. Sus parientes y amigos que parten cocos con un machete para hacer copra, o queman las cortezas en latas viejas de gasolina para hacer carbón vegetal, ganan como máximo $2 o $3 diarios y además el trabajo es irregular. Además un empleado en Peter Paul, tiene un status sólo igualado en la comunidad por ser propietario de un terreno rentable, ser dueño de un negocio de importancia o ser funcionario del estado. Las economías por valor de $700.000 pesos en los costos de producción en Peter Paul desaparecerán de los ingresos anuales de la comunidad y significarán que una buena parte de esta cantidad dejará de entrar en la caja de los comerciantes de la localidad.”
“La compañía ha tomado un interés mayor que
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