RESUMEN DE LIBRO "AURA" DE CARLOS FUENTES
sarainhResumen16 de Diciembre de 2017
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INTRODUCCIÓN
Se narra sobre el libro que se pidió leer y en este caso fue Aura, del autor Carlos Fuentes, con este resumen de la obra literaria haces que tu imaginación se ponga a volar y lo disfrutes.
"Aura" presenta una historia de fantasía, surrealismo y gótica, en el que encontraremos a un joven culto con un final casi poético. Solo hay tres personajes en la novela, que son Aura, Felipe y la tía Consuelo, se pueden clasificar por su carácter, Felipe seria la persona normal, de carácter estable, y Aura y su tía serían clasificadas como personas extrañas y de carácter temperamental.
La historia es acerca de un joven llamado Felipe Montero, quien es contratado, en una casa de una señora llamada Consuelo, para terminar las memorias de su fallecido marido, lo interesante comienza cuando aparece la sobrina de la señora, llamada Aura, una bella joven que siempre vestía de verde. Toda la historia se desarrolla bajo un raro ambiente provocado por las conductas extrañas de la tía. El joven se enamora de Aura y piensa que tal vez está sometido al mando de su tía, desde ese momento hace todo lo posible para librarla, aunque este motivo no es precisamente el que hace actuar a Aura de tan extraña manera.
El que la obra esté escrita en segunda persona del singular es lo primordial para que lo anterior se cumpla tal cual, esto la hace aún más interesante, ya que en lo personal provoca que te metas por completo a la historia y te sientas parte de ella, en este caso “yo” era Felipe y puedo asegurar que en algunas ocasiones sufría con él.
DESARROLLO
Toda esta historia comienza haciendo referencia a la publicación de un anuncio en el periódico local, el cual pedía a un joven historiador, responsable y ordenado; alguien leía el anuncio, ese alguien tomaba café y fumaba unos cuantos cigarrillos y por estar tan distraído en el periódico no se dio cuenta que las cenizas del cigarrillo estaban cayendo en su café, ese joven se llamaba Felipe Montero, él en su pensamientos tan vagantes creía que sería inútil ir a pedir ese empleo; ya que para esa hora de la mañana algún otro muchacho ya tenía ese trabajo, así que prosiguió para terminar su café, pedir la cuenta y marcharse al paso de también guardar su periódico en su portafolio.
Felipe salió del lugar y se dirigió hacia la parada de autobuses dispuesto a llegar a su casa, llegó y tomó el último asiento que había ahí, esperó y al fin vio el camión venir, se subió y su única alternativa fue el irse parado. Eso hizo, se tomó del barrote puso su portafolio entre sus rodillas y metió su mano en la bolsa de su pantalón para sacar unos cuantos centavos para poder pagar; llegó a su destino, bajó del camión y entró a su casa.
Al día siguiente hizo la misma rutina, llegó al mismo restaurante, pidió un café, las cenizas del cigarrillo caían, y cuál fue su sorpresa que el mismo anunció del día anterior volvió a publicarse, rápidamente pidió la cuenta y fue en busca de la dirección del anuncio, la cual era la calle Donceles número 815, se interesó aún más en ese trabajo porque la paga era de cuatro mil pesos mensuales.
Al llegar ahí, se encontró un callejón muy oscuro, le preguntó a una señora que si ahí era el número 815 y que si vivía alguien, la señora le respondió que sí era ahí y que efectivamente vivía una señora ya grande, también le comentó que tenía que subir 22 escalones para poder llegar. Y así lo hizo, en cuanto terminó de recorrer ese largo callejón se topó con el primer escalón de los 22, llegó al escalón final y a su mano izquierda observó una puerta, la cual empujó y observó un cuarto en total oscuridad, entre esa oscuridad salió una luz, lo que le ayudó para dar con una señora postrada en su cama con su gato al lado, como le habían indicado. Él tomó su mano, pero al mismo sintió algo peludo y pequeño, era el gato de la señora, ella le pidió una disculpa por no haber lugar donde sentarse, Felipe no tuvo problema alguno y le aceptó la disculpa.
La señora le comentó sobre el trabajo que iba a tener, este consistía en arreglar las memorias de su esposo, el General Llorente, Felipe aceptó, ya que no quería dejar pasar la oportunidad de ganar cuatro mil pesos. Él, sin saber, preguntó por su esposo y ella le respondió que había fallecido hacía unos 70 años. Felipe se quedó inmóvil pensando en que esa pregunta había sido un mal comienzo. Sin pérdida de tiempo alguna, continuaron hablando sobre el trabajo, y que para poderlo realizar era necesario que, en primer lugar, se comprometiera a terminar todo de principio a fin, todas las memorias del General, también que era necesario que viviera ahí, que él no tenía que preocuparse por la comida ni la recámara en donde poder dormir, porque todo estaba ya listo.
En el momento en que la señora hablaba y le explicaba todo sobre el trabajo, Felipe sintió la presencia de alguien más, entre la oscuridad trató de ver quién estaba y con la poca luz que había alcanzó a ver a una muchacha muy joven y pues él se asustó, pero no lo demostró ya que hubiera sido vergonzoso.
La Señora Llorente terminó de hablar con él diciéndole que su habitación estaba subiendo las escaleras de caracol, debido a las condiciones en que ella vivía Felipe le contestó que mejor se iría a su casa y todos los días vendría para poder checar los avances en las memorias, a lo que la señora con un tono de enojo le respondió que si quería el trabajo la condición era vivir ahí. A Felipe no le quedó de otra y tuvo que aceptar. Llamó a Aura, su sobrina, la misma muchacha que había visto juntó a él, a ella le indicó que lo condujera hacia la habitación en la que dormiría. Obedeciendo las órdenes de su tía, Aura rápidamente le indicó donde iba a ser su nueva habitación, a la luz de un quinqué le dijo que la cena sería en una hora.
Felipe quedó sorprendido por los ojos tan hermosos que tenía esa bella joven, eran de color verdes. Entró a su habitación todo, pero todo era total oscuridad, sentía una sensación rara, pensaba que sería porque viviría con personas desconocidas, lo cual nunca había hecho, hasta ese momento.
Se recostó en su cama y encendió un cigarrillo, al poco rato miró su reloj y notó que ya era hora de bajar a cenar; abrió su puerta y bajó por esas escaleras en forma de caracol, en cuanto llegó al comedor se sentó. Al estar ahí observó que solo se encontraba Aura y le preguntó por la señora, a lo que Aura le contestó que no bajaría a cenar porque se sentía muy débil. Ella para no dar más explicaciones sobre su tía le preguntó que si quería cenar ya y Felipe le contestó que sí. Los dos cenaron todo en silencio sin cruzar palabra alguna.
Terminaron de cenar y Felipe le comentó a Aura que iría por unos papeles que había olvidado en su habitación, Aura le contestó con voz de reproche, y le dijo que no urgía que llevara esos papeles. Aún con esa respuesta Felipe se levantó rápido de su asiento y se dirigió a su habitación, subió de inmediato las escaleras de caracol y llegó a su habitación y como las puertas de esa casa no tenían chapas únicamente la empujó.
Esa misma noche leyó los papeles de color amarillo y con una tinta color mostaza, con agujeros por la ceniza del tabaco y manchados por las moscas, eso dificultaba más el descifrar las memorias. El general Llorente no tenía inspiración alguna o en una persona en especial sino que sólo escribía lo que le parecía más importante en todo el día. El trabajo de Felipe era principalmente tratar de mejorar las memorias del general.
Esas memorias, narraban desde la infancia del General Llorente en la hacienda oaxaqueña del siglo XIX; pasando por los estudios militares realizados en Francia, y por la amistad con el Duque de Morny, con el círculo íntimo de Napoleón III, el regreso a México en el estado mayor de Maximiliano, así como las ceremonias y veladas del Imperio, las batallas, el derrumbe, el Cerro de las Campanas, el exilio en París, todo eso era lo que Felipe tenía que mejorar y volver a escribir, ya que en el menor tiempo posible debían ser publicadas. Terminó de leer y se acostó con una gran sonrisa pensando en esos maravillosos cuatro mil pesos. En un instante se desnudó y se quedó dormido.
Era ya el siguiente día, pero como no había luz alguna era difícil de saber sí ya era de día; por las aberturas que había en las ventanas de esa recamara un pequeño rayo del sol entró y se dirigió a su rostro, con un poco de disgusto se levantó se metió a duchar y se vistió. Estaba terminado de arreglarse cuando escuchó una campana, esa campana indicaba que era hora de almorzar, ese sonido se escuchaba cada vez más cerca, así que abrió la puerta y observó a Aura, quien le dijo con la cabeza abajo que era hora de desayunar.
Felipe dejó lo que estaba haciendo y trató de seguirla, quería volver a ver esos hermosos ojos color verdes. Bajó la escalera y observó que ya estaba listo su desayuno y con un solo cubierto, rápidamente comió y se dirigió hacia la recámara de la señora Consuelo, quien con voz aguda y débil le preguntó que como había dormido, a lo que él le respondió que bien, y que había leído las memorias hasta tarde, ella con una mano y una seña de negación le dijo que quería su opinión personal acerca de ellas.
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