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Resumen lo que no tiene nombre

maira84Informe28 de Marzo de 2021

975 Palabras (4 Páginas)7.560 Visitas

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Encabezado: RESEÑA DEL LIBRO  

Reseña del libro

Maira Alejandra Bustamante Higuita

Corporación Universitaria Americana

Faculta de Contabilidad

Técnica Profesional en Procesos Contables

Medellín

27-04-2020

Lo que no tiene nombre

Lo que no tiene nombre, es el título del libro que escogió la poeta Piedad Bonnett, para contar la historia de la muerte del su hijo Daniel, el cual era un potencial artista de 28 años, el cual decidió un 14 de mayo de 2011 suicidarse.

A Daniel de 19 años, empezó un problema de acné severo y por el cual lo medicaron con un con un tratamiento nuevo, pero extremadamente fuertes para la piel. El cual la madre dice que es el principio del fin. Del cual dice que el médico no le dice los efectos segundarios de la medicina.

Al final no se puede decir si fue el medicamento o no lo que desencadeno la depresión, síntomas psicóticos y los momentos de suicidio.

Al momento en que Daniel esta en otro país, lejos de su familia, fue el detonante para terminar de desequilibra a Daniel, veía la psiquiatra de la universidad y estaba tomando la medicina, pero, al mismo tiempo, se sentía que no podía con las exigencias de la universidad, por su capacidad de desempeño.

Daniel es un pintor figurativo, pero su mente siempre le decía “que la pintura había muerto”, sentía inseguridad por lo que realizaba por la validez de lo que realizaba; siempre con un temor al fracaso. Cuando ingreso a la Universidad de Colombia quiso llévala a otro nivel su profesión e ingreso a la administración de arte.

Desde ese momento empezó un conflicto entre el pintor y la administración de arte, el cual dio el resultado de una desazón constante. Al final Daniel se sentía en una gran encrucijada, el cual es dejar sus estudios y volver a Colombia y admití un fracaso o seguir adelante el cual lo alejaba de su verdadera vocación. En ese punto decide suicidarse.

Su madre escribe el libro “lo que no tiene nombre” para darle un lugar a la memoria a la vida de Daniel. También para dar testimonio del profundo dolor que embarga a quien es testigo impotente de un padecimiento profundo en alguien que ama y denunciar las grietas por donde se mueve la psiquiatría y la gigantesca tragedia a la que se ve enfrentado alguien que padece esquizofrenia.

En este libro encontré todo aquello que nos construye como seres humanos.

Pude ver, sentir el dolor más vivo que siente una madre con la pérdida de un hijo, Daniel, el cual narra una enfermedad por la cual la gente lo tiene como una estima. la cual es la esquizofrenia, que la mayoría de las veces lleve a tomar la decisión de quitarse la vida.  

Es difícil hablar acerca de una narración tan íntima como la que nos comparte la talentosa Piedad Bonnett, pero como todo lo no dicho en nuestra época, es una necesidad. Necesidad de abrir una puerta a lo que socialmente se nos muestra tan difícil de nombrar: la muerte, más específicamente, el suicidio. Tal vez por eso el título del libro y tal vez por eso el silencio que ronda a todas las personas cercanas a los seres que en algún punto del camino se cansan de luchar contra el sinsentido de la vida. Es un texto que nos habla del dolor, narra en retrospectiva desde el momento en el cual suben los cuatro pisos del edificio en Nueva York donde vivía y estudiaba Daniel, al mismo tiempo el lugar en el cual fue vencido por este incontrolable deseo de saltar al vacío contra el cual había luchado desde muy temprana edad.

En sus páginas se indaga por los últimos momentos de luz de una vida, se trata de reconstruir historias, vivencias y sentimientos, es un intento de calmar el dolor con las palabras, por el cual queda decirte que este libro tal vez te sacará lágrimas, traerá recuerdos a tu vida, pero eso sí, garantizará que las sensaciones más profundas que puedas conectar con la literatura fluyan.

Tuve el privilegio de acceder a un ejemplar restringido, bellamente impreso con pinturas de Daniel, editado por sus padres, y al terminar de mirarlo sentí la urgencia de reconstruir a ese artista a través del libro escrito por su madre. Quería entender por qué paulatinamente sus autorretratos —hechos a partir del momento en que se le evidenció su patología— fueron adquiriendo ese aire indefenso que presagiaba su pavor ante la vida. O por qué empezaron a obsesionarlo esos seres humanos con mordazas, o con un rictus desesperado y unas manos crispadas. O esos perros rottweiler, con bozal unos, o acezando con su salvaje mansedumbre otros, o agonizando solos en un charco de sangre. O esos ejercicios académicos, tan insistentes, con el cadáver de La lección de anatomía de Rembrandt. O esas muñecas desnudas y obscenas que por alguna oscura razón simbolizan lo aciago... Duque(2013).

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