ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Tópicos de sociología y política. Estado, régimen político, democracia, elecciones y representación

mariapompeya88Apuntes26 de Abril de 2025

28.777 Palabras (116 Páginas)26 Visitas

Página 1 de 116

Unidad I: Tópicos de sociología y política. Estado, régimen político, democracia, elecciones y representación

Módulo “Estado”

El objetivo de este módulo es interiorizarse en comprender el concepto de Estado. Dos principales teorías intentaron explicar el Estado: el pluralismo y el marxismo Y su aplicación al desarrollo de los estados latinoamericanos. En un tercer momento se diferencia entre el poder infraestructural y el poder despótico del Estado. Finalmente, se discuten las cuatro grandes áreas donde los estados contemporáneos participan como un actor central: seguridad interior, defensa, infraestructura y redistribución de la riqueza.

Knight. Siguiendo al sociólogo alemán Max Weber, el autor entiende al Estado como un conjunto institucional que reclama la soberanía sobre un territorio, y en el que ejerce el “monopolio de la violencia física legítima”. Esta definición supone dos elementos fundamentales: el ejercicio monopólico de la violencia y la dominación legítima. Esta definición del Estado se vincula con las dos caras del poder: La coerción y La legitimidad.

Otro aspecto importante del artículo de Knight es distinguir al Estado de conceptos de burocracia y Nación. La burocracia -el aparato administrativo del estado- es solo uno de los recursos estatales para reclamar la soberanía sobre un territorio. En tanto, la nación se relaciona con la identidad étnico-cultural de los ciudadanos.

Un tercer punto es: las dos teorías que intentan comprender el estado, el Estado vigilante‟ (teoría pluralista), y el enfoque marxista. El primero ve al estado como una arena neutral donde los distintos grupos de interés compiten, mientras que el segundo entiende al estado como un comité ejecutivo de la clase dominante‟ (burguesía). No obstante, Knight argumenta que estas teorías no son aplicables al desarrollo del estado en América Latina.

Complejizando la visión anterior, el texto de Mann introduce una diferenciación conceptual: El poder estatal puede ser entendido en dos sentidos distintos, como poder despótico y como poder infraestructural. El poder despótico hace referencia a la capacidad de los gobernantes en tomar decisiones unilaterales –esto es, sin requerir el consentimiento de otros actores institucionales o de la sociedad civil-. En cambio, el poder infraestructural se refiere a la efectividad del estado para poner en ejecución las decisiones que se propone. Estas dos dimensiones pueden darse conjuntamente o por separado. Puede haber estados débiles -con bajo poder despótico y bajo poder infraestructural-, como eran los estados feudales, o estados fuertes en ambas dimensiones, como los autoritarismos. Pero también puede haber estados débiles en su dimensión despótica, y fuertes en cuanto a su capacidad infraestructural como los estados democráticos modernos, o con gran poder despótico y bajo poder infraestructural, como los imperios. Por ejemplo, los primeros estados modernos europeos (absolutismos), tenían un gran poder despótico, pero poco poder infraestructural.

Otro punto destacado del texto de Mann es la multiplicidad de funciones estatales donde pueden distinguirse cuatro conjuntos de tareas: el mantenimiento del orden interior (seguridad), la protección militar contra agresiones externas (defensa), el mantenimiento de la infraestructura y la regulación de los intercambios económicos (redistribución).

KNIGHT. 2014. EL ESTADO EN AMÉRICA LATINA DESDE LA INDEPENDENCIA. Economía y política.

1. El concepto del Estado:

Primero, hay que distinguir entre Estado y nación, ambos mezclados en la práctica, son distintos. Ha habido muchos Estados sin base nacional (imperios, Estados-ciudad), y naciones potenciales sin Estado (los Kurdos y catalanes, quizás los maya, aymara, quechua y mapuche).

El Estado, entonces, invoca soberanía sobre un territorio (‘nacional’) donde, conforme la tesis de Max Weber (1964: 156), trata de ejercer un monopolio de la coerción legítima, una definición que incluye dos elementos: un monopolio (que no tolera rivales) de la coerción legítima (una dictadura) Al desplegar su poder, el Estado tiene facultades: fuerzas coercitivas, burocracia, una capital, una moneda legal, una Constitución y leyes. Estas facultades sobreviven aun cuando existan cambios de gobierno o –más importante– de régimen. Los Estados son entes tenaces que, después de ciertos episodios, suelen recuperarse y, de hecho, durante el período de consideración, su fortalecimiento y no su debilitamiento.

Mucho más frecuentes han sido los cambios de gobierno o de régimen (forma del Estado, ya sea oligárquica, democrática, militar, revolucionaria, etc.). La legitimidad puede ser un rasgo del Estado o del régimen. Las súbitas caídas de los regímenes de Porfirio Díaz en México (1911) y de Gerardo Machado en Cuba (1933) fueron clara evidencia de su falta de legitimidad. La legitimidad involucra exigir la obediencia de los ciudadanos y, mientras haya situaciones –como la defensa del territorio nacional– en que el Estado es el actor principal, quizás único, hay muchas otras en donde el Estado se enfrenta a otras autoridades, otros actores colectivos, que también exigen obediencia y ostentan una suerte de legitimidad propia. Algunos movimientos revolucionarios, son dotados de poder coercitivo, pero también tienen sus recursos discursivos, materiales y cliente listicos (al estilo del propio Estado). Los caudillos dependen de intereses e identidades regionales; los movimientos revolucionarios de agravios históricos y promesas para el futuro; los carteles ofrecen puestos, sueldos, prestigio y movilidad social. La Iglesia Católica fue una fuerza poderosa y un contrincante serio; por lo tanto, la legitimidad del Estado fue en parte una función de la contra-legitimidad de la Iglesia y de la relación Estado-Iglesia. De la misma manera, en el siglo XX gobiernos argentinos –como los de Yrigoyen y de los Radicales– mantuvieron buenas relaciones con la Iglesia, igual como lo hicieron las juntas militares de los años sesenta y setenta. Perón comenzó así, y fue su lucha con la Iglesia en 1954 lo que presagió su caída. Incluso Fidel Castro, en 1962, fraguó un arreglo con la Iglesia, cuestión que Lázaro Cárdenas también hizo treinta años antes.

La Iglesia es el rival (potencial) más antiguo y fuerte del Estado pero, con la Revolución Rusa o con el desarrollo de los Estados reformistas e inclusivos, el movimiento obrero se volvió más moderado, socialista y dispuesto a fraguar alianzas con el Estado: con la Confederación Regional Obrera Mexicana, con Perón en Argentina y (en cierta medida) con Vargas en Brasil. Así, mientras que el conflicto religioso (Estado-Iglesia) ha disminuido, el reto del radicalismo (socialista, comunista) ha sido más cíclico.

El tercer punto es la función del Estado y su relación con la sociedad civil, que determina el nivel de legitimidad. Las teorías del Estado, podemos dividirlas en dos (aunque la segunda tiene varias subcategorías). La primera, ve al Estado como una arena neutral donde los individuos y los intereses compiten; el Estado denominado el Estado ‘vigilante’ mantiene las reglas del juego; es un árbitro, no un jugador.

Un segundo enfoque es el clásico modelo marxista del Estado como ‘comité ejecutivo de la clase dominante’ (Miliband 1973: 7). Muy influyente en Latinoamérica, también tiene sus problemas. Primero, presume que existe una ‘clase dominante’ homogénea, con sus intereses. Segundo la clase dominante que ocupa al Estado o, más bien, confía en políticos suyos, como los opulentos estancieros argentinos de fines del siglo XIX despreciaron los puestos políticos, dejándolos en manos de caciques (o caudillos) partidistas, de origen social inferior. En contraste, los terratenientes menores del noroeste –en Salta y Jujuy– ocuparon los puestos políticos, para así proteger sus intereses económicos y su control coercitivo de la mano de obra. El Estado, entonces, muchas veces dejó de funcionar como el fiel comité ejecutivo de la clase dominante, ya que adquirió su propio poder autónomo. Pero la ‘autonomía relativa del Estado’ tuvo formas diferentes. Mencionaré cuatro.

1. Primero, el Estado pudo avanzar en su expansión: lo que se puede llamar ‘la autonomía prusiana’, siendo Prusia, no un Estado que tuvo un ejército, sino un ejército que tuvo un Estado (Knight 2001: 182-3). En Europa la conexión entre la formación del Estado y la guerra: “los Estados hacen las guerras y las guerras hacen los Estados”, en palabras de Charles Tilly (1975: 42). La relación se ve menos en América Latina, donde la mayoría de las guerras han sido civiles, y las guerras ‘totales’ –al estilo de las dos guerras mundiales– han sido muy pocas (Centeno 2002). Sin embargo, las guerras (no-civiles) jugaron un papel en la formación del Estado decimonónico en Chile (la Guerra del Pacífico) y Brasil (la Guerra de la Triple Alianza), y dejaron la herencia de fuerzas militares fuertes, con prestigio y pretensiones políticas.

Pero hacia adentro, la relación entre el Estado y la sociedad civil, vemos tres formas de autonomía relativa. Primero, hay formas positivas, que promueven la estabilidad política y/o el desarrollo económico. Los Estados pueden legitimarse a sí mismos y al sistema socio-económico, fomentando la educación, la cultura nacional y el consenso.

El Estado también asume un papel autónomo económico, promoviendo la inversión, las obras públicas, la regulación del mercado. Estos casos están vinculados a la autonomía estatal ejercida con miras y consecuencias positivas. Pero hay otros casos donde la autonomía sirve intereses particulares y personales.

2.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (192 Kb)
Leer 115 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com