Ensayo Gustos ¿Está todo escrito?

Ensayo

Gustos ¿Está todo escrito?

Siempre he tenido una particular discusión con algún amigo que me está tratando de hacer escuchar, leer o ver a un artista que no conozco o que en su defecto si conozco, pero que no me gusta. La última vez me pasó con el libro 100 Años de Soledad de Gabriel García Márquez, lo odiaba a priori, todo el mundo lo había leído, incluso aquellos a los que derechamente no eran para mí referentes de la crítica literaria -compañeros de colegio o amigos de la casa- por lo que mi primer pensamiento era un ‘si a él le gustó, debe ser ahí no más’ mismo prejuicio que me demoró en casi dos meses el que fuera a ver Avatar al cine o que me ha hecho (casi para mi orgullo) jamás leer un libro como Harry Potter, Crepúsculo, Las Sombras de Grey, Las Crónicas de Narnia o El Código Da Vinci. Finalmente terminé leyendo el libro del colombiano porque se trata de un clásico instantáneo. Y es que una cosa es que el arquero de mi equipo de fútbol se equivoque con un libro que le gustó porque lo obligaron a leerlo, y otra cosa es que la gente del premio Nobel y otros escritores que admiro lo recomienden. Y claro que me gustó, y más que eso, ahora yo también lo recomiendo.

Pero todo esto tiene que ver con los gustos, y estos son subjetivos y contra eso no hay más que callar y escuchar todo tipo de comentarios. A lo que me quiero referir aquí es como esos comentarios son aplicados en lo que para mí son elementos objetivos (y así me declaro de entrada Pitagórico) tales como la música, el cine, la literatura y la fotografía, lo cual representa la clase de manifestación artística con la que mayormente me suelo relacionar en desmedro de la pintura, la escultura, la arquitectura, entre muchas otras.

Y es que tal como indica Tatarkiewicz en su ‘Historia de Seis Ideas’ “La disputa entre la estética objetivista y la subjetivista puede formularse del siguiente modo: cuando decimos que una cosa es <> o <>, ¿le atribuimos una cualidad que esta posee en sí, o una cualidad que no posee pero que nosotros le atribuimos?” Para mí es un asunto complejo porque no me gusta pasar a llevar susceptibilidades, pero a la vez me pone de muy mal humor que alguien confunda la trilogía de Harry Potter con la del Señor de Los Anillos solamente porque ambas películas fueron estrenadas más menos en la misma época.

Sin embargo, y para no definirme finalmente como un superficial ególatra que piensa que lo que a él le gusta es lo mejor y lo demás es aire, es que planteo una interrogante que me gusta sacar a colación en estos casos. ¿Es bueno que los niños, o la gente que se está educando, no lea el Quijote, El Rey Lear, Moby Dick, La Guerra y La Paz y se salte directamente a Ángeles y Demonios o La Casa de Los Espíritus? ¿Qué no vean el Séptimo Sello o Persona o Blade Runner y caigan en sus sillones a ver por octava vez Rápido y Furioso o Shrek? ¿Qué no escuchen a Ray Barreto o Los Beatles o a Stevie Wonder y sólo conozcan El Meneito y la Macarena? Me estoy suicidando cada vez que converso de estas cosas con alguien y con justa razón, es subjetividad versus subjetividad, pero me apetece pensar que el Abbey Road es un álbum de música que está mucho mejor trabajado y – ¿por qué no?- es más bello que cualquier disco de Shakira.

Existen puntos de consenso en ésta –para mí- eterna disyuntiva. Como refiere el autor anteriormente mencionado “…se distinguía entre belleza objetiva (simetría) y otra subjetiva (euritmia) en que no se requería que se dieran objetivamente buenas proporciones siempre y cuando provocara sentimientos agradables en el espectador” Pero, ¿es esto suficiente? ¿Hacer sentir algo a través de una obra la convierte en una buena obra? ¿En una obra bella? Los clásicos del cine coinciden con las mejores películas de todos los tiempos y casi ninguna pasa de la década del ’70 en adelante, por eso mismo son clásicos y por eso mismo el director de Toy Story tendrá seguramente en su estante la filmografía de Bergman. También es correcto afirmar que lo que buscamos en una sociedad como la actual es la penetración de contenidos inmediatos, con un fin estratégico y que no reparan en la pomposidad ni en la grandilocuencia que a su vez la hace carecer de elementos tales como la trama y la sustancia. Frente a esto y citando nuevamente a Tatarkiewicz “En el caso de una armadura o un escudo, lo que se considera principalmente es la belleza como adecuación” o como siglos antes indicara Sócrates “La aptitud, entendida como el uso que se le da al elemento artístico, es belleza en el sentido amplio (si denominásemos belleza a todo lo que es agradable), pero al mismo tiempo se opone a la belleza (si por belleza se entiende la propia belleza de la forma)” Es por esto que siempre la discusión termina en lo mismo. Mis amigos me consideran un snob que no aguanta la música electrónica ni las películas de Disney y yo me compadezco que ellos vayan a morir sin disfrutar un librazo como Los Detectives Salvajes.

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