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Autobiografía De Slash


Enviado por   •  21 de Abril de 2013  •  5.165 Palabras (21 Páginas)  •  306 Visitas

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Era 1989. una vez finalizada la última etapa de la gira Apettite For Destruction, yo estaba de vuelta en Los Angeles, bastante vago e incómodo; por primera vez en dos años no tenía un lugar determinado donde estar, ningún trabajo que hacer al despertarme. Estuve tanto tiempo afuera que nada me satisfacía y todo lo cotidiano me parecía extraño. No sabía cómo se suponía que tenía que ir al almacén luego de haber tocado en grandes estadios en Japón la semana pasada. Estuve de gira el tiempo suficiente como para olvidarme que alguna vez me compraba mis propios cigarrillos y alcohol, y lo que realmente no podía evitar era la adrenalina de tocar todas las noches.

Izzy llamó y fuimos a la casa de un amigo de un amigo, que llamaremos Bill. Habíamos probado algo de heroína en Australia, entonces al llegar a casa ya sentíamos ansias de más. Aparte, luego de dos años de giras, ambos sentíamos que subconscientemente la deseábamos. De todas maneras, Bill tenía buen gusto para las drogas y siempre tenía mucha variedad; también era muy generoso. Cuando comenzás a volverte famoso del todo, algunas cosas típicas suceden: en Hollywood, si salís a un bar, todos quieren comprarte un trago, podés entrar a cualquier club; te guste o no, de repente formas parte del circuito nocturno. Cuando eso comenzó a sucedernos, fue lo menos interesante que alguna vez hubiera imaginado para mi vida. Esa escena hollywoodense era la misma mierda de siempre, y cuanto más reconocido me volvía, menos me gustaba. La cantidad de tipos que querían salir de joda conmigo se había cuadruplicado, entonces me volví enteramente solitario y retrospectivo, por eso tiene sentido que me haya dormido en una zona confortable y seductora de heroína. No quería ir a clubes de stripers, ni salir a buscar minas calientes ni cualquier otra cosa que pudiera hacer gracias a mi nuevo status. Todo lo que quería hacer era ir de Bill y drogarme. Resultó ser el comienzo de una larga y pesada obsesión con la heroína que duró desde 1989 hasta 1991.

Durante ese tiempo pasé por una sucesión interesante de novias, un puñado de ellas que veía en casa, una cada noche. En algún momento de ese mes, mi manager tuvo la brillante idea de hacerme participar de los MTV Video Music Awards, para entregarle un premio a alguien. Ni siquiera recuerdo para quien era el premio, pero mi co-presentadora era la estrella porno Traci Lords, entonces nos encontramos en el backstage y luego comenzamos a salir inmediatamente. Yo estaba en un lugar extraño; era levemente famoso, era infame, pero aún estaba atrapado en un estado rotoso y pagano en cuanto a mi calidad de vida. Por ese tiempo, podía tener 15 millones de dólares en el banco, pero no hubiera cambiado mi estilo de vida en absoluto; no tenía auto, era feliz viviendo en un departamento de un ambiente que parecía la habitación de un hotel normal, no necesitaba nada más –ahí estaba puesta mi cabeza. Al mismo tiempo, sabía cómo comportarme como un caballero, que es lo único que Traci Lords esperaba en una cita. Entonces de alguna manera nos supimos llevar bien.

Pero a Traci no le gustaba nada eso de que nos vieran juntos en público; si íbamos a algún lugar en donde nos pudiera llegar a prestar atención alguien, ella me ponía la estúpida condición de que yo entrase después de ella y nos encontráramos adentro, como si fuese un encuentro casual. Obviamente yo era reconocible, entonces ella siempre insistía en que salgamos por la puerta que da a algún callejón. Ahí comprendí que ella quería guardar un bajo perfil porque no quería que se pensara que era una más de esas groupis trolas o una de esas chicas porno con las que tipos como yo salían. Yo nunca fui de esos, ni los comprendo, de hecho la única razón por la cual la conocía era porque la había visto en esa película en donde se inclina hacia atrás agarrándose los tobillos, y se veía espectacular. Yo realmente apreciaba eso, por eso creí que todo el mundo lo haría también. Nunca llegué a creerle toda es farsa.

Por supuesto que cuando empezamos a salir, mi amigo West Arkeen trajo una copia de “New Wave Hookers” (algo así como “La nueva generación de putas”) entonces pudimos comprobar todo lo que hacía. La película era muy entretenida pero también un poco fastidiosa porque Traci y yo todavía no nos habíamos acostado. Nuestra relación estaba empezando a convertirse en una molestia en vez de en algo que valga la pena.

Un día Traci me llamó temprano para arreglar una salida, y ese mismo día vino West con una pila enorme de crack. Estuvimos despiertos durante dos días y cuando Traci pasó a buscarme para salir, West y yo estábamos gateando por las alfombras en busca de rocas. Yo sabía que ella estaba por venir, pero no podía evitarlo: éramos un desastre, la única persona a la que no le hubiera importado eso era a una puta con crack. El lugar era una pocilga de mierda a todo nivel y no ayudaba en nada que West estaba ahí como si fuera un pigmeo: él media solo 1,55m, tenía el pelo finito y rubio y realmente grasoso después de fumar crack durante dos días.

West tenía esa sonrisa permanente en su cara que se volvía más y más perturbadora a medida que él más se arruinaba. Esa tarde estaba tan arruinado que se le insinuaba abiertamente con la mirada a Traci.

West estaba tan drogado que no tuvo mejor idea que buscar en una estantería la copia de New Wave Hookers y señalando la tapa decía: “Esta sos vos, no? Sos Traci Lords!”. Y seguía sonriéndole.

Traci echó una larga y lenta mirada hacia alrededor. “Ya vuelvo”, dijo con su suave vocecita. “Me olvidé unas cosas en el auto”.

“Si, joya”, le dije. “Después nos vamos”. Yo estaba drogado y no tenía precisamente mucho sentido del tiempo, pero inmediatamente me di cuenta que se había ido lo suficientemente lejos como para alguna vez regresar.

Hice lo que cualquiera con dinero fresco haría luego de alquilar por un tiempo: me compré una casa tal como me indicó mi manager. Aún no tenía idea sobre mi futuro ni cómo manejar las finanzas; no tenía ningún tipo de aspiraciones materiales. No gastaba mucho en nada en ese momento; hasta ese momento el dinero era un concepto abstracto para mí. Encontré una casa en las afueras de Laurel Canyon, y siempre fue conocida como la casa Walnut. Por esos tiempos yo estaba bastante descontrolado. Recuerdo que fui a un encuentro con mi contratista para hablar de la remodelación del baño, y pensaba que llevar algunas líneas sería una buena idea para romper el hielo. Nos paramos en el baño para que me mostrara el trabajo que se iba a hacer. “Si, si, joya flaco”, le dije. Bajé la tapa del inodoro y separé cuatro líneas finitas de coca. “Querés una?”,

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