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De la múltiple utilización de la historia

amitafalimac13 de Mayo de 2014

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De la múltiple utilización de la historia

Luis González y González

Cuando iniciaba la carrera de historia en EI Colegio de México parientes y amigos me preguntaban ¿para qué sirve lo que estudias? Como yo no sabia contestar para qu6 servia una de las profesiones más viejas y hermosas del mundo, pues la había escogido por mera afici6n al cuento o discurso hist6rico, sondeaba a mis ilustres profesores sobre la utilidad de estudiar “1o que fue” para la vida comunitaria de hoy. El maestro Ram6n Iglesias decía: “No creo que el historiador pueda jugar un papel decisivo en la vida social, pero si un papel importante. La historia no es puramente un objeto de lujo.” Recuerdo vagamente que al doctor Silvio Zavala no le caía bien la pregunta aunque siempre la contestaba con la f6rmula de Dilthey: "s61o la historia puede decir lo que el hombre sea". Historia=Antropología. EI maestro José Miranda sentenci6 en uno de sus arranques de escepticismo: "EI conocimiento hist6rico no sirve para resolver los problemas del presente; no nos inmuniza contra las atrocidades del pasado; no enseña nada; no evita nada; desde el punto de vista práctico vale un comino." Para é1 la historia era un conocimiento legítimo e inútil igual que para don Silvio.

Vino enseguida la lectura de tratados sobre el conocimiento hist6rico y el encuentro con las proposiciones siguientes: 'La historia es maestra de la vida" (Cicer6n). "EI saber histórico prepara para el gobierno de los estados" (Polibio). 'Las historias nos muestran cómo los hombres viciosos acaban mal y a los buenos les va bien" (Eneas Silvio). "Los historiadores refieren con detalle ciertos acontecimientos para que la posteridad pueda aprovecharlos como ejemplos en idénticas circunstancias" (Maquiavelo). "Desde los primeros tiempos se le ha visto una utilidad al saber del pasado: la de predecir e incluso manipular el futuro" (Lewis). 'Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado" (Goethe). "Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá" (Brunschvigg). "Quienes no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo" (Ortega). “La recordaci6n de algunos acaeceres hist6ricos puede ser fermento revolucionario" (Chesneaux). "EI estudio de la historia permitirá al ciudadano sensato deducir el probable desarrollo social en el futuro, pr6ximo (Childe).

Una praxis profesional pobre, pero larga y cambiante me ha metido en la cabeza algunas nociones de Pero, Grullo: hay tantos modos 'de hacer historia como, requerimientos de la vida práctica. Sin menoscabo de la verdad, pero con miras a la utilidad, hay varias maneras de enfrentarse al vastísimo ayer. Según la selecci6n que hagamos de los hechos conseguimos utilidades distintas. Con la historia anticuaria se consiguen gozos que está muy lejos de deparar la historia crítica. Con 6sta se promueven acciones destructivas muy distantes a las que fomenta la historia reverencial o, didáctica. Mientras las historias que se imparten en las escuelas proponen modelos de vida a seguir, la historia que se autonombra científica asume el papel de explicar el presente y predecir las posibilidades del suceder real. Cada especie del género hist6rico es útil a su manera. Según la porci6n de la realidad que se exhume será el provecho, que se obtenga. Un mismo, historiador, según el servicio que desee proporcionar en cada caso, puede ejercer las distintas modalidades utilitarias del conocimiento hist6rico. También es posible y deseable hacer historias de acci6n múltiple que sirvan simultáneamente para un barrido y para un regado, para la emoci6n'y la acci6n, para volver a vivir el pasado y para resolver problemas del presente y del futuro. Lo difícil es concebir un libro de historia que sea s61o saber y no acicate para la acci6n y alimento para la emoci6n. Quizá no exista la historia inútil puramente cognoscitiva que no afecte al coraz6n o a los 6rganos motores.

¿Acaso es inservible la historia anticuaria?

En la, actualidad la especie cenicienta del género hist6rico es la historia que admite muchos adjetivos: anecd6tica, arqueo16gica, anticuaria, placera, precientifica, menuda, narrativa y romántica. Es una especie del g6nero hist6rico que se entretiene en acumular sucedidos de la mudable vida humana, desde los tiempos más remotos. Por regla general escoge los hechos que afectan al coraz6n, que caen en la categoría de emotivos o poéticos. No le importan las relaciones casuales ni ningún tipo de generalizaci6n. Por lo común, se contenta con un orden espacio temporal de los acontecimientos; reparte las anécdotas en series temporales (años, decenios, siglos y diversas formas de periodos) y en series geográficas (aldeas, ciudades, provincias, países o continentes). Aunque hay demasiadas excepciones, puede afirmarse que historia narrativa es igual a relato con pretensi6n artística, a expresiones llenas de color, a vecindad de la literatura. Los historiadores académicos de hoy día niegan el apelativo de historiadores a los practicantes de la anticuaria, y por afiadidura, los desprecian llamándolos almas pueriles, coleccionadores de nimiedades, espíritus ingenuos, gente chismosa, cerebros pasivos, hormigas acarreadoras de basura y cuenteros. Con todo, este proletariado intelectual, ahora tan mal visto en las altas esferas, es al que con mayor justicia se puede anteponer el tratamiento de historiador, porque sigue las pisadas del universalmente reconocido como padre de la historia y como bautizador del género. Herodoto, el que puso la etiqueta de historia al oficio, fue, por lo que parece, un simple narrador de los "hechos públicos de los hombres". Después de Herodoto, en las numerosas épocas románticas, la especie más cotizada del género hist6rico es la narrativa.

Aunque en las cumbres de la intelectualidad contemporánea no rifa lo romántico, emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang, que si lo clásico, yin, diurno y racional, en el subsuelo y los bajos fondos de la cultura cuenta el romanticismo, y por ende, la historia anticuaria. Muchos proletarios y pequeños burgueses de hoy suscribirían lo dicho por Cicer6n hace dos mil años: "Nada hay más agradable y más deleitoso para un lector que las diferencias de los tiempos y las vicisitudes de la fortuna." Podríamos culpar a villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de historia narrativa en la presente época pues no se puede negar que los escaparates de las librerías, los puestos de peri6dicos, las series televisivas, los cines y demás tretas de comercio y comunicación venden historia aunaría a pasto, en cantidades industriales. Sin lugar a dudas la vieja historia de hechos mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la televisi6n. Estamos frente a un punto de aceptaci6n masiva, a una droga muy gustada, a una manera de dormirse al ritmo sin molestias.

Seguramente es una especie de historia que sirve para usos revolucionarios. Es fácil aceptar lo, dicho por Nietzsche: 'La historia anticuaria impide la decisi6n en favor de lo que es nuevo, paraliza al hombre de acci6n, que siendo hombre de acci6n, se rebelaría siempre contra cualquier clase de piedad."HOY, en los frentes de izquierda, se afirma frecuentemente que la erudici6n hist6rica que deparan los anticuarios "es una defensa de todo un orden de cosas existentes", es un baluarte del capitalismo, es un arma de la reacci6n. En los frentes de derecha tampoco faltan los enemigos del cateo de saberes de-leitosos del pasado estos se preguntan: ¿Para qué nos sirve el simple saber de los hechos en si? Atiborrar la mente con montones de historias dulces o picantes es disminuir el ritmo de trabajo. Izquierdas y derechas, y en definitiva todos los encopetados y pudientes, lo, mismo revolucionarios que reaccionarios, coinciden en ver en los anecdotarios his¬t6ricos un freno para la acci6n fecunda y creadora, un adormecedor, una especie de opio.

Si se cree que no todo es destruir o cons¬truir, si se acepta el derecho al placer, si se estima que no hay nada negativo en la toma de vacaciones, se pueden encontrar virtudes, un para que positivo en la escritura y el consumo de textos de historia anticuaria. Para el primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo que se hacia, al revés de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos, pero que procuraba parecido deleite al de viajar. Los que, escriben a la manera de Herodoto nos ponen en trance turístico. En palabras de Macauly, "el gusto de la historia se parece grandemente al que recibimos de viajar por el extranjero". El que viaja hacia el pasado por libros o películas de historia anticuaria, se complace con las maravillas de algunos tiempos idos, se embelesa con la visi6n de costumbres ex6ticas, se introduce en mundos maravillosos. La mera búsqueda y narraci6n de hechos no está desprovista de esta funci6n social. Este papel desempeñan los contadores de historias para un público que se acuclilla alrededor del fuego así como los trovadores y cantantes de corridos para los concurrentes a la feria. Ojala que la gente importante le perdone la vida al cuento de acaeceres pasados, que no les aplique la 61tima pena a los historiadores que s61o proporcionan solaz a su lectorio o auditorio. ¿Por qué no permitir la hechura de libros tan gratos como Ancla en el tiempo de Alfredo Maillefert? Que no se diga que no están los tiempos para divertirse sino cínicamente para hacer penitencia. En toda época es indispensable soñar y dormir. Sin una mente cochambrosa o demasiado desconfiada es posible apreciar el para qu6 positivo de las historias que

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