El prisionero 13
Andrés PillajoEnsayo9 de Noviembre de 2019
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UNIVERSIDAD DE CUENCA
FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACION
CARRERA DE CINE Y AUDIOVISUALES
CINE DOCUMENTAL
Nombre: Andrés Pillajo Fecha: 7 de octubre del 2019
Fernando de Fuentes, su exitoso cine de la Revolución Mexicana.
Fernando de Fuentes, poeta, ingeniero y filósofo de profesión. Se inició en el arte cinematográfico en el año 1931 cuando aceptó ser segundo asistente de dirección del cineasta Antonio Moreno en Santa, el primer largometraje mexicano sonoro de la historia. Debutó como director con la cinta El anónimo (1932), pero La Revolución Mexicana se convertiría en la temática y el escenario perfecto para que Fernando tuviera renombre en la industria cinematográfica de México. Su éxito radica en la forma en la que construyó tres historias independientes, basadas en lo ocurrido entre 1910 y 1917 con una notada complejidad narrativa. El prisionero trece (1933) El compadre Mendoza (1933) y ¡Vámonos con Pancho Villa! (1935), muestran la imagen de la Revolución como algo avasallante, y un momento de crueldad. Iniciaremos analizando el estilo cinematográfico de Fernando de Fuentes, también su posición y la manera de contar un acontecimiento tan importante para su país y las represarías que tuvo, esto en base al primer film de la trilogía, El prisionero trece (1933).
Su intelecto se ve marcado en cada uno de sus Films, Fernando era poseedor de una técnica alejada de los estereotipos y sabia aprovechar las nuevas oportunidades que el cine sonoro le brindaba, Ulises Castañeda dice: “Fernando de Fuentes fue quien supo entender mejor que nadie el lenguaje cinematográfico en comunión con el sonido. Se inspiró en vivencias de la Revolución Mexicana para contar historias influenciadas por la estética cineasta de Eisenstein.”.[1] Fernando de Fuentes poseía un estilo preciso, rico en resonancias y especialmente una planificada y creativa forma de mostrar aquellas cosas que aún siguen lastimando a México. La experiencia de la revolución Mexicana vivida le suministraba un sinfín de ideas a de Fuentes ya en los años 30, su apego al trabajo de Eisenstein quien había visitado su país, hicieron que su planificado trabajo le rindiera frutos.
El prisionero trece y la trilogía de Fernando en general., por más poseedora de guerra y violencia que esta tenga, muestran también escenas conmovedoras y reflexivas, Arturo Mañaga dice: “De Fuentes, como un observador se cuestiona sobre el sentido de la guerra e intenta revivir o comprender el ambiente y las situaciones extremas de ese periodo, sus personajes mueren al buscar inútilmente la gloria o satisfacer las ambiciones de un caudillo.”[2] De Fuentes a su estilo busca el detonante y el fin de la guerra en sus historias, con lo que ha observado durante esos años pone en escena de gran manera esas experiencias. Tratando de dejar una lección moral en el espectador de Fuentes retrata a ese México lleno de corrupción, traición, falta de ideales, exceso de poder y con un pueblo desinformado.
La censura llega a partir del primer film de esta trilogía, El prisionero trece para el estado denigraba al ejército y fue editado. Ulises Castañeda parafrasea a Alfonso de Icaza: “La censura debería vigilar a los que dentro de México mismo, buscan nuestros defectos para exhibirlos ante los ojos del mundo entero”[3]. La clase acomodada y el gobierno mismo se sentían al descubierto en estos films de éxito, por lo que siempre buscaban su censura. El crítico Alfonso de Icaza, notablemente al servicio del gobierno buscaba callar a un cineasta que con sus historias ponía en evidencia de la degeneración del Estado y el régimen militar.
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