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DINERO ENDÓGENO E INNOVACIONES FINANCIERAS

J Gama-CárdenasTesis4 de Agosto de 2021

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CAPÍTULO I

DINERO ENDÓGENO E INNOVACIONES FINANCIERAS

El desarrollo histórico del sistema bancario, así como los cambios institucionales y tecnológicos consustanciales al mismo, han modificado los objetivos intermedios y finales de la política monetaria. Dichos cambios se aceleraron con los procesos de desregulación financiera a nivel mundial, siendo los Estados Unidos el primer país en instrumentar políticas tendientes a desregular su sistema financiero a principios de la década de los 1970, para ser seguido por otros países industrializados y en desarrollo, como los Latinoamericanos. En este caso, la mayoría de sus gobiernos aceleraron los procesos de desregulación de sus sistemas financieros a finales de la década de los 1980.

Uno de estos cambios es la profundización del carácter endógeno del dinero, como consecuencia del desarrollo de otras formas de pago derivadas de las innovaciones financieras. El hecho de que los bancos centrales se sigan asumiendo como prestamistas de última instancia es un indicador del reconocimiento del carácter endógeno del dinero, así como de los problemas que enfrentan aquellos para controlar la liquidez ante el surgimiento de nuevos productos y servicios financieros en general.

Si bien los bancos centrales mantienen cierta capacidad para fijar la tasa de interés nominal de corto plazo, la cual influye en las demás tasas de fondeo, los mecanismos bancarios para evadir las regulaciones del banco central dificultan el control de la oferta monetaria (Dow y Rodríguez 1997). La mayor libertad de los bancos comerciales para crear dinero bancario dificulta el diseño y elección de los instrumentos de política monetaria que le permitan a los bancos centrales cumplir con su objetivo final.

Bajo la nueva estructura financiera desregulada, la actividad de los bancos comerciales se volvió determinante en la generación de liquidez y en la expansión de las actividades especulativas, debido al surgimiento de nuevos intermediarios financieros bancarios y no bancarios, por un lado, y a la mayor capacidad de creación de dinero bancario por parte de éstos, por la otra. Estas condiciones han debilitado la capacidad de la política monetaria y, por ende, de los bancos centrales para controlar el nivel de liquidez en sus economías. Esta situación ha significado la pérdida del señoreaje estatal por concepto de emisión de dinero fiduciario, el cual ha pasado a formar parte del margen de ganancia de la banca privada.

1. Revisión de la teoría convencional del dinero exógeno.  

El enfoque neoclásico sobre la política monetaria asumió que los bancos centrales tenían la capacidad de controlar la oferta monetaria mediante el control de los agregados monetarios y variaciones en la tasa de interés. Esta tesis condujo a sus teóricos a sostener que el crecimiento de la oferta de dinero es estable y, en consecuencia, la demanda de dinero también es estable, dado el supuesto de pleno empleo de los factores productivos. El dominio de este enfoque en el diseño de las políticas macroeconómicas a nivel mundial, condujo a priorizar a la política monetaria como el instrumento más efectivo para estabilizar la economía e inducir el crecimiento económico.

Hacia mediados de la década de los 1970, estos planteamientos se hicieron insostenibles en la práctica, pues la evidencia empírica demostró que la demanda de dinero es inestable, y que ello había obligado a los bancos centrales a asumir una posición acomodaticia con respecto a la oferta monetaria, para evitar variaciones bruscas en la tasa de interés de corto plazo.

1.1. El enfoque neoclásico y el carácter exógeno del dinero

En el modelo teórico neoclásico la oferta monetaria es una variable exógena; esto en la práctica significa que los bancos centrales tienen la capacidad de controlar el nivel de liquidez de una economía, mediante las reservas obligatorias. Según este enfoque, un aumento en la tasa de crecimiento de la oferta monetaria por encima de la tasa de inflación esperada provocará en el corto plazo un incremento en los precios y, en consecuencia, en la tasa de inflación. Ahora bien, en este mismo lapso de tiempo puede ocurrir un incremento en la producción y el empleo, el cual se mantendrá hasta el momento en que los agentes económicos se percaten de que la tasa de crecimiento de la oferta monetaria es superior a la prevista y, por tanto, que también la tasa de inflación es mayor. En ese momento los agentes corregirán su comportamiento, con la consecuencia de que tanto el nivel de producción como del empleo regresen a su nivel anterior, que es el óptimo, pero con precios nominales elevados. No obstante, este incremento en los precios, se concluye que un aumento en la oferta monetaria sólo generará un aumento en el nivel de precios proporcional al incremento de la oferta monetaria. Ello es así, porque para los teóricos neoclásicos el dinero es neutral y las libres fuerzas del mercado conducen a la economía al pleno empleo de los factores productivos.

Según Patinkin (1954), existe un vínculo entre la teoría del valor y la teoría del dinero que explica cómo un aumento en la oferta monetaria provoca un incremento en el nivel de precios en la misma proporción, manteniendo estables los precios relativos. Este vínculo es el denominado efecto de saldo real, y para explicarlo Patinkin construye un modelo walrasiano de equilibrio general que parte de los siguientes supuestos: a) Los precios son perfectamente flexibles, b) Existe un subastador que registra todos los precios de oferta y demanda que asegura que las transacciones en todos los mercados se realicen a los precios de equilibrio, c) Existe recontratación al precio que equilibra cada mercado, y d) El único activo financiero es el dinero.

Siguiendo este modelo, existen dos mecanismos simultáneos por los que se llega a los precios de equilibrio. El primero es el mecanismo del efecto sustitución, que determina los precios relativos de las mercancías mediante la sustitución de sus respectivas demandas. Este mecanismo supone que todas las demandas son sustitutivas, lo que asegura que no haya excedentes, dados los precios relativos. El segundo efecto es el de saldo real, mediante el cual se determina el nivel de precios y solo opera en situaciones de desequilibrio. Por ejemplo, si los precios relativos son de equilibrio pero el nivel de precios no lo es; entonces, el valor real de los saldos monetarios actuará elevando o disminuyendo todas las demandas hasta llegar al nivel de precios de equilibrio.

Siguiendo el razonamiento de Patinkin, el efecto de saldo real no se aprecia en las teorías del valor y del dinero porque ambas teorías basan su análisis en situaciones de equilibrio. Patinkin explica este argumento a partir de una situación en la que los precios relativos son de equilibrio pero no el nivel general de precios; lo que implica que los individuos no poseen el nivel de saldos monetarios reales deseados, lo que provoca que algunos individuos acumulen mientras que otros desacumulan dinero. De la misma forma, existen excesos de demanda u oferta en el mercado de bienes, aunque los precios relativos de los bienes sean los correctos.

En su explicación sobre el argumento de que el efecto de saldo real no se aprecia en la teoría del valor ni en la del dinero, Patinkin supone una comunidad de dos individuos que tienen la misma curva de demanda de saldos monetarios reales, representada por una curva de Engel, en la que se muestra que, en la medida en que se posea más saldos reales, menores adiciones de los mismos se desearán. Si el individuo A se encuentra en una situación de adición de saldos, el individuo B desea desacumular saldos. La redistribución de saldos se dará en el momento en que la adición de saldos de A sea mayor que la de B, ya que al existir un exceso de demanda de saldos monetarios reales y una insuficiente demanda de bienes, los precios comenzarían a descender. Una vez que los precios desciendan, los saldos reales de A y B subirán, haciendo que A demande menos saldos adicionales y que B ofrezca más saldos, provocando que la oferta y la demanda se igualen. Este comportamiento continuará hasta el momento en que A y B logren llegar a un punto de equilibrio, donde ninguno de los dos individuos tenga deseos de aumentar o disminuir sus balances reales.

De acuerdo con Patinkin, una vez alcanzado el equilibrio de largo plazo, que será en el punto en que A y B poseen los balances reales deseados, si se decide duplicar la cantidad de dinero; entonces, los precios se duplicarán si el incremento en el dinero se distribuye de forma proporcional al monto de los saldos reales que cada individuo tiene. Patinkin señala que de no ser distribuido de manera proporcional el aumento del dinero, éste perderá su cualidad de neutralidad, pues existirá un desajuste de precios al aumentar más los precios de los bienes que se compren por los individuos de ingresos altos, en comparación con los bienes que compran los individuos de ingresos bajos o menos favorecidos en la distribución del ingreso.

Este enfoque fue criticado por Archibald y Lipsey (1958), por considerar que en una situación de equilibrio todos tienen los saldos reales deseados y consumen la totalidad de su ingreso. De tal forma que, aunque se incrementara la oferta monetaria, y ésta se distribuyera de manera desigual, el equilibrio se restablecería con un incremento en los precios en la misma proporción en que aumentó la oferta monetaria.

En conclusión, a partir de la dicotomía clásica y la neutralidad del dinero, el enfoque neoclásico construye la teoría del dinero exógeno, ya que se afirma que la oferta monetaria es una variable exógena controlada por la autoridad monetaria a través de mecanismos discrecionales, como el manejo de reservas bancarias.

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