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El Horror Economico


Enviado por   •  7 de Febrero de 2014  •  3.305 Palabras (14 Páginas)  •  383 Visitas

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"El mercado laboral está menguado y en vías de desaparecer". (p. 65); "se pretende que El hlo social y económico están regidos por las transacciones realizadas a partir del trabajo cuando éste ha dejado de existir". (p. 13). Son algunas de las frases que utiliza la autora francesa para plantear una de las ideas bases de su libro: la desaparición del trabajo. En los primeros capítulos nos habla de cómo la gran mayoría de los seres humanos están encerrados en un paradigma que ya no existe: el mercado del trabajo. Aún no nos hemos dado cuenta de la casi inexistencia del trabajo, estamos parcialmente ciegos ese aspecto. En este libro se define al trabajo como un mito, como algo que ya no existe más, pero al cual la sociedad se aferra, plantea una serie de tesis con la indignación y el cansancio moral de quien se siente obligado a repetir por enésima vez las verdades que tantos parecen empeñados en ignorar: "Todo se organiza, prevé, prohíbe y realiza en función de la ganancia, que por lo tanto parece insoslayable, unida al meollo mismo de la vida hasta el punto que no se pretenda no es sino un fraude que existe un gobierno mundial que le deja a los estados nacionales la administración de los símbolos ideológicos pero se reserva para sí, no ya la declaración de su existencia sino las decisiones políticas al margen de las instancias oficialmente políticas”.

A lo largo de nuestra vida, se nos plantea el trabajo como una meta a alcanzar, y la adquisición y conservación de un trabajo se ha convertido en un mito inherente en nuestras sociedades, algo necesario para un status, para un prestigio, por lo tanto quien sufre el desempleo corre el riesgo de ser poco a poco excluido de la sociedad, ya que el desempleado es visto por los demás miembros de una forma negativa debido a la “abundancia de puestos de trabajo que existen”, lo que provoca en la persona que sufre el desempleo un fuerte sentimiento de vergüenza.

Los desempleados engendran un fuerte sentimiento de culpabilidad, acusándose de aquello de lo que son víctimas.

Se establece que para tener derecho a la vida se debe trabajar, pero ¿es normal establecer como condición necesaria algo que, según la autora, no existe?

Se pretende excluir a los desempleados de la sociedad cuando están siendo absorbidos por ella. El excluído es, básicamente, nuestro desocupado. Sólo que en el presente momento tecnológico, histórico, demográfico, se trata de un desocupado crónico, un trabajador obsoleto que vuelve cada vez menos al mercado.

La actividad laboral es el cimiento de la civilización occidental. Es vital. Sirve para llenar el espacio. Al día de hoy, nos es indispensable para ganarnos el derecho de vivir. Es una de las muy pocas maneras que tenemos para demostrar nuestra utilidad, es nuestra defensa, por eso nos aferramos tanto a ella, cuando inconscientemente sabemos que ya no existe y que en poco tiempo desaparecerá por completo. Para decirlo de otra forma, alguien útil es alguien que es rentable, “empleable” o mejor dicho explotable. Pero, cuando no hay oferta de trabajo, ¿cómo puede uno cumplir con esa “obligación”?. Es cuestión de una inserción social que es imposible. Desafortunadamente, la labor y la economía son dos conceptos que ya no están a nuestro alcance y si no hay más promesas de empleo es porque casi no se hacen transacciones reales, con cosas concretas. En vez de eso, son “especulaciones de especulaciones.” No hay producción sin apuestas. Y eso da lugar a un mercado totalmente “artificial, acrobático, […] ilusorio, basado en simulacros […] e invisible” que no requiere mano de obra o muy poca.

Si encendemos la televisión o leemos los periódicos o salimos por la calle, nos damos cuenta de la pobreza, de la miseria. Nos esteramos del sufrimiento humano. Contamos con millones de destinos destruidos, aniquilados en nombre de las ganancias. Las privaciones sufridas debilitan y marginalizan a las víctimas del desempleo, quien es el actor principal de la fractura social. Todos sabemos que hay, en palabras de la autora: “multitudes abandonadas en otros continentes, poblaciones enteras libradas al hambre, las epidemias y todas las formas de genocidio […] dominadas por los potentados aceptados y sostenidos por las grandes potencias. Y sin embargo día con día solo nos preocupa el conservar el poco o mucho trabajo que tengamos, porque aunque somos consientes de todo lo que pasa a nuestro alrededor, no somos capaces de hacer nada para cambiarlo, y es que el ritmo de vida que nos ha impuesto la sociedad en que vivimos nos ha llevado a considerarnos como los únicos dignos de nuestra atención, a pensar que nadie más sufre más allá de nosotros, porque nosotros somos los marginados, los mal tratados.

El funcionamiento de esta manera de las empresas acabaría con las formas de trabajo ya que a menor gasto en mano de obra, mas será la plusvalía generada por las empresas.

Los denominados “excluidos” del trabajo forman el embrión de esas multitudes que podrían ser nuestras sociedades futuras si se siguen desarrollando los esquemas actuales en cuanto al trabajo. Y es según lo que nos expone la autora “La ferocidad social siempre existió, pero con límites imperiosos porque el trabajo realizado por la vida humana era indispensable para los poderosos. La supervivencia de la humanidad nunca estuvo tan amenazada, porque hasta ahora el conjunto de la humanidad tenía una garantía: era esencial al funcionamiento del planeta”.

Pero ya no lo es, el pequeño número de poderosos que mueven los hilos de las economías más grandes del mundo ya no necesitan el trabajo de los demás, y el problema principal es que esos individuos rechazados no tienen ningún lugar donde poder trabajar, aunque esto produce un sentimiento de indiferencia en aquellos que no necesitan del servicio de los trabajadores ya que solo les interesa obtener beneficios económicos.

Actualmente se considera privilegiados a aquellos individuos que poseen un trabajo aunque este sea mal pagado, ya que la norma general es no tener ningún trabajo. Aquellos individuos que alardean de su estabilidad laboral serán los fundadores de la economía moderna en expansión. Sus argumentos son la promesa redundante de la “creación de puestos de trabajo”, aunque supondrán la desaparición del trabajo y la prolongación artificial de su imperio.

Pero, según esto, ¿a quienes se podría señalar como culpables?

Los políticos y los gobiernos de nuestra época toman decisiones a favor de las empresas. Es decir que favorecen más el ámbito económico que el social. Aparentemente, se movilizan en torno a los conceptos de “trabajo” y “desempleo” pero en realidad, fingen, haciéndolo

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