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Etapas De La Moneda

Rosa222111 de Mayo de 2014

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Capítulo 3. La realidad monetaria a través de la historia.

1. Objetivos de este capítulo.

2. El trueque no monetario.

3. La realidad monetaria entre los pueblos primitivos.

4. Los sistemas monetarios de las civilizaciones nacientes.

5. Aparición de la moneda metálica concreta.

6. De la moneda metálica al papel moneda.

7. El billete de banco inconvertible.

8. Referencias bibliográficas de este capitulo.

1. Objetivos de este capítulo.

En el capitulo anterior, al hablar de los elementos de los sistemas monetarios, se ha utilizado un tipo de exposición que sugería de alguna manera una cierta sucesión de etapas en la evolución del mercado y de los sistemas monetarios dentro de él.

Esta sucesión de etapas se podría resumir así:

1. En un primer momento, el mercado funciona sin sistema monetario por medio del simple trueque no monetario.

2. En un segundo momento, aparecen las unidades monetarias con sus consecuentes valores mercantiles y comienza así el trueque monetario.

3. Finalmente, en ciertos mercados dinámicos y evolucionados, se inicia el uso de los instrumentos monetarios, los cuales posibilitan el cambio monetario elemental.

Como ya se ha advertido, esta interpretación no pretende ser histórica; por este motivo, se ha evitado dar ninguna clase de referencia propiamente histórica a lo largo de todo el capítulo anterior, mientras que se ha puesto el acento en los aspectos más teóricos de los sistemas monetarios.

Pero también se ha dicho que la interpretación teórica había sido abstraída a partir de hechos históricos reales. Al objeto de no quedarnos solamente en una interpretación teórica, la cual es siempre excesivamente simplificadora de la complejidad de los hechos reales, y que además podría ser considerada totalmente arbitraria, daremos, en este capitulo, las referencias concretas de los hechos subyacentes a nuestra interpretación. Hechos que pretenden dotarla de una base empírica.

Es necesario advertir que la reconstrucción del desarrollo histórico de la realidad monetaria, tanto entre los pueblos prehistóricos o antiguos como entre los pueblos primitivos actuales, presenta serias dificultades: los documentos existentes son pocos y parciales, y su interpretación es una labor muy delicada.

Con estas limitaciones, pues, iniciamos el tema.

2. El trueque no monetario.

De los estudios realizados sobre el intercambio utilitario entre pueblos primitivos existentes en la actualidad se deduce que, entre estas sociedades, el trueque no tiene un carácter únicamente utilitario, sino que cumple sobre todo una función social. Posiblemente, por paralelismo etnográfico, se podría decir lo mismo de las poblaciones prehistóricas.

De hecho, en las poblaciones humanas de organización social más sencilla -las denominadas de «cazadores-recolectores»- el sostenimiento individual y familiar se desarrolla en el interior de la comunidad, por lo que el intercambio utilitario no es vitalmente necesario. Sí lo es, en cambio, socialmente, ya que sirve para establecer lazos de amistad y alianzas con otros grupos o bien para afianzar las relaciones sociales existentes en el interior del propio grupo.

Debido a la gran importancia de este componente social, el trueque primitivo está muchas veces revestido de formalidades, de rituales complejos ligados a la magia, es decir, a la concepción sacral de la vida del hombre. Todo acto de intercambio es considerado sagrado, al igual que todas las relaciones sociales.

3. La realidad monetaria entre los pueblos primitivos.

Entre los pueblos primitivos existentes en la actualidad el conocimiento y la utilización de alguna clase de sistema monetario destaca en tres partes del mundo: África occidental y Central; Melanesia y Micronesia; y el oeste de Norteamérica.

Es necesario resaltar el hecho de que los pueblos de todas estas zonas practican unas avanzadas relaciones utilitarias de tipo neolítico, ya sea agrícola o pastoril. Este utilitarismo neolítico es, sin embargo, todavía poco especializado: cada pequeña unidad social productora puede autoabastecerse en gran medida y por, eso el trueque conserva aún un carácter fuertemente social.

Estos pueblos tampoco conocen sistema alguno de escritura y, no obstante, poseen unos sistemas monetarios constituidos por lo que hemos denominado unidades monetarias y valores mercantiles.

Efectivamente, entre las poblaciones primitivas de las zonas mencionadas -no únicamente de estas, pero sí principalmente-, ciertos objetos (que evidentemente varían según la población de que se trate) están revestidos de una gran importancia social: son símbolos de riqueza y confieren al que los posee un gran prestigio.

Debido a que estos objetos son a menudo intercambiados ceremonialmente con ocasión de ciertos acontecimientos sociales, muchos etnólogos los han equiparado a una forma «disminuida» o primitiva de la moneda metálica que estuvo en vigor entre todos los pueblos civilizados actuales, hasta que fue sustituida definitivamente por los billetes de banco de curso forzoso, entre 1.914 y 1.936.

Ahora bien, es posible una interpretación muy diferente. Estos objetos parecen tener dos funciones claramente diferenciadas. La primera, fundamentalmente social, de creación y mantenimiento de lazos de amistad y de relación: es la que se desarrolla a través del intercambio real y concreto de estos objetos en ocasiones muy bien especificadas de gran importancia social.

Estos mismos objetos llevan a cabo una segunda función estrictamente utilitaria, y es la de servir de patrones de medida de valor en el intercambio de los bienes utilitarios corrientes.

En este segundo caso, dichos objetos no son nunca realmente intercambiados sino que son únicamente una referencia abstracta para calcular equivalencias entre otras mercancías valoradas en ellos. Eso es precisamente lo que hemos denominado unidad monetaria. Los valores asignados en unidades monetarias a cada mercancía son los valores mercantiles de dichas mercancías.

En algunos casos, la documentación etnográfica que poseemos es insuficiente para poder confirmar o infirmar con suficiente base empírica esta interpretación. Esto es debido, sobre todo, a los prejuicios de ciertos etnógrafos quobservación hacia unas realidades determinadas descuidando otras más significativas para un estudio global del utilitarismo primitivo.

A pesar de estas dificultades hemos seleccionado un par de ejemplos que parecen ir en la dirección indicada:

Primer ejemplo: en las islas del Almirantazgo (Papua/Nueva Guinea) los nativos pueden evaluar todos sus bienes en conchas y dientes de perro. En los intercambios corrientes las conchas y los dientes de perro no se utilizan casi nunca, mientras que su uso es obligatorio en los intercambios rituales.

Segundo ejemplo: entre los Lele de Kasai (Zaire), la tela de rafia constituye el patrimonio nupcial que ha de poseer todo hombre que se quiera casar. Pero, al mismo tiempo, también todos los bienes que son objeto de intercambio no ritual pueden evaluarse en unidades de tela de rafia. En estos intercambios, la tela de rafia no interviene como mercancía concreta sino únicamente como patrón de valor.

Nos inclinamos, pues, a hablar de la existencia, en estos pueblos, de unidades monetarias abstractas y no de objetos monetarios concretos. Para poder generalizar esta interpretación a todos los pueblos neolíticos que conocían alguna clase de realidad monetaria, sería necesario realizar estudios exhaustivos que están reservados a especialistas en etnografía.

4. Los sistemas monetarios de las civilizaciones nacientes.

La arqueología nos ha descubierto en los últimos decenios como nacieron las primeras civilizaciones en el Asia sudoccidental (Mesopotamia, Elam, Próximo Oriente...), en el valle del Indo, en Egipto y más tarde en el Egeo, el valle del Danubio, etc.

Estas civilizaciones o «culturas de ciudad» estaban fundamentadas en un utilitarismo neolítico avanzado, con cultivo extensivo de cereales y con una división de trabajo cada vez más estable.

En ellas aparece por primera vez la escritura, pero la escritura no es sino la consecuencia de otra práctica social anterior que aquí nos interesa mucho recoger, ya que no es otra cosa que la utilización corriente de instrumentos monetarios como los descritos en el capitulo anterior.

Desde los inicios mismos de su neolitización estas sociedades contaban probablemente con unidades monetarias como las definidas, casi siempre abstractadas a partir de las mercancías prototípicas o más importantes de cada una. En Mesopotamia, por ejemplo, se utilizó una medida de cebada y posteriormente un peso determinado de plata. En Egipto, la medida común de los valores mercantiles era el «uten», una espiral de cobre de un peso más o menos fijo. En la Grecia homérica, la unidad monetaria abstracta era el «buey». Ni la cebada o la plata en Mesopotamia, ni el cobre en Egipto, ni los bueyes en Grecia, eran realmente intercambiados en cada transacción del mercado. Como ya se ha dicho, el hecho de que consideremos estas mercancías como unidades monetarias, significa sencillamente que eran tomadas como medida abstracta común del valor de todas las otras mercancías: o lo que es lo mismo, todas las otras mercancias podrían evaluarse en términos de tales unidades.

Por otro lado, y también desde los inicios del neolítico (8.500 a.C.) se conoce en toda Asia sudoccidental el desarrollo de un sistema de contabilidad a base de fichas de barro1. Considerado en su totalidad, este sistema contaba con unas 15 clases principales de

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