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Francia. La Constitución de diciembre de 1799


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2014  •  2.301 Palabras (10 Páginas)  •  190 Visitas

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al Francia de que la revolución no había terminado. Tanto la izquierda, con Babeuf y su conjura de los iguales pidiendo la comunidad de bienes y la abolición de la propiedad privada, como la derecha, con la restauración de la monarquía constitucional, amenazaban con terminar con tan desorganizado liderazgo. Es entonces cuando entra en juego una de las figuras más controvertidas e importantes de la Historia: Napoleón Bonaparte (1769-1821), un joven militar republicano que ya era teniente-coronel de la Guardia Nacional corsa, dio un golpe de Estado, autoproclamándose uno de los tres cónsules que diría el 15 de diciembre de 1799: “Ciudadanos, la Revolución ha terminado”. Aunque para el resto de Europa la revolución no había hecho más que empezar.

Siglo XIX: Napoleón, absolutismo y guerras

La Constitución de diciembre de 1799 nombró a Napoleón primer cónsul, dejándole a cargo de importantes prerrogativas legislativas, políticas y militares. Finalizó los conflictos religiosos al firmar un acuerdo con el Papa en 1801. Y en 1802 ya era cónsul vitalicio, lo que hacía aumentar su popularidad tanto por el mérito de restablecer la paz interior como por sus victorias en el exterior. La sociedad francesa se calmaba y Napoleón realizó reformas que fomentaban la educación, la justicia y la economía, haciendo que la crisis se calmase. La moneda de plata fue cambiada por el franco en 1803, estabilizando los precios y acabando con la inflación. En marzo de 1804 se publicaba el nuevo Código Civil, que consagraba la igualdad ante la ley y el impuesto y la libertad religiosa. Sus cargos aumentaban con su prestigio, y en 1804 ya era emperador, haciendo un gobierno cada vez más personal. Comenzó a pasar por alto las instituciones republicanas y a comedir la libertad de expresión. En 1808, el ejército español se alzó contra el francés, pero antes de 1812 los representantes en Cortes se sometieron al régimen liberalista de Napoleón. Mientras, en Francia, se censuraba inmediatamente todo aquello que pudiese dañar la imagen del poder imperial o del Estado. Y lo que en principio era una campaña militar en defensa del cambio y una extensión de la libertad por Europa, se convirtió pronto en una descarada expansión de Francia. Tanto era así que Napoleón ponía al mandato a familiares y amigos por el continente europeo. Pero, al fin y al cabo, la voluntad de toda Europa valía más que la de Francia; hasta aquellos que apoyaban el proceso revolucionario francés y compartían las ideas dominantes en Francia no aceptaban que les impusieran de ese modo un sistema político desde fuera. El nacionalismo que había exportado Francia se volvió contra ella misma, y cada pueblo (entre los que España se manifestó alzadamente) quiso tomar las riendas de su destino y sus dominios. A Napoleón se le obligó a renunciar a tantos altos cargos cuando fue derrotado en Rusia en 1814. Un año después intentaría recuperar sus cargos, pero fue definitivamente derrotado en la batalla de Waterloo. Francia restauró una monarquía limitada a la que no se le toleraría el más mínimo intento de absolutismo a base de levantamientos.

En España se restauraba por la fuerza el absolutismo con Fernando VII, en 1814. Las colonias españolas en América comenzaban, gracias a los sectores criollos, a rebelarse y a poner en manifiesto sus intenciones independistas. Aunque toda Europa en general comenzaba a restaurarse en monarquías absolutas tras la caída del Imperio napoleónico. En el congreso de Viena se modificarían de nuevo las fronteras de los países europeos.

En 1815 se creó la Santa Alianza, pacto concluido por soberanos europeos (más concretamente por los monarcas de Austria, Rusia y Prusia que acordaron defender los principios de la fe cristiana) para establecer el absolutismo defendiendo los principios de la fe cristiana, y fue firmado en París, el 26 de septiembre. Sin embargo, Europa viviría tres grandes conflictos durante la primera mitad del siglo XIX:

El primero surgió en España, al restablecerse un gobierno liberal cuando Riego proclamó la Constitución de Cádiz, en 1820. En Italia se siguió el ejemplo español y en Nápoles y Sicilia (en 1820) y en Piamonte (1821), tanto por parte de los liberales como por los revolucionarios, aunque este triunfo duró poco. En nombre de la Santa Alianza, Austria intervino y restauró el absolutismo en España en 1823. Portugal también siguió este proceso.

El segundo movimiento revolucionario fue desatado en París en el año '30 por estudiantes, obreros e intelectuales. Esta sólo fue la raíz que hizo que también se levantasen sublevaciones nacionales y de carácter social en Bélgica, Polonia, los Estados alemanes, los de la península Itálica y el Imperio austriaco. Además se originaron, también en el año 1830, en los dominios turcos de los Balcanes y Grecia, movimientos de resistencia y levantamientos contra el Imperio. Esto les permitió tener más autonomía y ese mismo año se reconocieron la autonomía serbia y la independencia griega.

También las revoluciones de 1848 se extendieron desde Francia a todo el continente europeo. París, Berlín y Viena se convirtieron en capitales del movimiento obrero y sus derechos. Mientras, en otras partes de Europa, los movimientos se originaban por parte de pequeños pueblos que pretendían aspirar a convertirse en estados independientes: en el Imperio austriaco se originaban continuos conflictos entre alemanes, rumanos, magiares y eslavos. Las revoluciones triunfaban por poco tiempo y luego decaían rápidamente. En todos los países donde estalló la revolución se impuso el gobierno conservador y se alzaba la burguesía como gran clase social dominadora.

Tras derrotar a Austria y obligar a los mandamases de cada pequeño estado a obedecer la voluntad popular, Italia se establecía como un solo país en 1870. En Alemania, sus dos grandes potencias (Prusia y el Imperio austriaco) se negaban a unirse si no estaban la una por encima de la otra. Así que en 1871 se produjo la unión, sin el Imperio austriaco, y el II Reich fue proclamado alemán bajo la superioridad de Prusia.

En España, la muerte de Frenando VII en 1833 hizo que se impusiera una monarquía parlamentaria liberal. La reina Isabel II no era reconocida como tal por el sector absolutista, que pretendía que el trono acabase en manos del hermano de Fernando, Carlos V. A raíz de esto se originaron tres grandes guerras civiles conocidas como Guerras Carlistas:

La primera es también conocida como la Guerra de los Siete Años (1833-1849), la cual se combatió entre los denominados isabelinos o cristinos, defensores de la legitimidad al trono de la regente María Cristina, madre de Isabel II, y los

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