La Muerta Enamorada

Théophile Gautier en "La muerta enamorada" retoma diferentes rasgos del romanticismo, presentes en las caracterizaciones de los distintos personajes y entornos que transcurren en la obra.

Se presenta a la mujer idealizada, encarnada en Clarimonda. Ella es aparentemente una doncella que cautiva con su deleitante y diabólica belleza al protagonista de la obra, Romualdo, en el momento en que éste asume su vocación sacerdotal. Romualdo dice:

"Esa mujer se había apoderado de mí; una mirada había bastado para cambiarme e imponerme su voluntad; ya no vivía en mi, sino en ella y para ella. Cometía mil extravagancias, besaba la parte de mi mano que ella había tocado, repetía su nombre durante largas horas."

Es la mujer inalcanzable, e incluso con un doblemente inalcanzable al ser, Romualdo, un sacerdote. Es fabulosa y cada una de las partes de su cuerpo invita a Romualdo a un mundo que desconoce, un mundo de excesos. Excesos de alcohol, dinero, deseo y sexo. Clarimonda persuade a Romualdo de dejar su vida virtuosa y clerical, para acompañarla a ella en este mundo que traspasa todos los limites de la naturaleza, inclusive la muerte y rechazar a Dios por satisfacer los deseos de su amada.

Romualdo es un híbrido entre dos personalidades. La primera, el cura Romualdo, un hombre religioso cuyo único amor es la entrega y el servicio a Dios, la vida virtuosa y casta. Y, en segundo lugar, al signor Romualdo, atravesado por las pasiones y en el cual el amor es una obsesión que descubre cuando conoce a Clarimonda en su orden sacerdotal.

"...tal fascinación ejercía sobre mi el espíritu maligno. A partir de esa noche, mi naturaleza en cierto modo se desdobló y convivieron en mi dos hombres que se ignoraban mutuamente. A veces creía ser un sacerdote que cada noche soñaba ser un gentilhombre; otras, creía ser un gentilhombre que soñaba ser un sacerdote..."

Se puede ver en este fragmento la dualidad romántica que se presenta Romualdo. Hay una visión desdoblada del sujeto. El mal (del que habla el filosofo Sade en sus principales escritos acerca del sujeto dividido del romanticismo) está dentro del protagonista, y lo impulsa hacia el exceso y la destrucción total. Es llevado a realidades que están fuera de la cotidianeidad en la que Romualdo vivía cuando era un inocente cura de pueblo.

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