La escritura del dios
jhosst_88Informe6 de Octubre de 2013
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mismo/ y lo que yo digo ahora de mí lo digo de ti/ porque lo que yo tengo lo tienes tú/ y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también" (p. 25). Poseer el yo y el tú hace retornar el doble, el otro, que soy, que es ser nadie. En "Invocación a Joyce" el hablante poético dice: "Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos / que ha rescatado tu obstinado rigor. / Soy los que conoces y los que salvas" (1979: 348). Menard ejerce la salvación suya y la de Cervantes.
El sacerdote de "La escritura del dios" se diluye (se convierte) gracias a leer el mundo en un dios mientras que Menard lo efectúa en su propia trama para hacerse potenciación de lo escrito, de lo ficticio. El narrador del cuento, que es un "lector informado" en términos de Stanley Fish (Culler, 1984: 41), escribe una minibiografía aclaratoria de Menard, novelista francés recién extinto, con el objetivo de rectificar "un catálogo falaz" aparecido en un diario de índole protestante. Para él son "imperdonables las omisiones y adiciones" perpretadas por Madame Henri Bachelier contra Menard, escritor simbolista muerto en los años 30 del siglo XX.
Menard ha escrito una "obra fácil y de breve enumeración" que revela las inquietudes del francés, propios de los intereses de Borges. Allí se encuentra una monografía con la cual se pueden elaborar "objetos ideales creados por una convención y esencialmente destinados a las necesidades poéticas" (40), tal como encontraremos literalmente en el cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", en Ficciones. También las aficiones borgeanas son las de Menard: las monografías "reales" y ficticias que escribe sobre Wilkins, Leibniz, Ramón Llul, Saint-Simon o traducciones de Quevedo. Hay dos obras de Menard que sintetizarían el objetivo del cuento: Les problèmes d´un problème y la invectiva contra Paul Valéry, Hojas para la supresión de la realidad, y escritos menores. Los textos apócrifos del escritor francés son también referencia a la trama del cuento "Tlon, Uqbar, Ornis Tertius", constituyéndose así el cuento sobre Menard en un espacio literario autorreflexivo y autorreferencial sobre la literatura misma.
El narrador es un alter ego del propio autor, quien da las claves, a la vez, sobre las que se basó para escribir esa biografía. Este cuento, así como las narraciones "Examen a la obra de Herbert Quain", "La búsqueda de Averroes" y el ensayo "El idioma analítico de John Wilkins" son páginas coincidentes en sus estructuras y en cuanto a su propuesta disolutoria y universalista. En ellas los narradores y el ensayista Borges se convierten en albaceas que reconstruyen la vida intelectual de escritores que pretendieron crear un lenguaje ecuménico y perfecto pero en el que fracasaron. En otro cuento,"Funes, el memorioso", será éste el Zarathustra argentino que incurrirá en un intento constructivo de índole idiomática, pero que tiene visos metafísicos que no entenderá, aislado del mundo, tullido física, cognitiva y cosmogónicamente.
La empresa de Menard es irónica como creación romántica autoconsciente, pues en él no surge la inspiración que se calcula en cero para Borges: "No quería componer otro Quijote lo cual es fácil sino el Quijote". Tampoco encarar una transcripción mecánica ni copiarlo. "Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran palabra por palabra y línea por línea con las de Miguel Cervantes". Para ello aprendió bien el "español del siglo XVII, recuperó la fe católica, quiso guerrear contra los moros o turcos, olvidar Europa entre 1602 y 1918 y ser Cervantes", en procura de escribir un texto idéntico, pero no anacrónico, aunque "esta empresa, en el siglo XX sí (era) imposible". Igual sucede con los
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