Mr. Peach
MarielaFil17 de Noviembre de 2012
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TABAJO PRÁCTICO
EL CASO MR. PEACH
Entró por el portón hoy, en la mañana a las 7,30 hs., y alcanzo a verlo desde el otro lado del estacionamiento: el Mercedes rojo. Está estacionado junto a la planta, cerca de las oficinas; y está en mi sitio. ¿Quién más haría esto, sino Bill Peach? ¡No importa que el estacionamiento esté casi vacío a esta hora! ¡No importa que haya lugares marcados para “Visitantes”! No, Bill tiene que estacionarse justamente en el lugar marcado con mi puesto. A Bill le gustan estas sutilezas. Está bien que sea el Vicepresidente de la División y yo sólo sea un gerente de planta. Supongo que puede estacionar su maldito Mercedes donde le venga en gana.
Detengo mi Buick junto al Mercedes (en el espacio marcado “Contralor”). Una mirada a la placa del carro me confirma que tiene que ser el auto de Bill, porque dice: “NUMERO 1” , y como todos sabemos, ese es el término correcto, ya que Bill siempre se preocupa por el Número1. Tiene puesta la mira en el puesto de Director General, pero yo también. Lástima que ahora quizá nunca se me presente la oportunidad.
En fin, camino hacia la puerta de mi oficina, la adrenalina comienza a fluir. Pienso: ¿Qué estará haciendo Bill por aquí a estas horas de la mañana? Pierdo las esperanzas de adelantar en lo que pensaba realizar esta mañana. Normalmente, llego temprano para dedicarme a mis papeles, antes de que comience el trajín del día, y poder terminar los pendientes de ayer. Temprano se logra mucho, antes de que comiencen a sonar los teléfonos; antes de que se inicien las juntas del día. Pero hoy, no se va a poder.
- ¡Sr. Rogo!- Alguien me llama.
Me detengo cuatro personas salen de una de las puertas de la fábrica. Veo a Dempsey, supervisor de turno; a Martinez, delegado sindical; a uno de los obreros y al jefe del centro de maquinado, que se llama Ray, y todos están hablando al mismo tiempo.
Dempsey me está diciendo que tenemos un problema. Martinez grita que va a haber una huelga. El obrero está hablando de maltrato. Ray dice a voz en cuello que no puede terminar un trabajo porque no tenemos todas las partes. De repente, me encuentro en el centro de todo esto. Los miro, me miran, y ¡ni siquiera he tomado una taza de café todavía!
Cuando finalmente logro que todos se calmen lo suficiente como para preguntarles qué diablos está pasando, me entero que el Sr. Peach llegó hace como una hora, entro a mi planta y exigió ver el estado de la orden No. 41427.
Como cosa del destino, nadie sabía nada de la Orden 41427, y Peach los tenía a todos corriendo por todos lados buscando pistas. Resultó que se trataba de un pedido bastante grande, y también, bastante demorado. ¿Qué más hay de nuevo? Todo en esta planta está demorado. Basado en mis observaciones, yo diría que la planta maneja un sistema de 4 prioridades para las órdenes: “Urgente”, “Muy urgente”, “Urgentísima”, y “Hágala YA!”. Sencillamente no nos damos abasto.
En cuanto Peach se da cuenta de que la Orden 41427 está muy lejos de poder embarcarse, comienza a hacerle al empleado de expedición, corriendo por todos lados, gritándole órdenes a Dempsey. Finalmente, se determina que casi todas las piezas necesarias están listas y esperando; pero falta una parte de un subensamble que todavía está en proceso de fabricación. Si no tienen esta parte, no pueden terminar el trabajo, y mucho menos embarcar el pedido.
Se dan cuenta que las piezas del subensamble que faltan están apiladas junto a una de las máquinas de control numérico, donde esperan su turno para entrar a producción. Al dirigirnos a ese departamento, encontramos que los operadores no han preparado sus máquinas para recibir las partes, sino que están ocupados en otro trabajo de prioridad: “¡Hágalo YA!”, que alguien les impuso para algún otro producto.
A Peach no le importa el otro producto, por mucha prioridad “¡Hágalo YA!” que tenga. Lo único que le interesa es que salga la Orden 41427. Da órdenes a Dempsey para que indique al jefe de maquinado Ray, que le diga al mecánico que se olvide del pedido anterior y se prepare para fabricar la pieza que falta para la orden 41427. Al oír esto, el mecánico mira a Ray, a Dempsey y finalmente a Peach. Lanza sus herramientas al piso y exclama que todos
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están locos. El y su ayudante acaban de pasar hora y media preparando la máquina para procesar la otra pieza que tanto le urgía a todo el mundo. Ahora, quieren que olviden todo aquello, y vuelvan a preparar la máquina para procesar otra pieza. ¡Que se vayan todos al diablo! Así que Peach, con su diplomacia característica, hace caso omiso del Supervisor y del Encargado, y se dirige al mecánico para decirle que si no hace lo que se le ordena, queda despedido. Sigue la discusión y el mecánico amenaza con abandonar su sitio. Llega el delegado sindical. Todo el mundo está muy enojado. Nadie trabaja, y ahora, tengo a cuatro personas furiosas frente a mí y una fábrica ociosa… en esta feliz mañana.
- ¿Dónde está Peach ahora?- pregunto.
- Está en tu oficina- dice Dempsey.
- Bueno ¿quieres ir a decirle que entraré a hablar con él en unos minutos?- pregunto.
Dempsey, agradecido, se apresura hacia las puertas de la oficina. Yo me vuelvo a Martinez y al ayudante, y descubro que él es el mecánico. Les informo que, por lo que a mi corresponde, no habrá despidos ni suspensiones; que todo el asunto ha sido un mal entendido. Martinez no queda conforme al principio y suena como si quisiera una disculpa de Peach. ¡Que ni lo piense que me voy a meter en ese lío! También sé que Martinez no puede ordenar un paro por cuenta propia. De modo que si el sindicato desea levantar un acta, perfecto. Con gusto hablaré con Mike O’Donnell, Secretario Local, más tarde y arreglamos las cosas. Sabiendo que no hay más que hacer, hasta no ver a O´Donnell, Martinez acepta finalmente, regresar a la planta con su ayudante.
- Pues, a trabajar- le digo a Ray.
- Sí pero… este… ¿en qué debemos trabajar?- pregunta Ray.
- ¿En lo que ya tenemos preparado o en lo que quiere Peach?
- Saca lo que quiere Peach- le digo.
- Bueno, pero vamos a desperdiciar el tiempo que utilizamos en preparar la máquina- dice Ray.
- ¡Pues que se desperdicie!- le digo- Ray, ni siquiera sé cuál es la situación, pero para que Bill esté aquí, debe tratarse de una emergencia. ¿No te parece?
- Claro, claro- dice Ray.- Sólo quiero saber qué debo hacer.
- Está bien. Yo sé que te metieron en este lío, le digo, tratando de hacerlo sentir mejor. Preparemos la máquina lo más pronto posible y comencemos a sacar esas piezas.
- ¡Hecho!- dice Ray.
Adentro, me encuentro a Dempsey que ya va de regreso a la planta. Acaba de salir de mi oficina y parece tener prisa por salir de allí. Menea la cabeza y, en voz baja, me dice: -Buena suerte.
La puerta de mi oficina está de par en par. Entro y allí está él. Bill Peach está sentado detrás de mi escritorio. Es fornido, macizo, su cabello acerado y abundante, y tiene un par de ojos que van con el color de su pelo. Pongo mi portafolios en el piso sus ojos se fijan en mí con una mirada que dice: - Te la estás jugando, Rogo.
- Muy bien, Bill, ¿qué está pasando?- pregunto.
- Me dice: - Tenemos cosas de qué hablar. Siéntate.
- Le digo: - Me gustaría complacerte, pero tú estás en mi lugar.
- Tal vez no debí decir eso.
- ¿Quieres saber por qué estoy aquí, eh? Me dice. Estoy aquí para salvarte el asqueroso pellejo.
- Le digo: - A juzgar por la recepción que me acaban de dar, diría que estás aquí para echarme a perder las relaciones laborales.
- Me mira directamente y me dice: -Si no puedes lograr que empiecen a pasar cosas en esta planta, no vas a tener que preocuparte de las broncas laborales; porque no vas a tener que preocuparte por esta planta. Es más, quizá ni siquiera tengas que preocuparte por este empleo, Rogo.
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- Bueno, espera, cálmate- le digo. – Hablemos del asunto. ¿Cuál es el problema con este pedido?
En primer lugar, Bill me explica que anoche, como a las 10,00, recibió una llamada telefónica, del buen Bucky Burnside, presidente de Unico, uno de nuestros mejores clientes. Parece que Bucky estaba rabiando porque su pedido (el de la orden 41427) llevaba siete semanas de retraso. Durante casi una hora, estuvo regañando a Peach y arrastrándolo por la calle de la amargura. Aparentemente, Bucky se había metido en camisa de once varas para darnos el pedido, cuando todos le habían insistido que se lo diera a uno de nuestros competidores. Acababa de cenar con varios de sus clientes y todos lo estuvieron acosando con quejas de que sus pedidos estaban demorados –lo cual, por cierto, era culpa nuestra. Así que Bucky estaba enfadado (y probablemente un poco ebrio). Peach pudo apaciguarlo, pero sólo con la promesa de encargarse del asunto personalmente, y de garantizarle que su pedido sería embarcado al día siguiente, sin importar las montañas que hubiera que mover.
Trato de decirle a Bill que, sí, efectivamente habíamos cometido un error al dejar que esta orden se nos escapara, pero que yo personalmente me dedicaría a remediarlo, pero ¿realmente había sido necesario que se presentara él esta mañana a perturbar toda mi planta?
Así que, ¿dónde estabas anoche cuando traté de hablarte a tu casa? En estas circunstancias, no podía contestarle que también tengo vida personal. No podría decirle que las dos primeras veces que sonó el teléfono, lo dejé sonar, porque estaba discutiendo acaloradamente con mi mujer sobre –tenía
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