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Poder Economico

Magdalyni26 de Septiembre de 2013

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Introducción

El concepto moderno del Derecho considera las normas como el producto final de un proceso de negociación entre grupos de interés y el Estado. Toda norma se encuadra dentro de un modelo o paradigma. Las normas sufren cambios que las moldean y determinan en función del choque de intereses entre grupos de presión.

El Perú ha experimentado a lo largo de las últimas décadas varios modelos económicos, unos ortodoxos y otros heterodoxos. En este contexto el Estado ha asumido diferentes posiciones.

Por un lado adoptó el modelo mercantilista en el cual se privilegiaron normas de corte populista y bajo supuestos términos de protección a las clases populares que terminó perjudicándolas gravemente y beneficiando a ciertos grupos que supieron entender el accionar del Estado y sacarle provecho.

En una segunda etapa, el Estado implementó el camino del redimensionamiento y alejamiento del rol empresarial dejando que las fuerzas del mercado asignen los recursos en la forma más eficiente.

En el Perú, el accionar de los grupos de poder representativos de distintos intereses económicos ha sido coyuntural y no ha tenido ni el tiempo ni la consistencia suficiente para determinar políticas de gobierno, las que muchas veces ocurrieron en forma pendular. Los grupos económicos en el país no han sido proactivos sino reactivos y en consecuencia adaptativos.

Las posibilidades concretas que han tenido los empresarios ante las políticas de gobierno han sido alternativamente las de huir del país o quedarse y aprovechar el sistema considerando que la estatización de la economía por el Estado podía convertirse en una enorme ventaja para sus intereses.

Así, las empresas se acostumbraron a prebendas políticas y a ineficiencias que no podrían ocurrir salvo en un mercado cautivo. Cada vez más el empresario aprendió a vivir del Estado, el que se volvió enorme, ineficiente, burocrático y corrupto, pero del cual, se podía obtener grandes beneficios.

En este trabajo, se analiza el rol del Estado no como agente empresario sino como regulador y contralor de las reglas de libre competencia porque el desarrollo económico, la cultura política nacional, la popularidad de los líderes nacionales y su capacidad para crear alianzas entre los grupos de intereses diversos se convierten en elementos fundamentales, tanto par la atracción de capital extranjero (inversiones), como para la ayuda internacional, es importante subrayar que la democracia y los derechos económicos y humanos, la política orientada a la competitividad, así como la garantía de la gobernabilidad en el seno del sistema político, y el avance de los procesos de descentralización y de democracia local, y la creación del capital humano, son ejes prioritarios que todo gobierno democrático debe garantizar para lograr las posibilidades de competitividad.

Se destaca en este momento, que la globalización pone en la mesa de discusión todo lo que se refiere al Estado, la democracia, la justicia, los derechos, la libertad y la opinión. En este sentido, los gobiernos deben orientarse a responder a cada uno de estos elementos mientras que el sector privado de la economía debe operar cada vez más con una cultura política menos dependiente, proponiendo análisis que estimen válidas y responsables.

CAPÌTULO I: EL PODER

• El poder

En primer lugar es necesario definir el concepto de poder. Sin entrar en disquisiciones semánticas podemos afirmar que existen teorías que intentan definir el Poder desde puntos de vista diferentes.

Según Lucio Mendieta y Núñez el poder en cuanto relación social debe cumplir con tres condiciones fundamentales:

a. Ser un proceso de transacción entre diversos intereses de la sociedad.

b. Estar en concordancia con los objetivos comunes de la mayoría.

c. Usar la fuerza para imponer intereses. El límite del uso de la fuerza está en la oposición y rebelión de los gobernados.

Al poder se le suele definir en directa relación con el Estado. Sin embargo no sólo el Estado goza del poder. La Iglesia, las empresas transnacionales, los sindicatos, los partidos políticos, los grupos de presión, las instituciones militares y los medios de comunicación de masas también ostentan poder.

Las decisiones serán políticas cuando estas no sólo afecten la conducta de quienes gobiernan una nación sino a la sociedad en su integridad.

Quien tiene la capacidad de ejercer el poder político lo hace porque cuenta con los instrumentos adecuados para hacerlo. Los gobiernos cuentan con la capacidad legal para ejercer el poder político pero, sobre todo en las sociedades modernas, existen otras instituciones no gubernamentales que gozan de la capacidad de ejercer poder. Son los llamados grupos de poder económico y político.

Las decisiones políticas afectan siempre la relación entre los seres humanos. Así, cuando se presentan antagonismos, quienes ejercen el poder usarán medios coercitivos a su disposición para imponer su voluntad y lograr obediencia a su decisión contra la voluntad de los opositores incluso si éstos son mayoría.

• Poder vertical y poder multidimensional

Existen numerosas teorías del poder pero podemos clasificarlas en dos grupos. Aquellas que lo conceptúan vertical o piramidalmente y aquellas que lo ubican de modo multidimensional.

Entre los primeros se halla Marcos Kaplan, Bertrand de Jouvenel, Talcott Parsons, Dowse y Hughes. La idea central de estos autores es la potestad de coaccionar que tiene un grupo sobre otro para hacerse obedecer.

El concepto de poder multidimensional ha sido defendido por politólogos, sociólogos y juristas. Según estos los agentes sociales poseen diversas escalas de poder.

Fernando de Trazegnies ilustra con claridad esta en su ensayo titulado “Los Poderes Pululantes”. Trazegnies va más allá de la definición piramidal que percibe el poder ubicado en la cumbre de la montaña social desde la cual se dan órdenes irrefutables y se impone la voluntad a todos los que se encuentran debajo.

La visión moderna que nos trae Trazegnies propone superar este análisis donde el grado de poder se mide en función de la proximidad a la cumbre. En el enfoque tradicional quienes no interactúan con la cumbre sencillamente no tienen poder. Es una concepción estadista del poder, usualmente privilegiada en el análisis político y en la manera de encarar los problemas de una sociedad.

No obstante, este enfoque es parcial e insuficiente pues deja de lado a otros poderes cuya influencia es insoslayable. Por ello Trazegnies propone interpretar el poder como un tejido de poderes en permanente interacción, como innumerables fuerzas de diferente magnitud que recorren la trama social en diversas direcciones. Así, el poder no está constituido por “personas poderosas” sino que es el elemento vital, cuerpo social, al estar difundido en toda la sociedad.

Con este enfoque, el poder adquiere una dimensión creadora y constructiva. Más que hablar del poder, Trazegnies propone hablar de poderes, de fuerzas pululantes.

Al respecto señala que el cuadro de los poderes a primera vista puede todavía verse integrado por los ricos, que de una manera u otra aparecen asociados a la política, sea porque apoyan, sea porque obstaculizan las acciones del Gobierno con sus recursos económicos.

Por consiguiente, detrás del gran poder hay siempre un gran sujeto titular, individual o colectivo -un dictador, un grupo político, una clase dominante- que organiza el aparato del poder en función de sus intereses.

Francisco Miro Quesada, en la línea de Trazegnies, al comparar el concepto de poder político y económico señala que las decisiones para que sean políticas no tienen que ser necesariamente gubernamentales porque los grupos extragubernamentales, de hecho pueden tomar y toman decisiones políticas que afectan a la colectividad. Pero en este segundo caso la decisión debe producir un doble efecto: afectar a la colectividad y afectar a quienes toman decisiones desde el gobierno.

Es la concepción estadista del poder la que aflora cuando se pretende solucionar todos los problemas con leyes y cuando, cada vez que encontramos una dificultad, nos quejamos que el Estado no hace lo suficiente o lo debido. Es siempre esta concepción la que está presente en la actitud mercantilista que no concibe el negocio sino bajo la sombra del Estado.

No cabe duda que las conquistas sociales no se pueden reducir pura y simplemente a concesiones porque quien tiene el poder no tendrá razón alguna para hacerlas si no siente la influencia de otro poder que lo obliga.

Por otra parte, cuando hablamos de “grupos de poder” o de “fuerzas sociales” resulta manifiesto que reconocemos otros poderes al margen del Estado, muchas veces de naturaleza subterránea y consiguientemente más profunda que el propio poder político.

Más que hablar del poder debemos entonces hablar de poderes, de fuerzas pululantes, polimorfas, que dan origen a discursos y prácticas sociales que se oponen, se distinguen, se apoyan, fuerzas que se cuelan por los intersticios y las rendijas de los poderes mayores a fin de destruirlos desde dentro o quizá, a la larga, de combinarse con ellos en una formación superior.

El poder no es así un recurso exclusivo de la función pública ni una cualidad de una clase privilegiada: está presente en mayor o menor grado en todos y cada uno de los miembros del cuerpo social.

Tiene, pues, necesariamente, que afectarse y modificarse la conducta de quienes toman decisiones desde el aparato estatal, para que el círculo se cierre. De otra manera la relación mando-obediencia

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