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Presentacion Personal


Enviado por   •  13 de Octubre de 2012  •  3.206 Palabras (13 Páginas)  •  1.001 Visitas

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UNIMAGDALENA-IDEA

MINAS DE CARBON

DESAFIO DE ARISTOTELES

RAFAEL EDUARDO RODRIGUEZ GUERRA

2012

DESAFIO DE ARISTÓTELES

Cualquiera puede ponerse furioso... eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, y de la forma correcta... eso no es fácil.

Respecto a esto puedo comentar que al igual que las malas actitudes y sentimientos negativos que comúnmente vivimos y transmitimos día a día, también podemos hacerlo con las buenas actitudes, propagando un ambiente lleno de gentileza y humanidad es decir de buenos sentimientos a pesar de estar en constante contacto con las malas noticias y hechos que nuestra tan urbana y rutinaria vida nos muestran.

Respecto inteligencia nos habla de dos tipos de esta que es la intelectual y la emocional siendo la primera aquella que se enfoca en el coeficiente intelectual creyéndose que un factor genético que no puede ser modificado y que en gran medida se depende de este (aptitudes) para la determinación de nuestro destino (vida, crecimiento…), en contraste tenemos la inteligencia emocional la cual nos habla de las habilidades dominadas, nos dice que en múltiples ocasiones una persona con una inteligencia dotada genéticamente es decir con un coeficiente intelectual muy alto no le es posible alcanzar grandes puestos empresariales a diferencia de las personas que has sabido manejar y dominar sus habilidades .

También nos habla de la empatía que es la capacidad de interpretar las emociones de los demás y del propósito de este libro el comprender que significa proporcionar inteligencia a la emoción y cómo hacerlo.

Algunas veces cuando estamos furiosos con alguien o de alguna cosa nos desquitamos con lo primero que vemos y no nos damos cuenta de lo que realmente provocamos, al ir caminando con nuestro mal humor contagiamos hacia las demás personas y llegamos hasta a responderle mal a personas que no tienen nada que ver con lo que nos puede estar pasando, es como un virus que se propaga. Realmente es difícil controlar nuestras emociones y la mayoría de veces nos dejamos guiar por ellas, actuando de manera incorrecta, ya sean buenas o malas sin dar un lugar a la razón sobretodo en momentos críticos que suelen ser no muy agradables.

Cuando vemos a un niño muy inteligente o alguien que destaca y suele sacar las mejores calificaciones se nos vienen a la mente muchísimas cosas como: el va a llegar muy lejos, va hacer alguien importante, tendrá una vida exitosa, le pintamos un excelente futuro. Pero al pasar el tiempo nos damos cuenta que no es así, que las personas de un coeficiente intelectual modesto le va mejor que a una persona de un alto nivel, de hecho la mayoría de los suicidios son de personas con un alto nivel de coeficiencia intelectual, esto se debe a la carencia de habilidad de inteligencia emocional es decir.

Las personas intelectualmente mas dotadas suelen desconectarse de la realidad más cotidiana, que es lo que nos mantiene con los pies en la tierra, que nos lleva a la sencillez de la vida, la felicidad y el éxito que buscamos. Antes, observemos las preguntas que se hizo Goleman al iniciar sus estudios. ¿Por qué típicamente el alumno intelectualmente más inteligente, con las mejores notas, no termina siendo el adulto que más éxito tiene en su trabajo?, ¿por qué algunos son más capaces que otros de enfrentar contratiempos, superar obstáculos y ver las dificultades bajo una óptica distinta? La respuesta: son emocionalmente inteligentes.

El coeficiente intelectual de una persona, hasta donde se sabe, se mantiene durante toda la vida en forma más o menos inalterable, y depende fundamentalmente de factores genéticos y la calidad de estímulos tempranos.

El inteligente emocional, tal vez no tenga una gran cultura, o un lenguaje florido, o los conocimientos y memoria de un intelectual, pero tiene la sabiduría para contactarse con sus sentimientos más profundos, el arte de conocer el mundo del otro, es creativo, sabe “llegar” a las personas, posee un encanto irresistible, sabe cuándo, dónde y en qué forma enviar sus mensajes, y puesto que nuestra vida acontece en un universo de relaciones humanas, obtiene en la emoción su mejor brújula.

A diferencia de la inteligencia intelectual, la emocional es dinámica y su crecimiento depende de las experiencias vividas. Un niño sobreprotegido, demasiado regalón, cómodo y sin desafíos importantes, difícilmente desarrollará inteligencia emocional, difícilmente aprenderá a superar obstáculos, tolerar la frustración, abrirse a nuevas y creativas percepciones. La experiencia es vital y realmente es la madre de todas las ciencias.

Si queremos responder a la pregunta relativa a la posibilidad de desarrollar nuestra inteligencia emocional, lo más adecuado es cotejar nuestra reflexión con las características esenciales o perfil del inteligente emocional, a saber:

Conciencia y expresión de los propios y auténticos sentimientos: pareciera muy obvio saber lo que sentimos, sin embargo nuestra tendencia a intelectualizarlo todo, suele confundirnos e incluso llevarnos a desconocer que estamos estresados, ansiosos o simplemente “darnos cuenta” de que hay algo que no está funcionando bien en nuestro mundo emocional.

Expresar esos sentimientos de una forma adecuada es aún más complejo e infrecuente. La mujer, y de eso no existe la menor duda, es mucho más inteligente emocionalmente. Su capacidad de “sentir” y expresar con elocuencia sus sentimientos es notable y de eso podemos aprender mucho los hombres.

Crear, hacer habitual, incluso institucionalizar la experiencia de abrir espacios para conversar con honestidad y profundidad acerca de lo que estamos “sintiendo”, es ya un primer paso para el desarrollo de este aspecto.

La honestidad se aprende a través del ensayo y el error. Al principio, con toda seguridad, no vamos a ser muy elegantes y sensibles y “meteremos la pata”, pero con el tiempo, la experiencia retroalimentada por los resultados, nos enseñara a decir las cosas sin herir sentimientos y de una forma efectiva.

Contactar los sentimientos del otro: mientras más aprendemos a contactarnos con nuestras genuinas emociones, más fácil es aprender a poner atención al mundo interior de nuestro interlocutor. La clave tiene que ver con poner atención, no en

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