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Recho También Podrían Jugar Un Papel Importante


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  1.778 Palabras (8 Páginas)  •  525 Visitas

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Enfoque Derecho tiene el agrado de presentar el más reciente blog, Derecho y Psicología, por Fernando del Mastro, profesor de Derecho en la PUCP, el cual tratará de temas de análisis conjunto de temas de la psicología y el Derecho, y buscará generar un cambio en la investigación desde el Derecho y en nuestro sistema ordenamiento. Como primera publicación y presentación, comparte el siguiente artículo.

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Es curiosa la respuesta que los abogados han encontrado para el problema del bullying: “pongan psicólogos en los colegios”. Es como si la soberbia o flojera de los abogados les impidiera entrar al tema de fondo y dijeran “bueno, que de eso se encarguen los psicólogos”, “que entren a los colegios y solucionen el asunto”. Sale entonces rápidamente una ley mediocre que no tiene en cuenta el problema en toda su dimensión.

Hay muchos motivos por los cuales los niños son violentos. Por un lado, es parte de su naturaleza, todos tenemos algo de violencia como parte de nuestras pulsiones inconscientes, es el tanatos inherente a la condición humana. Como advierte Hanna Arendt en Eichmann en Jerusalem, esta violencia y maldad puede surgir en muchas personas consideradas normales si el contexto es propicio para ello. En el caso de los niños y adolescentes, esta agresividad inherente se ve incentivada y concretada en acciones violentas indeseables por una serie de factores que caracterizan a su entorno. Uno de ellos es la situación familiar de violencia física o psicológica, de tensión, de falta de amor y comprensión, de competencia, de olvido, entre otros. Este contexto, que existe en gran parte de las familias, hace que el niño o niña sienta rabia y culpa, emociones que debe reprimir porque su niñez y el ambiente familiar no le permiten expresarlas articuladamente. ¿Qué hace entonces el niño? Pega, ofende y maltrata a un compañero, liberando de ese modo su enojo. Se proyecta el odio sentido por el niño o adolescente en su casa o en su barrio a sus compañeros en el colegio (como decía Freud, hay momentos en los que lo que está reprimido no puede retenerse más). Ya en un ambiente escolar donde existe violencia, entran a influir también otras causas que hacen que los niños no violentos se adhieran a los más fuertes por inseguridad u otros factores de la personalidad que hacen que aquellos niños tranquilos comiencen a comportarse cruelmente con otros. A esto sería necesario agregar que la violencia (vista como una consecuencia de la falta de empatía) puede tener también causas genéticas, que no corresponde describir en este espacio (sobre el modo en que los genes influyen en la personalidad puede consultarse el libro “El temperamento y su trama” de Jerome Kagan). Basta con indicar que los niños pueden estar más o menos predispuestos genéticamente a ser violentos, aunque ello no reduzca la gran relevancia del ambiente familiar y escolar en este punto.

¿Qué podemos hacer desde el derecho y el psicoanálisis en este contexto? En realidad, mucho más de lo que dice la Ley 27919. Freud señalaba el Psicoanálisis puede enseñar “(…) cuan valiosas aportaciones proporcionan estos instintos perversos y asociales del niño a la formación del carácter cuando no sucumben a la represión, sino que son desviados por medio del proceso llamado sublimación”. Un ejemplo de ello es el arte. La rabia y, en general, todas la emociones, puede expresarse y encontrar un modo de satisfacción en el arte. Pintar, tocar piano, actuar o cantar pueden ser medios muy provechosos para liberar, en forma valiosa, esa violencia contenida. Más aun, como advierte Nussbaum en un libro que los políticos vinculados a la educación deberían leer (titulado: “Sin Fin de Lucro”), el arte es un medio de autoconocimiento y de conocimiento del otro. Al actuar, uno siente su personaje y comprende al personaje interpretado por el compañero y vincula a ambos consigo mismo, al cantar uno conecta la melodía y las letras con sus emociones y al pintar uno dibuja sus miedos y caminos para enfrentarlos. En esa medida, el arte ayuda a niños y adolescentes a comprender sus emociones, a manejarlas y a expresarlas positivamente. Otro mecanismo vital es el juego. Psicoanalistas como Gustav Bally y D.W. Winnicott han mostrado cómo el juego es un medio de expresión fantástico, los niños y adolescentes hablan, a través del juego, aquello que no pueden verbalizar. Por ello, bajo una guía adecuada, el juego puede ayudar a las personas a comprender al otro y a sí mismos, así como a liberar esa necesidad de expresarse y de ser escuchados. Arte y juego ayudan, entonces, a expresar, canalizar y entender esa violencia que de otro modo terminaría en golpes e insultos. Existen también diversos mecanismos implementados ya en muchos países que promueven más específicamente el control de las emociones por parte del niño, son dinámicas muy concretas que permiten al niño generar un espacio entre la emoción y la reacción, que generalmente están unidas (no hay espacio entre el “me da rabia” y el “pego”, el segundo absorbe al primero). En esa medida, el niño puede comprender por qué siente lo que siente y tomar una decisión respecto de qué hacer, lo que va acostumbrándolo a pensar en sí mismo y las consecuencias de sus actos. Sobre esto puede consultarse los importantes ejemplos concretos que brinda Daniel Goldman en su libro “Emociones Destructivas”.

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