TOMA DE DECISIÓN EN LAS EMPRESAS
pekin224 de Octubre de 2013
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“TOMA DE DECISIONES”
La toma de decisiones en la empresa y, más concretamente, en la dirección de la misma tiene su complejidad y precisa ciertos requisitos para ser correcta y efectiva. Tomar decisiones por capricho o sin la menor racionalidad es tan fácil como equivocado. Pese a ello, todos hemos conocido o hemos sufrido ese tipo de jefes que tomaban sus decisiones sin el menor raciocinio y objetividad. Esa actitud errática y sujeta, con frecuencia, al humor o, más bien, al malhumor o mal carácter es pésima para dirigir al personal y para la empresa. Un jefe caprichoso o que obre y decida a impulsos, sin pararse a analizar las cosas, es sencillamente insufrible y acabará fracasando en su puesto.
La toma de decisiones, para ser adecuadamente planteada, exige:
• Saber cuáles son los objetivos o la meta a alcanzar
• Qué camino hay que recorrer, es decir que hay que hacer para llegar a ese objetivo.
• Conocer dos o más alternativas.
• Ser consciente de los límites o dificultades que existen en cada una de ellas.
• Tener la información suficiente.
• Analizar y evaluar estas diferentes alternativas
• Concluir cuál es la mejor o la más aconsejable, dadas las circunstancias, de esas alternativas posibles.
La toma de decisiones exige pararse a pensar. Mucho o poco, eso dependerá de la naturaleza de lo que ha de decidirse y del tiempo de que se disponga. Y aquí topamos con un problema clásico en la dirección de una empresa o de un grupo de personas: la inseguridad y la indecisión de quien ha de tomarla. Con más frecuencia de lo que parece, el director, el gerente o el jefe que ha de decidir duda, vacila en hacerlo. Y esto suele llevar a la tardanza en tomar la decisión o a no tomar ninguna finalmente. Está muy extendido aquello de que los problemas y dificultades es bueno dejar pasar el tiempo. Así pueda que se solucionen por sí mismos. Y algunas veces funciona este invento, pero es una excepción. Analicemos esto.
Es evidente que no es lo mismo decidir si el presupuesto de la empresa para el año próximo va a ser este o aquel otro, si ha de contratarse más personal o no, o si se acepta un determinado contrato o trabajo. Son cuestiones de obligada elección, no cabe el vacío, la nada. Pero hay otras situaciones que sí pueden esperar. Entre los mil ejemplos que podríamos citar podemos señalar: el nombramiento de tal persona para un puesto determinado en la empresa, el cambio de un equipo informático o el lanzamiento de una campaña publicitaria. Son cosas que, si no las vemos claras, pueden esperar normalmente. Ahora bien, frente a esto, es inadmisible en una buena dirección y gestión empresarial la duda y el dejar de actuar por miedo a hacerlo o a equivocarse.
En las grandes empresas o en los organismos administrativos públicos, con amplias estructuras organizativas, con ascensos y ambiciones, con luchas por el poder y por subir en la pirámide, muchos jefes miden minuciosamente sus pasos para no cometer errores. E incluso para no hacer cosas o tomar decisiones que puedan perjudicar su carrera profesional, administrativa o política.
Suele decirse de estos que actúan como linces, olfateando siempre las situaciones y viendo de donde sopla el viento en cada momento.
Buscando siempre qué les conviene a ellos hacer, más que ver qué es bueno para la empresa u organismo al que pertenecen y en el que detentan una parcela o parcelita de mando y de poder. Estos suelen ser la antítesis de la toma de decisiones empresariales.
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