Acercamiento A La Muerte
Cristo5432123 de Mayo de 2012
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Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hasta el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acorralarme.
Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, adonde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas»
(DOLOR-SFT/POEMA ·Martin-Descalzo-JL)
A modo de introducción
Abordaré este tema despacio, sosegada y serenamente. Me resulta
arriesgado y comprometido reflejar en pocas palabras y de forma
ordenada el acontecimiento más importante de la vida, «la
confrontación con la muerte». Estas reflexiones no son más que
notas, apuntes registrados en mi memoria de cientos de personas que
he visto morir. He observado cómo la proximidad de la muerte, en
muchos casos, nos coloca de un modo distinto del habitual respecto
de nosotros mismos, de los demás, de la colectividad o de cada tú con
el que nos relacionamos. Poseo piezas de un «puzzle» que no me
atrevo ni a intentar recomponer, porque sospecho que son muchas
más las piezas que me faltan. Las que poseo, sin embargo, son
tesoros que encontré, que cuido, reconozco y valoro. Voy a referirme
aquí a hombres y mujeres concretos que conocí, a los que acompañé
en el final de su existencia, y que tal vez pudieran ser prototipos de
otras muchas personas.
Es cierto también que mi observación está sesgada por mi
biografía, por mi cultura, por mi medio social, por mi formación como
psicoterapeuta, por mis creencias y valores, y seguramente por
muchas otras cosas que desconozco y colorean mis ojos, mis oídos y
todos mis sentidos.
El nuevo y último tabú
En la película «Antonia» (un film de Marleen Gorris, Oscar 1996 a la
mejor película extranjera), la protagonista -una mujer que amó la vida
en un medio rural de Centroeuropa- un buen día, siendo ya mayor y
estando rodeada de sus personas queridas, les avisa: «Bueno,
¡adiós!, me voy a morir». Se quedó en la cama y se murió.
Esta mujer muere muriéndose, experimentando su propia muerte,
consciente de que termina su vida biológica de la misma manera que
terminó la vida biográfica de su madre, de la madre de su madre... Es
una muerte acompañada, en la que, moribunda, preside su propio
final junto a su familia y su entorno.
Algo impensable hoy en día, cuando la muerte se ha convertido en
una nueva categoría de lo obsceno, de lo impronunciable, en algo
que se oculta y sobre lo que se considera de mal gusto hablar,
reflexionar, debatir. Vivimos en una sociedad que nos aleja de pensar
sobre la muerte; una cultura que esconde la enfermedad (como
antesala de nuestra finitud) y silencia la muerte. Un ocultamiento del
morir que alcanza casi el ridículo.
MU/TABU: Recientemente, en el pasado mes de diciembre,
participé en una mesa redonda en la Escuela Universitaria de
Estudios Sanitarios de la UPNA (Universidad Pública de Navarra)
sobre el tema «Cómo afrontar la muerte». En ella, una de las
ponentes relató cómo en algunas ciudades se ha llegado a prohibir la
circulación de los coches fúnebres durante el día. Estamos frente al
nuevo y último de los tabúes que persisten en nuestro
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