Adolescencia Inicial, Media Y Superior
mariamcortes201322 de Abril de 2013
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Adolescencia media: (15 a 18 años aprox.)
Es la adolescencia propiamente dicha: acá las características de lo que implica ser adolescente se ponen más en juego.
- Se encuentra el objeto heterosexual, se abandona la posición de la bisexualidad.
- La vida emocional se hace más intensa.
-En el varón la elección de objeto es narcisista. Elije en base al yo ideal.
-La mujer hace sobrevaloración del falo, característica bisexual.
-El autoerotismo se abandona porque la libido se empieza a depositar en objetos externos. Se incrementa el narcisismo, elevada autopercepción.
Sobrevaloración de sí mismo para poder pasar el abandono de los padres infantiles, elimina esas figuras como fuente de gratificación.
-Se incrementa la sensibilidad. Un narcisismo exacerbado a veces lo lleva a desencadenar una psicosis.
-Aumento de una incorporación pasiva que estaba en la fase oral, se da una regresión a características de la fase oral, pero no a la fase oral.
- Aparece el diario íntimo: Instrumento que sirve en la clínica y al mismo adolescente para reorganizar su mundo interno. El diario es visto como objeto propio, sirve para tener conocimiento acerca de las experiencias del adolescente, es una fuente de interpretación de experiencias y materiales psíquicos. No sirve para probar hechos reales, ni para registrarlos. Es un alto reforzador del yo.
El complejo de Edipo se reafirma, hay una salida exogámica.
Duelo por la identidad sexual y en la nueva forma de pensar: Los 15 años son una edad clave en la crisis adolescente, que coincidiría con el proceso de todo duelo. A esta edad el duelo no se centra tanto en el esquema corporal, sino más bien en torno de la identidad sexual y de la distancia y control sobre los objetos en niveles más abstractos, posibilitados por el desarrollo del pensamiento lógico-formal. El Yo, incrementa una percepción mas integrada de los objetos, que dentro del proceso de duelo se puede describir como una mayor capacidad de tolerar la ambivalencia, la culpa y la pena.
El adolescente de 15 años tiene que defenderse sobre todo de la desesperación por el vacío creado ante la pérdida de partes del Yo, de la culpa intolerable incrementada por las nuevas pulsiones edípicas y de la sensación de impotencia y desorientación frente a los nuevos vínculos que ahora reconoce mucho mejor.
Se introduce el concepto de “fluctuación del yo”: consisten en una extrema facilidad para realizar identificaciones de características pasajeras pero de suma utilidad para ir discriminando y modificando en la experiencia el mundo interno caótico, a la vez que ir “familiarizándose” con los nuevos vínculos.
Otro elemento importante es la nueva forma de pensar. El adolescente ya puede pensar a partir de ideas y no solamente sobre objetos concretos. Esto indica una mayor capacidad del Yo para separarse de la realidad externa, pues reflexiona, o sea, piensa sobre ideas que ya pertenecen al Yo, a través de la formación de símbolos. Esta desvinculación relativa del pensamiento respecto de la realidad le permite cierto manejo omnipotente de los objetos, importantísimo instrumento para sobrellevar la desesperación típica de ese período.
La mayor discriminación de la identidad sexual enfrenta definitivamente al adolescente con la conflictiva edípica genital, motivo por el cual la desesperación propia se incrementa.
Las fallas en el pensamiento y en la vida grupal con otros adolescentes, son motivos frecuentes de fracaso en la elaboración del duelo, que hacen posible la emergencia de depresiones, histerias, tendencia a la actuación y otras conductas regresivas durante este período,
El grupo de pares es una ayuda inestimable para sacar a los adolescentes de esta desesperación: por un lado, potencia el pensamiento omnipotente, por otro lo regula al exigirle un cierto reconocimiento de la realidad. Al mismo tiempo facilita las relaciones sociales en base a un “Yo grupal” que potencia la acción social con cierto control (el grupo), y por último le sirve de apoyo para los primeros vínculos heterosexuales dentro de un marco restringido y controlado, dado que el grupo además de ser un grupo social es un grupo psicológico donde la discriminación se hace más en función de roles que de personas.
El duelo alcanza su culminación después de los 17 años, cuando la desesperación se va convirtiendo en soledad. La separación es definitiva y el compromiso con el otro sexo, con la propia identidad y con la sociedad se realiza de una manera más personal. Las “ayudas” para elaborar el duelo (rasgos de carácter, seudoidentidades, pensamiento omnipotente, pandillas) no se tienen más, por lo menos sin conflicto; no queda más apoyo que la propia identidad, la pareja y la comunidad, mediante sus roles y vínculos afectivos.
Estas primeras parejas, el experimentar con los roles sociales y la tendencia a la autenticidad, conservan aún el espíritu de lucha que todo duelo lleva implícito. Quizá se deba a ello el carácter transitorio y algo extremista que tienen estos primeros ligámenes que paulatinamente se van integrando: se pasa a tolerar que la novia o el novio no sean tan perfectos, se aceptan más las propias limitaciones y responsabilidades, se reconoce que los roles son logros personales y las ideologías no son absolutas.
Estado de desesperación relacionado con:
- Vacío que genera la pérdida.
- Culpa que provoca la reaparición de los deseos incestuosos.
- Impotencia y desorientación que le provoca al adolescente los nuevos vínculos que se le presentan.
Los primeros enamoramientos: Búsqueda de encuentro desde un lugar narcisistico. Idea de completamiento por las similitudes. El encuentro entre dos sexos hace que la identidad sexual se consolide
Base: yo ideal; primeras exploraciones que sirven para conservar el dominio de la realidad.
Como son narcisistas, se refuerza el yo porque se establecen las identificaciones primitivas.
Las identificaciones pasajeras le sirven al adolescente para discriminar rasgos femeninos y masculinos.
Rasgos de carácter:
A los 15 años la modalidad femenina receptiva más aceptada posibilita mejor el interjuego entre la atracción femenina y la conquista masculina, enfrentando así la rivalidad edípica.
Por otra parte, la presión social que apoyaba la moratoria social en las mujeres con respecto a la aceptación de la identidad sexual ha cesado, lo que les crea una situación difícil al tener que enfrentar abiertamente el conflicto edípico genital. Esto explica porqué este período, de 15 a 18 años es el período psicopatológico por excelencia en las mujeres.
A esta edad, no son tan necesarios los rasgos de carácter defensivos típicos de la pubertad simplemente porque a los 15 años las púberes ya están preparadas para afrontar intelectual y sexualmente su rol, por tener la identidad más afianzada.
El rasgo de carácter se reemplaza en varios sexos por “la barra”, que interviene como un objeto transicional. La barra es el último baluarte de la bisexualidad, osea, la última posibilidad de sentir los impulsos sexuales individuales todavía confundidos con los del otro sexo, no formando ya parte de sí como en el carácter, sino como miembro del grupo. Esto sucede por el fenómeno de identificación proyectiva, en el que chicas y varones viven inconscientemente como propios el sexo opuesto. La barra se vive como una unidad por el monto de identificación proyectiva: cada vive al otro como parte de sí y al mismo tiempo como distinto.
Se trata de un grado mayor de individuación y socialización que permite al mismo tiempo un segundo compás de espera para que la identidad se vaya consolidando y para permitir la adaptación social mediante la intimidad de la pareja.
Además de permitir una paulatina individuación y adaptación sexual, la barra también permite un paulatino aprendizaje del pensamiento adulto.
La adaptación de la barra es un intento gradual de adaptación social, pues podemos considerarla como un objeto transicional en el sentido de que contiene elementos infantiles (bisexualidad, familiaridad, sometimiento, códigos infantiles, roles y juegos infantiles, etc.), y del mundo adulto (heterosexualidad, código convencional, normas colectivas, autonomía, etc.), que poco a poco se van integrando con ciertas posibilidades de control de los impulsos y asunción paulatina de roles que van alejando de la familia.
Los varones llegan mejor preparados ara adaptarse socialmente, dado que sus rasgos de carácter no han sido tan defendidos como los de las mujeres. También al llegar a los 15 años pierden definitivamente la feminidad a nivel individual, siendo reemplazada por identificación en la barra con las chicas.
Todos, varones y mujeres, a los 15 años se sienten más identificados con su propio sexo, pero todavía tienen que aprender a instrumentarlo y a aceptar la bisexualidad real como un elemento enriquecedor que no requiere ser proyectado afuera, en la barra o en los rasgos de carácter. En la pubertad, la bisexualidad fantaseada servía para graduar la ansiedad surgida por la heterosexualidad (conflicto edípico), pero a los 15 años su abandono pone al descubierto ansiedades vinculadas con la homosexualidad latente.
Es bastante conocido que las parejas con fuertes rasgos simbióticos controlen con el otro sexo la intolerancia a la propia bisexualidad. La pérdida del otro como depositario de los impulsos homosexuales origina un aumento de ansiedad homosexual.
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