Bisexualidad, ¿un Disfraz De La Homofobia Internalizada?
Alanjavin1 de Noviembre de 2014
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Bisexualidad, ¿un disfraz de la homofobia internalizada? Por Alejandra Sardá
Trabajo presentado en el I Encuentro Argentino de Psicoterapeutas Gays, Lesbianas y Bisexuales,organizado por el Grupo Nexo y realizado en Buenos Aires, en septiembre de 1998.
"Me dijo que le gustan los hombres tanto como le gustan las mujeres, lo que le parece natural porque, dice, él es producto de dos sexos así como de dos razas. A nadie le sorprende que él sea biracial; ¿por qué debería sorprenderles que sea bisexual? Esta es una explicación que jamás escuché antes y que no puedo comprender del todo; me parece demasiado lógica para mi cerebro."
Alice Walker, Possessing the Secret of Joy
Necesito hablar sobre bisexualidad. Creo que la analogía es la identidad interracial o multirracial. Creo que la analogía para la bisexualidad es una visión del mundo multicultural, multiétnica, multirracial. La bisexualidad se desprende de una perspectiva como ésa y a la vez conduce a ella.
June Jordan, activista y poeta
El título de este trabajo apunta directamente a uno de los prejuicios más prevalecientes tanto en la población en general como en las/os profesionales de la salud. Ante la "confesión " de bisexualidad, la mayoría de las personas asumen que se trata de alguien que no se atreve a vivir sus impulsos homosexuales o que busca presentarlos de una manera más socialmente aceptable. En la primera parte de este trabajo, analizaremos los supuestos que configuran el modelo imperante de sexualidad y que inciden en esa concepción de la bisexualidad. En la segunda parte, nos abocaremos a las consecuencias prácticas que las diversas percepciones de la bisexualidad pueden tener en la clínica, particularmente cuando se trata de terapeutas gays o lesbianas. El marco referencial de este trabajo, así como nuestra práctica, se funda sobre todo en el feminismo aplicado al ámbito de la salud mental, así como en algunos elementos de la Gestalt.
¿De qué hablamos cuando hablamos de (bi)sexualidad?
Muchas personas afirman que "la bisexualidad no existe". En cierto sentido, tienen razón. La Bisexualidad, como entidad absoluta, es algo irreal, claro que sí. Algo tan irreal como lo son La Homosexualidad o La Heterosexualidad. Lo que existen son historias humanas de deseo y diferentes maneras de dar cuenta de ellas a través de las palabras. La elección de una palabra o de otra (o de ninguna) para dar "título" a esa narrativa, es producto de numerosas circunstancias, entre las que se tienen un lugar privilegiado el contexto social y cultural, la historia familiar y el grupo de pertenencia. Y siempre, toda palabra que pretenda dar cuenta de la historia y del presente deseante y afectivo de una persona, necesariamente dejará afuera experiencias, fantasías, proyectos, sueños, que son conflictivos con la imagen de sí que esa palabra quiere revelar. Ese "dejar afuera" puede implicar "olvidarlos" o también resignificarlos de maneras que reduzcan su conflictividad.
Lo que se considera "ambiguo", es decir, lo que no es fácilmente clasificable en las categorías existentes, tiene la virtud de por su mera existencia desnudar las reglas de juego que subyacen a esas categorías.
Tal como sucede con la transgeneridad, que desnuda en forma implacable la precariedad de la diferencia (binaria) de género, pilar de la civilización occidental -cristiana y no-, la bisexualidad pone al descubierto cuáles son los parámetros que regulan la idea misma de sexualidad humana en este fin de siglo. Escuchemos las críticas, y los temores. Los siguientes comentarios fueron pacientemente recogidos por nosotras a lo largo de los años. Provienen de muy variadas clases de personas: terapeutas de diversas orientaciones, público de talk-shows en televisión, gays y lesbianas (activistas y no), integrantes de grupos de terapia, estudiantes de psicología, etcétera. Según ellas y ellos, las personas bisexuales son:
Inmaduras: porque no se definen, porque pretenden perpetuar un estado de omnipotencia infantil en el que todos los objetos son potenciales objetos amorosos.
Impostoras: porque "en realidad" son gays o lesbianas que no se atreven a asumirse como tales, o que no quieren perder ni los privilegios sociales de la heterosexualidad ni los placeres de la homo.
Confundidas: porque "en realidad" no saben lo que quieren, dudan, van de un cuerpo a otro y de un género a otro buscando una falsa completud de sus débiles yoes, que se debilitan más aún en ese proceso.
Hipersexualizadas: su libido es tan intensa que rompe los diques de la represión y no discrimina entre objetos socialmente permitidos y prohibidos; en versión talk-show: "tiene ojo, me lo cojo".
Egocéntricas, egoístas, centradas en la búsqueda de su propio placer y reluctantes a sacrificar nada de sí para comprometerse en una relación adulta con una persona de un determinado género y renunciar al resto de sus potenciales parejas. Este egocentrismo en muchos casos orilla la psicopatía, ya que la persona bisexual es insensible al dolor que causa en heterosexuales, gays o lesbianas puras/os y bien intencionadas/os que confían en ella. (Esta línea ha sido explotada por el cine hasta la exasperación.)
Exóticas, andróginas, ni hombres ni mujeres, criaturas de la noche y la excentricidad, artificiales, exquisitas, tan Otras que ni siquiera puede juzgárselas con los parámetros morales que sí les caben a sus hermanas/os más corrientes.
¿Cuál es la idea de sexualidad que se esconde detrás de esas críticas? En primer lugar, una sexualidad cuya culminación es un estado fijo -en cuanto a objeto, pero también en cuanto a práctica. La madurez sexual estaría indicada por la elección, sea esta hetero u homosexual, y el renunciamiento a las otras alternativas. Ser madura/o es recortar de la gama posible de experiencias humanas una sola, y adherirse a ella por el resto de la vida. Se trata de una sexualidad binaria, excluyente, y por supuesto jerárquica como lo son todos los sistemas binarios en Occidente (hombre/mujer, mente/cuerpo, blanco/negro, día/noche, cielo/infierno, etcétera). De acuerdo al círculo donde nos movamos, la perfecta culminación del proceso psicosexual será la heterosexualidad, con la homosexualidad como variante defectuosa; o proclamaremos la supremacía del deseo entre iguales, con una miríada de argumentos que van desde la exquisitez griega hasta la liberación del mandato patriarcal.
No hay vida fuera de los polos... contradiciendo la realidad de nuestro planeta donde justamente los que están deshabitados son los polos y la fascinante diversidad de la vida humana transcurre en las vastísimas zonas que se extienden entre ambos...
¿Por qué la bisexualidad asusta tanto que tiene que ser negada en su misma existencia? Una posible explicación, entre muchas, se relaciona con este sistema binario al que venimos haciendo referencia. Al ser jerárquicos, los binarios que estructuran el pensamiento occidental son en realidad falsos binarios. No hay equivalencia entre las dos posibilidades: siempre hay una que es "positiva" y otra que es "negativa"... el negativo de la primera, su copia deformada. En la Edad Media se imaginaba el cuerpo de la mujer como una copia deformada del masculino, sin tapujos. El lado "positivo" del binario es el "real"; el otro, es una deformación a corregir, sin entidad propia. No son dos, sino uno, y la "elección" / "renuncia" no es tal, sino una mera cuestión de desempeño, de acercarse más o menos al ideal.
En esta sexualidad normativizada, con indicadores de desempeño y metas a alcanzar, donde el deseo aparece controlado, nombrado, acotado, y el margen para lo imprevisto y para el cambio es mínimo, la bisexualidad irrumpe como elemento disruptivo. La bisexualidad no sólo devuelve su categoría de existencia al otro polo del binario sino que además despliega una amplia gama de opciones posibles entre ambos, que los relativiza y los vuelve meros puntos en un continuum en lugar de indicadores excluyentes de identidad.
La bisexualidad remite a lo móvil, al cambio, a lo imprevisto y por eso atemoriza. En ámbitos que no sean la sexualidad, se reconoce la capacidad de adaptación a los cambios como síntoma de madurez, la flexibilidad como indicio de estructuración adecuada del yo, un amplio repertorio posible de respuestas e intereses como sinónimo de salud. Y sin embargo, en lo sexual, exigimos de las personas todo lo opuesto. No es sorprendente: en el lugar de la mayor vulnerabilidad humana, donde rozamos la muerte y la desnudez, donde hasta el lenguaje adulto nos es insuficiente, es donde construimos las mayores rigideces, los imperativos más tiranos.
La definición más simple de bisexualidad habla de la potencialidad de sentirse atraída o atraído por personas del propio género así como de cualquier otro. El término en sí ha sido cuestionado por muchas personas en los últimos
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