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Carl Rogers


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  1.512 Palabras (7 Páginas)  •  309 Visitas

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El tema de la congruencia

6En su trabajo, Rogers descubrió tempranamente que una de las características de la relación terapéutica que él mismo había establecido como claves para promover el crecimiento de las personas (Rogers 1957), era más importante y gravitante que el resto. Esta característica era la congruencia de al menos uno de los participantes en la relación, llámese terapeuta, profesor, superior jerárquico, padre/madre u otro. En todo caso, Rogers ya había hecho este importante hallazgo para sí mismo: «En mi relación con las personas he aprendido que, en definitiva, no me resulta beneficioso comportarme como si yo fuera distinto de lo que soy.» (Rogers 1961).

7¿Por qué esta actitud podría tener tal impacto? Porque, lamentablemente, no se presenta con frecuencia en nuestra sociedad, debido al condicionamiento al que nos referimos anteriormente. Nuestra sociedad no está sincronizada con la tendencia a actualizar nuestras potencialidades (lo que Rogers llama “tendencia actualizante”), y estamos sometidos a situaciones que no concuerdan con nuestra “valoración organísmica” (Rogers 1964) –la cual define como aquella capacidad innata que poseemos de evaluar con todo nuestro organismo lo que en cada instante nos hará crecer y desarrollarnos. Asimismo, sólo recibimos recompensas positivas condicionadas –es decir, recompensas que sólo ocurren si concordamos con el molde social-, entonces tenemos que desarrollar un ideal de sí mismo (ideal del yo). En este caso, Rogers se refiere a ideal como algo no real; como algo que está siempre fuera de nuestro alcance; aquello que nunca alcanzaremos. La parte nuestra que encontramos en la tendencia actualizadora, seguida de nuestra valoración organísmica, de las necesidades y recepciones de recompensas positivas para uno mismo, es lo que Rogers llamaría el verdadero yo (self). Es éste el verdadero “tú” que, si todo va bien, vas a alcanzar.

8El espacio comprendido entre el verdadero self y el self ideal; del “yo soy” al “yo debería ser” se llama incongruencia. A mayor distancia, mayor será la incongruencia. De hecho, ésta es la que esencialmente Rogers define como neurosis: estar desincronizado con tu propio self.

9El siguiente esquema (Boeree 2003) ilustra el camino de socialización y descentramiento, por un lado, y por otro, el de la actualización.

Conclusiones

36Sin haberse declarado explícitamente como un místico, el mensaje de Rogers coincide en gran medida con citas, por ejemplo, de Jesús: «¿Qué provecho obtiene el hombre ganando el mundo entero si al hacerlo pierde su alma?» (Mateo, 16: 26); “La verdad libera” dice también la Biblia. Y es cierto: llevar una vida regida por la verdad, la honestidad y la integridad no sólo coincide con la prédica del cristianismo, sino que, precisamente, produce un estado de integridad y paz internas. Se está tranquilo consigo mismo, no hay remordimientos ni las consecuencias físicas y de equilibrio interno que tiene el llevar una vida doble: tensión y stress –con sus múltiples expresiones-. Los niños suelen dormir muy profundamente, y me atrevería a asegurar que no sólo tiene que ver con tener menos responsabilidades, sino con ser más transparentes, espontáneos y honestos. Tienden a decir y a vivir la verdad y no andan tras el éxito, el poder y el dinero.

37Cuando niños tuvimos claro lo que sentíamos, sin confusión o conflicto. La actual situación -en que escuchamos tantas voces internas contradictorias en nuestro interior-, es producto del condicionamiento a que nos sometieron padres, religión, sociedad y educación. A esta altura, no logramos saber qué es lo que realmente sentimos o deseamos. Hay “voces” internas que nos impulsan en una dirección, y otras hacia la opuesta. ¿Cómo saber cuál es la más auténticamente nuestra? El problema consiste en que el condicionamiento nos induce a engaño: tal como Rogers lo describe en el proceso de introyección (Rogers 1964) terminamos sintiendo como propias opiniones o juicios que eran enteramente ajenos en su origen. Es así como el odio a los negros que puede sentir un norteamericano blanco del Sur de Estados Unidos es transmitido a sus hijos: si bien, en un principio, éstos podían jugar alegremente con niños de otra raza en el jardín infantil y quererlos como a cualquier otro, el efecto de los juicios de los padres puede ser, a la larga, devastador y llevarles a odiar y despreciar a “esos asquerosos negros”. Este es un juicio que no corresponde, en verdad, a su verdadero sentir, sino que es asimilado desde los padres. La confusión aumenta si no nos damos cuenta de cuál es nuestro verdadero sentir y no lo distinguimos, a primera

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