Complejidad como punto central en el diagnóstico

Complejidad como punto central en el diagnóstico

Uno de los desafíos que enfrentan los profesionales a la hora de ejercer su labor, tanto en psicopedagogía como en otras áreas de la salud mental, es el de realizar un diagnóstico que abarque al sujeto en su complejidad. Esto quiere decir, analizar reconociendo que cada singularidad es subjetiva y, por lo tanto, no es posible establecer leyes absolutas o totalidades como matrices que delimitan al sujeto y, a su vez, reconocer que las relaciones proponen una complejidad a partir de que, quienes participan en el diagnostico (es decir, el profesional y el sujeto a intervenir) son multidimensionales. El paradigma de la complejidad surge en contraposición al paradigma de la simplicidad que, tal como su nombre lo indica, simplifica las consecuencias a una única causa sin tener en cuenta lo múltiple.

En el ámbito de la psicopedagogía, cuando se realizan diagnósticos desde el paradigma de la simplicidad, se tiende a reducir las causas de un problema de aprendizaje a única posibilidad que es la de un problema en los neurotransmisores, facilitando el tratamiento y reduciendo las responsabilidades de quienes están a cargo del sujeto (niño). En contraste a este mismo, desde el paradigma de la complejidad el diagnóstico psicopedagógico contiene un análisis de las capacidades cognitivas en los procesos de aprendizaje que desarrolla un determinado sujeto y tiene en cuenta que los individuos son singulares e inciertos, haciendo que cada proceso de diagnóstico sea único abarcando diferentes estrategias. Estas últimas deben ser creativas y estar elaboradas acorde a la complejidad del padecimiento del sujeto.

“Desde la psicopedagogía clínica, con orientación psicoanalítica, un diagnóstico es un proceso en el cual se intenta encontrar el sentido histórico subjetivo de las dificultades de cada niño en su singularidad, que ese manifiestan a través de sus problemáticas escolares.” (Untoiglich, 2005)

Lo que debe buscarse no son respuestas sencillas ni simplificadoras, sino la profundización de cada caso, poniendo foco en lo que le sucede a cada niño y el motivo por el que no responde al ritmo esperado, realizando un abordaje terapéutico diferente según las determinaciones del sujeto, e indagando sobre la hipercomplejidad de la subjetividad de la actualidad, hecho que no se tiene en cuenta y produce la categorización del sujeto. Es decir, se categoriza al sujeto en función de sus características y se lo diagnostica limitándolo a un determinado trastorno.

Así se promueve una invasión de diagnósticos como un conjunto de enunciados descriptivos que se terminan transformando en enunciados identificatorios haciendo que se catalogue a un niño y pierda así su identidad resumiéndose la misma a los síntomas que presenta. Es decir, el diagnóstico temprano atrapa a un niño y lo limita.

Es alarmante pensar, que en las últimas décadas, incrementó considerablemente el número de niños diagnosticados con distintos trastornos de aprendizaje, estableciendo en los niños una etiqueta invalidante que limita su desarrollo a las cuestiones que acontecen su “trastorno”

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