Counseling Integral
enewbery26 de Octubre de 2012
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COUNSELING INTEGRAL
Un enfoque para el siglo XXI
Por Ezequiel Newbery
Un mundo fragmentado
Si bien el ser humano se ha abocado al estudio y descripción
de la conciencia y el comportamiento humano desde tiempos
inmemoriales, hacia fines del siglo XVII un pensador francés
arribó a una conclusión que cambiaría enormemente la
concepción del ser humano. “Pienso luego existo”, afirmaba
René Descartes en su Discurso del Método publicado en
1637. Una nueva conciencia, que ya llevaba más de un siglo
dando sorpresas, encontraba su slogan y se proclamaba ante
un mundo que ya no volvería a ser el mismo. La modernidad
había llegado para quedarse, trayendo consigo buenas y
malas noticias.
Partiendo de la premisa de que al separar sujeto y objeto era
posible acceder a una realidad más confiable, los pensadores
de la modernidad lograron diferenciar tres esferas de valor. El
arte, la moral y la ciencia, que durante la antigüedad habían
existido en forma totalmente indiferenciada, lograron
independizarse para buscar individualmente sus propias
verdades.
El hombre moderno era ahora capaz de diferenciar entre
descripción, interpretación y valoración. Esta nueva
capacidad liberó de las cadenas al potencial racional humano,
generando grandes avances tanto a nivel científico como
tecnológico.
Pero no todas fueron buenas noticias. Durante los últimos
ciento cincuenta años, como resultado de sus increíbles
descubrimientos, la ciencia se fue imponiendo como verdad
predominante y casi exclusiva por encima de los demás
dominios. Obsesionada por alcanzar “La Verdad” separando
cada vez más al observador de lo observado, la ciencia
generó sin proponérselo dos grandes problemas: disociación
y materialismo.
Entendemos la disociación como la desconexión patológica
entre cosas que están naturalmente conectadas y el
materialismo como la creencia en que solo el mundo físico es
real.
La psicología como ciencia joven que comenzaba a dar sus
primeros pasos hacia fines del siglo XVIII no pudo escapar a
la fragmentación y falta de profundidad que comenzaba a
teñir la realidad de la época.
En este ambiente, tanto el psicoanálisis como el conductismo
desarrollaron con éxito sus teorías mecanicistas y
reduccionistas que definían al ser humano como un conjunto
de conductas, pulsiones y adaptaciones a un orden social
determinado. La muerte de Dios proclamada por Nietzsche,
unida a la disociación y el materialismo, lejos de haber
facilitado la emergencia del superhombre, había dejado a un
Hombre huérfano de subjetividad, habitando un mundo chato
y carente de sentido.
Hacia mediados del siglo XX comenzaron a cobrar auge las
corrientes humanistas que reivindicaban el potencial subjetivo
del ser humano. Estas escuelas humanistas (entre ellas el
Counseling rogeriano) surgieron como antítesis en una
dialéctica filosófico-científica, y en la mayoría de los casos
acabaron cometiendo un error similar al de sus predecesoras.
Al negar las verdades parciales de las otras escuelas
colaboraron, sin quererlo, con una fragmentación que ya
estaba instalada y que ambas eran incapaces de ver. En la
zona ciega materialismo y humanismo discutían sin
percatarse de que ambas tenían razón y constituían solo una
parte de la verdad.
El Counseling Integral concibe al ser humano como un todo,
cuerpo, conducta, conciencia, subjetividad. Estos dominios de
la experiencia humana están inextricablemente conectados.
Una visión auténticamente integral deberá revelar las
profundidades de la conciencia humana y será capaz de
explicar cómo las diferentes expresiones de esta conciencia
se relacionan.
En el modelo integral, como en la vieja fábula de los ciegos y
el elefante, partimos de la idea que todos tienen algo de razón
en lo que postulan. Así como un ciego cree que todo el
elefante es una pata y otro cree que todo el elefante es una
trompa, de la misma manera cada corriente psicológica cree
erróneamente que puede dar cuenta de la totalidad del
individuo desde su óptica limitada.
Desde una visión integral intentamos incluir tantas teorías
psicológicas como nos sea posible para generar un mapa
comprehensivo y confiable. Nuestro modelo toma los
componentes fundamentales de cada teoría de modo que
algunas porciones del mapa resultarán más relevantes que
otras para navegar con eficiencia un área determinada.
Como veremos a continuación, el modelo integral, en su
forma más básica, se compone de 5 elementos: cuadrantes,
niveles, líneas, estados y tipos. Estas son las cinco
dimensiones básicas de la experiencia y potencial humano.
LOS CUATRO CUADRANTES:
Una manera de abordar la experiencia humana es
dividiéndola entre experiencias objetivas y experiencias
subjetivas y a ambas en sus dimensiones individuales o
colectivas.
Lo subjetivo hace referencia a lo que ocurre dentro nuestro y
lo objetivo es aquello que ocurre afuera. En la experiencia
subjetiva se encuentran pensamientos, sentimientos,
sensaciones y motivaciones. Estos eventos ocurren dentro de
la persona, no son cosas que pueda ver o tocar. Para estudiar
la experiencia subjetiva de una persona será necesario
preguntar y la persona tendrá que responder de alguna
manera. La experiencia objetiva, por otro lado se refiere a
aquello que podemos ver, tocar, medir y explorar físicamente.
Constituye básicamente el mundo material y se estudia a
través de la metodología científica. Entonces, en lugar de
pensamientos, sentimientos, sensaciones nos encontramos
con un neocórtex, un sistema límbico o con un conjunto de
neuronas.
El modelo integral ubica las interpretaciones subjetivas en el
lado izquierdo del mapa y las descripciones objetivas en el
lado derecho. Teniendo en cuenta que el ser humano no se
desarrolla en forma aislada sino que siempre forma parte de
algún grupo, volvemos a subdividir este cuadro en otras dos
dimensiones, la individual y la colectiva:
Tal como se ve en la figura nuestro mapa muestra cuatro
territorios claramente delineados.
Un cuadrante superior izquierdo que representa el interior
del individuo, la conciencia subjetiva e individual. El lenguaje
de este cuadrante es el lenguaje del Yo o primera persona:
“Me siento angustiado” sería una descripción de un evento en
esta área.
El cuadrante superior derecho representa la dimensión
objetiva o exterior del individuo. El lenguaje de este cuadrante
es el lenguaje del “ello” o tercera persona. Este es el
cuadrante del que se ocupa la ciencia clásica, es decir, de los
hechos fácticos de un organismo individual. Incluye
descripciones de conductas observables, elementos y
componentes físicos y la materia y energía de aquello que
está siendo observado. “El paciente presenta taquicardia y un
bajo nivel de serotonina” correspondería a una descripción en
este cuadrante.
Veamos ahora las dimensiones colectivas. El cuadrante
inferior izquierdo representa el interior de dos o más
individuos. Es el cuadrante intersubjetivo o la dimensión
interpersonal que representa la conciencia colectiva del grupo
o, en un sentido más amplio a la cultura en general. Allí
encontramos diferentes valores, moral y visiones del mundo
que se manifiesta en la gran variedad de grupos humanos.
Este cuadrante se vale del lenguaje del nosotros. “Mi familia
reverencia el lugar del padre de familia” corresponde a una
descripción realizada desde este cuadrante.
Por último, el cuadrante inferior derecho representa los
sistemas objetivos e incluye a la inmensa variedad de
sistemas sociales y dinámicas grupales tal como se las
observa desde el exterior. Es el marco objetivo e institucional
en la cual está anclada la cultura. “En casa la máxima
autoridad es papá.” corresponde a una descripción realizada
desde este cuadrante.
Cada cuadrante contribuye con su perspectiva particular para
alcanzar una comprensión más cabal de un evento
determinado. Cada verdad parcial proveniente de cada una
de estas perspectivas constituye una parte de una totalidad
más amplia a la que el filósofo Ken Wilber reconoce como “el
Gran Tres”, entendiendo a los cuatro cuadrantes como la
integración de los lenguajes del yo, del ello y del nosotros.
Entendamos que el término ello no es utilizado en su sentido
psicoanalítico sino haciendo referencia a “cosas o hechos”
objetivos. Este Gran Tres, es decir, los cuatro cuadrantes, no
son sino los representantes de cada una de las esferas de
valor que el ser humano logró diferenciar a partir de la edad
moderna.
Gracias a esta diferenciación
...