Código de ética y Transferencia

Dentro del capítulo tercero del código de ética del colegio de psicólogos de Chile de 1992, específicamente en los aspectos relativos al cliente, se perfila la objetividad hacia ellos, en cuanto es el profesional, quien debe atender a toda persona que pida sus servicios, sin que intereses o prejuicios pudiese perjudicar su desempeño profesional. Resulta importante saber también, que el psicólogo: “…no atenderá profesionalmente amistades, familiares y/o personas con las cuales está involucrado en otros roles…” (Colegio de psicólogos de Chile.1992. P.11). Es interesante entonces, como este principio, deja en evidencia la dificultad de trabajar con personas con las cuales el profesional ya tiene alguna relación o vínculo, ya sea anterior o no.

Es muy posible que el conocer de antemano al cliente o tener alguna cercanía, vincularía al psicólogo de alguna forma con esa persona, ya que es probable que también el cliente, pueda saber algo de la vida personal del profesional. Es entonces, que ya se podría hablar de cierta transferencia, claro que no vinculada a la clínica, sino más bien, algo más informal. Pudiesen haber ciertas predisposiciones, -tanto negativas, como positivas- a la persona del analista, lo que ciertamente, podría causar obstrucción a la cura.

Es por tanto que el código de ética, con este punto, puede anticiparse a ciertos peligros que podrían aparecer en la clínica, si alguno de estos dos personajes, ya se conocieran. Pues, el paciente puede tener ya una imagen marcada de su analista y a la hora de llegar a una sesión, la transferencia, se vería afectada, tal vez por ciertos sentimientos ya creados a la base del conocimiento previo. Es por ello, que la transferencia, que resulta ser una resistencia, pero que a la vez, podría servir para: “…facilitar la confesión, y uno comprender por qué la obstaculiza” (Freud, 1912. P.102), se vería afectada, y es en ese sentido, que la confesión por ejemplo, podría no abrirse paso.

Por otro lado, en este apartado del código de ética, se podría hacer frente a ciertas situaciones que podrían surgir si es que hubiese una relación entre el analista y el paciente (que por cierto, de igual modo, podría darse si no se conocieran). “Constituyen inconductas éticas las relaciones duales como involucramiento sexual o sentimental, el acoso sexual y toda superposición de roles, especialmente cuando el psicólogo/a está claramente en una poción de poder y autoridad respecto a su paciente”. (Colegio de psicólogos de Chile.1992. P.11). Lo anterior, limita ciertamente las relaciones entre ambas partes, pues es en las relaciones, en las que se abre paso la transferencia.

Es en tanto lo anterior, que podría ser necesario recordar que Freud, habla de dos tipos de transferencias: una negativa y otra positiva, encontrando en esta última a  su  vez la transferencia  de  sentimientos amistosos y la erótica. En    ese

sentido, dice Freud: “…sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es un transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas”. (Freud, 1912. P.103), por lo tanto, una transferencia positiva de mociones amistosas, podría ayudar incluso a la cura, pues el analista se vería como alguien de confianza y que ciertamente estaría en una posición de poder (como dice el código de ética), pero viéndolo de este modo, sería un poder/saber, el cual podría ser visto o sentido por el paciente, como algo que puede ayudarle.

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