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De La Inconciencia A La Conciencia


Enviado por   •  14 de Diciembre de 2014  •  3.021 Palabras (13 Páginas)  •  234 Visitas

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Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce

Jean Jacques Rousseau

A pesar de que a la luz del siglo XX las críticas dirigidas a la teoría freudiana e inclusive a Freud mismo se hicieran allegar por parte de propios (Jung, Adler) y extraños, el psicoanálisis es un producto de la historia occidental, de un zeitgeist donde se refleja su creador, tal premisa adoptada por Lancelot Law Whyte ronda por todo su texto “El inconsciente antes de Freud” donde afronta a través de una revisión histórica, las nociones que dieron origen a la filosofía desde el siglo XVII hasta nuestras fechas, la creatividad en su carácter de descubrimiento encuentra mella en la confrontación con el pasado y las grandes ideas pierden su denominación de monopolio, es así como las concepciones sobre los procesos mentales inconscientes son analizados desde la perspectiva entrecomillada de una historia terapéutica (como la llama Law Whyte). La preparación de las ideas que posteriormente fundamentarían el descubrimiento del inconsciente devienen de la filosofía pero esto no se menciona para reducir el constructo teórico de esa postura llamada psicoanálisis a un producto de la “moda intelectual”, sino para dar realce a una serie de significaciones que han permeado el entendimiento humano desde las primeras época, Law Whyte lo afirma en su primer capítulo al mencionar que “el entendimiento humano es nuevo” (p. 13) lo que llevaría a imaginar a una serie de hombres tratando de conocerse y reconocerse en sus sensaciones transitorias para que con el paso del tiempo se construyera la noción de la conciencia plena, de un autoconocimiento; hecho que remite a la génesis de esta noción de lo conciente, de aquello de lo que se está seguro, de lo que es ineluctable, de lo que no se duda, de la misma concepción creada del hombre para sí mismo, la razón como premisa unívoca de lo existente bajo el precepto cartesiano cogito ergo sum, ofreciendo principal testimonio de dicha noción.

Descartes elucida así a lo conciente por vía de la res cogitans (cosa pensante), el yo, en contraste con la res extensa, pero cuyo resultado que comienza con la negación de las sensaciones y el cuerpo mismo, en la duda metódica termina siendo una sustancialización del sujeto pensante y da paso a la exaltación de la conciencia en oposición a todo fenómeno que se alejara de este discurso, realiza una autoafirmación del Yo, aunque como dijera Law Whyte: “...mientras más brillante es la luz que ilumina dos reinos vecinos, más profunda es la oscuridad en que caen sus interacciones” (p.67), así la constitución de una categoría como lo es el inconsciente queda de primera mano, válgase la expresión, “descartada” en medida que se deja al olvido a los procesos mentales inconscientes, englobados en la concepción de mentalidad, por la fundamentación de un dualismo imperante ante los vagos designios de corrientes monistas contradictorias como el idealismo y el materialismo.

Para Descartes la identidad se afirma en el pensamiento. Puedo no ser más que mero pensamiento, y que toda la esencia se reduzca a él; pero aún así se es, la existencia y el ser tienen su garantía en el propio pensamiento.

Mencionado lo anterior las adjetivaciones de consciente / inconsciente se construyen en diversos periodos de la existencia del hombre, aunque no todos de la mano de la razón, pero sí es desde Descartes que no existe una autonomía totalitaria del conciente gracias a la vía de la experiencia de la que se infería lo inconsciente, nominativo que tomaría cause por la tradición que regía la vida en Europa en el siglo XVIII a pesar de los criterios provenientes de los filósofos cartesianos quienes adoptando sólo al inconsciente como principal factor actuante en la memoria, las ideas y la percepción, atribuidas a la indefinible mente.

A partir de la pregunta por lo dudoso del cuerpo, el Yo del “yo pienso” se sostiene independientemente de esa corporalidad. Se construye así para Occidente, en estas apretadas líneas, en esos cuestionamientos u objeciones, y en las respuestas que a ellas da Descartes; un sujeto que piensa. Un sujeto que es conciencia; un sujeto que es un Yo. Este Sujeto/Yo deviene así en ese espacio de la interioridad desde el cual se reconstruirá la exterioridad del mundo y desde donde se ordenarán las cosas y los seres. El Sujeto permite escindir el mundo en una interioridad de los pensamientos y las sensaciones y una exterioridad de las cosas del mundo. De algún modo, el siglo XVII inventó una nueva construcción epistemológica a la cual Rorty ha llamado la esencia de vidrio y el ojo de la mente. El Sujeto/conciencia se ha convertido así, para el siglo XVII y la época clásica, en ese garante que el pensamiento antiguo ubicaba en Dios o en la Idea en tanto universal. El sujeto es así la vara con la cual se mide el mundo. Pensamiento, conciencia, Voluntad y Sujeto/Yo se desplegarán así y desde este momento, en una unidad que, apenas hoy trescientos años después- empieza a resquebrajarse.

El pensamiento es todo aquello que ocurre en nosotros, de modo que somos conscientes de ello. Pensar y ser consciente de que se piensa no es sino una y la misma cosa. La conciencia es la base del ser pensante. Por ello para Descartes toda sensación, todo pensamiento y emoción, toda actividad de la “res cogitans”, es decir su modo de ser es necesariamente la conciencia. Con esta visión del mundo cortado en dos niveles, una interioridad que será la Mente (res cogitans) y una exterioridad o mundo físico (res extensa), surgirá una nueva manera de definir el campo de los saberes.

Sin embargo para hablar de una cultura en específico que haya retomado la noción de inconsciente sin reservas ni atrasos se puede citar a la cultura alemana donde la veneración por la creación humana sobrepasa los límites del autoconocimiento racionalista, es aquí donde se empieza a teorizar sobre las funciones de ésta palabra hasta llegar al principio que uniría a lo individual con lo universal, donde, residirían las fuentes del conocimiento humano con la naturaleza o lo orgánico, siendo ahora el inconsciente el principio que rige toda mecánica de creación. Pero ésta no siempre se orientaba a las cuestiones de la razón, sino que la desafiaba en el terreno oscuro de la intuición y el instinto, la animalidad se enfrenta a la cultura del hombre con autoconocimiento, el espíritu se escapa de la luz corpórea de las ideas para internarse en las tinieblas de la sensualidad, en el reino de la violencia. Es a partir de este momento donde el inconsciente aborda la iniciativa del centro primordial de lo simbólico: el lenguaje en su función de forma de orden creador que al encontrarse con un discurso

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