Diagnostico Peligroso Y Sus Efectos Nocivos
abyota11 de Septiembre de 2014
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Hoy en día se acepta sin ambages que los niños
que presentan “dificultades de aprendizaje” son niños con
una inteligencia normal, y que en su inmensa mayoría,
por no decir en su totalidad, estas “dificultades” se refieren
al aprendizaje de la lectoescritura, y muy en particular a
la alfabetización inicial. La Dirección de Educación
Especial del entonces denominado Ministerio de
Educación (1997), al definir la población a ser atendida
en esta área, destaca la existencia de “interferencias o
bloqueos en el proceso de aprendizaje”, y señala:
Esta población generalmente es referida por
presentar desfase en su proceso de aprendizaje
relacionado con bajo rendimiento, repitencia y deserción
escolar, aún cuando son alumnos sin compromiso en
su integridad cognitiva.
En suma, con respecto a las dificultades de
aprendizaje, es conveniente destacar los siguientes
aspectos, sobre los cuales no existen discrepancias:
a) las llamadas dificultades de aprendizaje se
expresan como bajo rendimiento, repitencia y deserción
escolar, en niños sin compromiso de su integridad
cognitiva;
b) el denominador común, el factor que explica sin
lugar a dudas el bajo rendimiento, la repitencia y la
consiguiente deserción no es otro que el avance
insuficiente o insatisfactorio en el proceso de
alfabetización inicial. Se trata, de manera casi exclusiva,
de bloqueos o interferencias que distorsionan, retrasan o
impiden que el niño culmine el aprendizaje de las primeras
letras;
c) la distribución no es homogénea: el problema se
presenta con mayor intensidad en las escuelas más pobres
del circuito de baja calidad del sistema educativo;
d) las dificultades de aprendizaje afectan
masivamente a los niños provenientes de las clases
populares, de los sectores pobres o marginales, y sólo
excepcionalmente afecta a los niños de las clases media
y alta, no como un fenómeno generalizado.
A casi medio siglo de la identificación del problema,
el consenso no va mucho más allá. En el ámbito educativo,
todavía quedan sin dilucidar algunas facetas esenciales,
entre ellas las siguientes: ¿las “dificultades de
aprendizaje” constituyen un hecho de orden individual o
social? ¿Cuáles son los factores causales de las llamadas
“dificultades de aprendizaje”? ¿Cuál es el origen de estos
factores? ¿Cómo debería ser la atención de
las”“dificultades de aprendizaje”? ¿Qué lugar ocupa la
alfabetización inicial y la adquisición de la lengua escrita-EDUCERE, ARTÍCULOS ARBITRADOS • ISSN: 1316-4910 • AÑO 8, Nº 24, ENERO - FEBRERO - MARZO, 2004 • 9-15
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en la génesis y en la solución del problema de las
“dificultades de aprendizaje”? ¿Cuáles serían las acciones
remediales y sobre todo cuáles las acciones preventivas
recomendables? ¿Cómo sería el o los perfiles
profesionales más apropiados para abordar eficazmente
el problema?
Empecemos por reconocer que la expresión
“dificultades de aprendizaje” no se refiere a cualquier
dificultad para aprender cualquier cosa a cualquier edad.
De alguien que nunca haya podido aprender a bailar, a
coser, a cocinar, a patinar, a manejar o a montar bicicleta,
no puede decirse que presenta dificultades de aprendizaje.
Las “dificultades de aprendizaje” aluden con precisión a
una determinada población infantil. Con el rápido y
sostenido incremento de la población escolar a partir de
los años de post-guerra y la consecuente masificación de
la enseñanza básica en todo el mundo, se puso en evidencia
la existencia de un porcentaje significativo de niños que,
en los primeros años de la escolaridad, enfrentaban
dificultades para aprender los contenidos programáticos,
en particular los referidos a la lectura y la escritura, y, en
una proporción muchísimo menor, al cálculo elemental.
Las dificultades afectaban –y afectan todavía– en su
inmensa mayoría, a niños pertenecientes a los sectores
menos favorecidos de la sociedad, o a minorías étnicas,
culturales o lingüísticas de algún modo discriminadas.
Es muy importante señalar lo siguiente: se trataba
de niños con una inteligencia normal, cuyos fallos en el
aprendizaje no podían atribuirse a causas orgánicas
sistémicas tales como desnutrición clínica, trastornos
hormonales o lesiones cerebrales de ningún tipo. Tampoco
podían atribuirse a patologías psíquicas o
socioambientales, como podrían ser el autismo o la
deprivación afectiva o sensorial. Pero además, dichas
dificultades no se referían a todos los aprendizajes, sino
a los aprendizajes escolares, y muy en especial al
aprendizaje de la lectoescritura. Por estas razones, estas
dificultades se identificaron como “dificultades
específicas del aprendizaje”.
A las dificultades específicas del aprendizaje es
lícito contraponer otras dificultades no específicas. Estas
últimas son las que seguramente presentan las personas
con un compromiso de su integridad cognitiva, o aquellas
personas que por su situación de marginalidad social o
económica no tienen la oportunidad de aprender. Para todas
ellas, los fallos en el aprendizaje no se refieren sólo a la
lectoescritura o al cálculo, sino a todos los conocimientos
que hubiesen podido adquirir, y su ocurrencia no es sólo
durante los primeros años de la vida escolar, sino que
persisten, independientemente de la edad.
Una vez definida la población con “dificultades
específicas del aprendizaje”, se plantearon interrogantes
acerca de las causas de estas dificultades: qué alteraciones
podrían explicarlas, y –tal vez lo más relevante– por qué
se producían estas alteraciones.
La búsqueda de las causas: la
explicación médica
En el marco de la ideología médico-pedagógica,
se procuró establecer una correlación anatomo-clínica.
El hecho de que el aprendizaje de la lectoescritura fuese
un elemento central de las dificultades específicas del
aprendizaje indujo a un razonamiento que bien pudiese
haber sido el siguiente: a) el mal funcionamiento debía
responder a una alteración neurológica, y b) esta
alteración debía encontrarse en algún nivel del proceso
lectoescritor de acuerdo con la teoría aceptada
mayoritariamente en esa época. En beneficio de la
brevedad, podemos destacar dos aspectos fundamentales
de esa teoría: en primer lugar, la concepción de la lengua
escrita como una simple transcripción de la lengua
hablada; y en segundo lugar, la explicación del
aprendizaje de la lectura y la escritura en términos
instrumentales, es decir, como una mera técnica.
Con este fundamento teórico, a la pregunta acerca
de los factores causales de las dificultades se respondió
que éstos corresponderían a una alteración que debía
ubicarse en algún lugar del circuito estímulo-respuesta:
en la vertiente receptora (distorsiones perceptuales
auditivas, visuales o mixtas), en el procesamiento central
(trastornos en las psicofunciones, la atención y la
memoria) o en la vertiente de la ejecución (dispraxias,
alteraciones de la motricidad gruesa y fina), aceptando
además la frecuente existencia de combinaciones más o
menos complejas de trastornos en más de una instancia.
La idea de la necesaria existencia de una alteración
de índole neurológica (arbitrariamente imaginada, de
naturaleza tanto funcional como orgánica), prevaleció
durante más de tres décadas, en un intento por explicar la
problemática bautizada como “dificultades de
aprendizaje”. Como parte de este intento, se describieron
síntomas y signos de afectación neurológica, configurados
como síndrome de “lesión cerebral mínima”, que por no
tener una manifestación electroencefalográfica específica
pasó a denominarse “disfunción cerebral mínima”. Para
María A. Rebollo (1973) el carácter mínimo de la
afectación cerebral estaba dado por la ausencia de toda
expresión electroencefalográfica. Los recientes avances12 CARLOS SÁNCHEZ: LAS “DIFICULTADES DE APRENDIZAJE”: UN DIAGNÓSTICO PELIGROSO Y SUS EFECTOS NOCIVOS
en tomografía computarizada y resonancia magnética no
han aportado ninguna prueba comprobatoria de una
patología lesional en estos niños.
A falta de expresión electroencefalográfica, la
“organicidad” del síndrome de “disfunción cerebral
mínima” estaba dada por algunos tests psicológicos,
de los cuales el más utilizado era el de Bender. Se
aceptaba, sin ningún elemento objetivo confirmatorio,
que ciertas respuestas incorrectas
...