El Niño ´reescolar Y Sus Miedos
qarengutierrez2 de Junio de 2013
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PROLOGO
*Miedos en el nivel preescolar*
Los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil suponen un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempo, estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial no acercarse a ciertos animales, no entrar en sitios oscuros cuando este miedo es des adaptativo, como por ejemplo el niño desempeña una función de protección corriendo , paralizándose o empujando a atacando a algún compañero para defenderse cuando existe un peligro real, no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o se sobrevaloran las posibles consecuencias el resultado es un enorme sufrimiento por parte del niño que lo padece y sus padres. El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo. Los temores infantiles varían dependiendo de la personalidad y el carácter del niño, y de las situaciones que él vive empiezan alrededor del primer año de vida, y se presentan con mayor incidencia entre los 4 y los 6 años de edad. En ese periodo, el niño empieza a tener miedo a los insectos, a los animales, a la oscuridad, a las personas desconocidas, a los fuertes ruidos, a juguetes desconocidos, a los truenos y a las tormentas, a la muerte.
Un niño puede sentir un miedo natural ante la presencia de un perro grande mostrándose reacio a tocarlo y manteniéndose discretamente a cierta distancia (le tiene miedo). En otro niño la simple visión del perro o su ladrido puede despertar la necesidad de correr inmediatamente, sintiendo un malestar profundo y necesitando alejarse a mucha distancia para tranquilizarse. En éste último caso no ha habido ninguna causa objetiva que pueda justificar el temor del niño (salvo en el caso de que el niño hubiera sido víctima con anterioridad de la acción de algún perro). Las expectativas de que el perro le pueda atacar cuando va acompañado de sus padres y el perro se encuentra a distancia y va atado son irracionales. A este miedo irracional le llamamos fobia.
Relacionado con los miedos y las fobias suele hablarse también de ansiedad. La ansiedad está muy presente en todos los procesos de miedos y, en especial, en las fobias. El término se utiliza para poner de relieve las importantes alteraciones psicofisiológicas que se producen en nuestro organismo cuando experimentamos un miedo intenso. Este estado de activación puede producirse ante un estimulo concreto (fobia específica) u otro que la persona no puede describir con exactitud. Algunos autores lo han denominado el “temor a sentir miedo”.
La activación fisiológica se manifiesta, entre otros, por una activación de las glándulas sudoríparas (manos pegajosas, húmedas), aumento de la frecuencia e intensidad cardíaca, elevación del tono muscular, et.. El cuerpo se prepara para una respuesta de escape o huida activando los sistemas motores. Si el niño es obligado a permanecer ante el estímulo o situación temida la voz se torna temblorosa, se producen bloqueos, tics, muecas faciales. Cada niño manifestará su ansiedad de diferente forma según sus características.
La ansiedad se retroalimenta creando un circulo vicioso a nivel cognitivo con los pensamientos irracionales (el perro tiene un aspecto muy fiero y viene a por mi; la oscuridad siempre es peligrosa...)
3- Curso evolutivo de los miedos
a) Primera infancia
Los diferentes estadios de desarrollo conllevan asociados la preponderancia de un tipo u otro de miedos. Según algunos autores, los bebés no comienzan a manifestar el sentimiento de miedo antes de los seis meses de vida. Es a partir de esa edad cuando empiezan a experimentar miedos a las alturas, a los extraños y otros. Estos tres tipos de miedo se consideran programados genéticamente y de un alto valor adaptativo. De hecho su presencia denota un cierto grado de madurez en el bebé.
A esta edad también surge la ansiedad de separación de la figura de apego.
Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo progresivamente a medida que el niño crece.
Es en esta etapa, cuando empiezan también a surgir los primeros miedos relacionados con pequeños animales y ruidos fuertes como pueden ser los de una tormenta.
b) Etapa preescolar (2,5-6 años)
Se inicia una evolución de los miedos infantiles. Se mantienen los de la etapa anterior (extraños, ruidos, etc.) pero van incrementándose los posibles estímulos potencialmente capaces de generar miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del niño. Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta.
c) 6 a 11 años
El niño alcanza la capacidad de diferenciar las representaciones internas de la realidad objetiva. Los miedos serán ahora más realistas y específicos, desapareciendo los temores a seres imaginarios o del mundo fantástico.
Toman el relevo como temores más significativos el daño físico (accidentes) o los médicos (heridas, sangre, inyecciones).
Puede también presentarse, dependiendo de las circunstancias, temor hacia el fracaso escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la relación con sus iguales (miedo hacia algún compañero en especial que puede mostrarse amenazador o agresivo).
El miedo a la separación o divorcio de los padres estaría ahora presente en aquellos casos en el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores.
d) Preadolescencia
Se reducen significativamente los miedos a animales y a estímulos concretos para ir dando paso a preocupaciones derivadas de la crítica, el fracaso, el rechazo por parte de sus iguales (compañeros de clase), o a amenazas por parte de otros niños de su edad y que ahora son valoradas con mayor preocupación.
Suelen también aparecer los miedos derivados del cambio de la propia imagen que al final de esta etapa empiezan a surgir.
e) Adolescencia
Se siguen manteniendo los temores de la etapa anterior pero surgen con mayor fuerza los relacionados con las relaciones interpersonales, el rendimiento personal, los logros académicos, deportivos, de reconocimiento por parte de los otros, etc. Decaen los temores relacionados con el peligro, la muerte. La adolescencia es una etapa de “ruptura” con la barrera protectora familiar y la necesidad de búsqueda de la propia identidad. Es posible que el joven sienta la necesidad de probarse ante situaciones de riego potenciales como medio de autoafirmarse ante sus iguales y demostrar que ha dejado atrás ciertas etapas infantiles.
4- Posible origen de los miedos
Independientemente de la programación genética del niño para desarrollar los miedos evolutivos normales de la infancia, se han apuntado algunos factores que pueden incidir significativamente sobre los mismos.
Una de las variables estudiadas han sido los patrones familiares. Según algunos estudios, los padres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos de ansiedad suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor proporción que los padres “normales”. Algunas teorías explican esta hipótesis en base a que los hijos buscan y captan la información sobre la reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones de incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que efectúa el niño por observación de un modelo) una madre puede alterar o modelar los miedos de sus hijos en función de las emociones que manifieste o que el niño perciba.
Otro mecanismo de adquisición o potenciación de los miedos es la información negativa (instrucciones verbales). Una información negativa sobre alguna situación o estímulo concreto puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de convicción vendrá condicionado por lo relevante que resulte para el niño la persona que emita la información.
En algunos casos, es correcto levantar temores, por ejemplo por parte de los padres, acerca de determinados riesgos que corren, en especial, los adolescentes. No obstante, también pueden darse informaciones erróneas por parte de personas ajenas a la familia que pueden provocar miedos injustificados. En la etapa adolescente se suele creer más a los compañeros a que a los padres.
Hay un tipo de miedos que se adquieren por aprendizaje directo como es el miedo a no poder respirar. Sería el caso de niños que han sufrido ataques de asma o se han despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar.
Otra forma de adquisición es por condicionamiento. Supongamos un niño que de pequeño sufrió quemaduras importantes al jugar con un petardo que le explotó en las manos. Probablemente la simple visión de los mismos o su estruendo le provoquen miedo y rechazo, tanto más cuanto mayores fueron las consecuencias.
Finalmente apuntar como posible generador de miedos en niños, otras experiencias vitales desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos,
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