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El Placer Y La Norma


Enviado por   •  21 de Febrero de 2014  •  12.593 Palabras (51 Páginas)  •  185 Visitas

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SOCIEDADES MODERNAS: COMO HA INTERVENIDO EL ESTADO EN LA EDUCACIÓN, A TRAVÉS DE LA ESCUELA Y LA FORMACIÓN DE DOCENTES

IDEAS EDUCATIVAS EUROPEAS Y SU INFLUENCIA EN MÉXICO DURANTE EL SIGLO XIX

VÍA DE LEGITIMIZACIÓN DEL ESTADO PARA CONFORMAR UN SISTEMA DE ENSEÑANZA PÚBLICA Y DE LAS ESCUELAS NORMALES, FORMADORAS DE DOCENTES.

Para iniciar, cabe puntualizar que por escuela oficial se entiende, en este trabajo, a la institución que es creada y sostenida por el gobierno, federal, estatal o municipal, con presupuesto del erario público y con la normatividad que se expide al respecto. La aclaración parece pertinente, pues la distinción y especificación son difíciles, según se entienda lo público y lo privado, ya que muchas entidades privadas ofrecen servicios públicos, tal es el caso de los educativos. La educación en la época colonial y en los primeros años de la independencia fue de tipo confesional. El clero era el encargado de proporcionar educación, debido a la necesidad de catequizar y con un enfoque propio para que los individuos se prepararan para las ocupaciones necesarias en aquella época. Muchos de ellos habían recibido el adiestramiento sacerdotal en el que se señalaban las normas que debían reunirse para dedicarse al noble arte de enseñar a leer y escribir. De ahí deriva, precisamente la denominación de escuela normal que, posteriormente, se asignará a las instituciones formadores de docentes con carácter laico (Balboa, 1987). Muchos de esos educadores religiosos fueron más allá de la enseñanza escolar de la época, propiamente dicha, al incorporar la enseñanza de oficios, artesanías y atender a las solicitudes y necesidades de los pueblos indígenas, convirtiéndose en sus protectores. El ejemplo más notable de esto es de -Tata Vasco- En Michoacán o el de Fray Antonio Alcalde en Guadalajara. Su presencia en la educación aporta la visión de que la docencia es un apostolado. Según como se entiendan, aportan también muchos ritos y rituales al trabajo escolar. Es en la época en la reforma, cuando aparece la escuela pública, propiamente dicha, sostenida por el gobierno mexicano. Había claridad en la necesidad de formar a los docentes para la educación proporcionada por el Estado (González, 1999), en cuanto a enviar y asegurar una formación y un mensaje homogéneo, que hiciera contrapeso a la educación que la iglesia proporcionaba (Tanck, 1977). Aparece así la visión de los docentes como propagadores y reproductores del mensaje de las clases dominantes, aunque esto se comprende y explica muchos años después, cuando aparecen teorías de los sociólogos actuales como Bourdieu, y passeron, entre, otros. Desde 1822, habían iniciado, en todo el país las labores de la compañía Lancasteriana, por lo que en 1823 se fundó la primera Normal para formar profesores con ese sistema, en la ciudad de México, misma que funcionó hasta 1890). Al año siguiente (1825), se creó en zacatecas la Escuela Normal Lancasteriana de la Constitución. Con ambas instituciones, pero particularmente está última se va creando el concepto del normalísimo y la tradición de formar docentes para la escuela pública. Quizá es a los seguidores de este sistema a quienes más se daba la presencia de rituales y manejos de tiempo en la escuela. Sus manuales eran muy detallados para especificar los movimientos y acciones que debían de realizar los estudiantes, puntualizando incluso los momentos y tiempos para realizarlos. Es en 1833, cuando Don Valentín Gómez Farías crea la dirección general de instrucción pública. Esto conduce a que aparezca la obligación de pagar a docentes que cumplan con las tareas de instrucción. No se requería de formación específica, asunto que se refuerza en 1857, cuando en el artículo 3º, de la constitución se establece “la enseñanza es libre. La ley determinará qué profesiones necesitan título para su ejercicio”, con base a ello, implícitamente, se establece que la docencia no es una profesión y la relega a ser ocupación en la que lo mismo se puede tener formación específica y un título para ejercerla, así como carecer de cualquier documento y preparación pedagógica y trabajar como docente sin ningún problema. Esta condición de la docencia la sella hasta nuestros días. En fin, los profesores cumplían con su misión asignada en medio de condiciones materiales muy difíciles y con nulo apoyo de la familia, pues la educación no figuraba como ideal o propósito para la mayoría de los mexicanos. En la época de Porfirio Díaz, una muy precaria organización del estado mexicano, intentaba llevar educación a la mayor cantidad de poblaciones en todo territorio nacional. Tanto la administración como los escasos profesores que habían asistido a una escuela Normal, comprendían la necesidad de seguirse preparando, de formar a otros y de discutir y proponer acerca de los asuntos educativos más importantes para la época. Es cuando se dan la mayoría de los congresos pedagógicos y de higiene y se crean la mayor parte de las escuelas normales en los estados. Todas esas instituciones son fáciles de identificar pues ya cumplieron y festejaron más de 100 años de existencia y, un buen número de ellas han sido declaradas “Beneméritas”, “para1877, ya había en el país un poco más de 20 escuelas normales urbanas en los estados” (Balboa, 1998). Los profesores trabajaban con entusiasmo aún cuando ni siquiera percibían un salario suficiente y se les pagaba con meses de retraso. De 1905 a 1917, funcionó la primera “Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes”, la que fue suprimida por Don Venustiano Carranza para hacer pasar la responsabilidad de la educación a los ayuntamientos. Los docentes de la escuela pública no tienen más remedio que depender de un patrón u otro. Pero quizá la etapa más distintiva de la educación mexicana y en la que se puede abundar sobre el papel que juegan los profesores es en la llamada escuela rural, después de la Revolución Mexicana. En junio de 1911, el Dr. Francisco Vázquez Gómez crea “la escuela rudimentaria, que sirve de base a la posterior escuela rural mexicana” (Balboa, 1998). Según planteamientos y propuestas de Rafael Ramírez, la escuela debería ser el centro de las actividades y el corazón que diera vida a las poblaciones. Su nombre genérico era “La casa del pueblo”, proveniente de las escuelas rudimentarias, así llamadas también, la educación debería llegar al campo y para lograrlo, ante la falta de suficientes maestros preparados y egresados de las normales, se contrataba en la misma población o en alguna cercana a cualquier persona que supiera leer y escribir y tuviera los rudimentos de la aritmética. La estrategia consistía en apoyarlos con las misiones rurales, que deambulaban por las

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