ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Progreso En La Mentira.


Enviado por   •  23 de Julio de 2014  •  3.307 Palabras (14 Páginas)  •  186 Visitas

Página 1 de 14

El progreso en la mentira.

Intranquilo, acomodándose maniático los lentes, salió rápido de la municipalidad de Inmaruño, como un diablo, casi huyendo. Sin decir palabra alguna, solo con un ligero movimiento de mano, el reconocido periodista experto en casos de corrupción: César Mancilla Sincero. Llamó a su camarógrafo, y mezclándose con el polvo, abandonó la ciudad y todo recuerdo de ella.

- ¿Qué pudo decirle para que reaccionara así? Pregunta riendo el regidor Pedro Piedra Pecho, a su benemérito alcalde: Manuel Honesto Nadal.

- Nada – termina el escándalo, la estridente riza, risa que morado lo deja al alcalde sin aire. – Solo le hice recordar que alguna vez el también necesito comer. Y ríe una vez más, emocionadísimo.

Inmaruño desde hace unos años, ya no era aquel pueblo de hambruna y miseria, las calles en su mayoría asfaltadas, se encontraban llenas de vehículos en un vaivén perpetuo, de urbe, de progreso. A las afueras, se podía visitar a “la virgen de molle llorona”, una reliquia contemporánea para los pobladores cristianos. Y en el centro de su plaza, dorada, ostentosa, la estatua en construcción en honor a: Manuel Honesto Nadal. Su alcalde predilecto desde hace 15 años, el gestor de aquel milagro, de aquel progreso vertiginoso que volvió a Inmaruño: “La ciudad de la santa basura”, pues el negocio predominante en aquella ciudad era exactamente eso, recoger y reciclar basura. Para lograrlo, Manuel Honesto luchó durante tres años contra otras alcaldías intentando convencer a “Ecorecicler” (Una empresa de reciclaje) instalar su sede allí, en Inmaruño. Aquel acuerdo entre la empresa y la alcaldía, era uno de los más justos que en todo aquel país se podía ver, y reflejaba como la empresa fiscalizada correctamente por el estado podía llevar progreso y desarrollo a una ciudad. O, eso cree la mayoría, pensó César Mancilla, observando el páramo por la ventana clara desde el hotel “Sol y sombra”.

Estacionaron la camioneta junto al municipio, y con paso firme, César Mancilla Sincero y su camarógrafo ingresaron a intentar conversar una vez más con el alcalde. Habían llegado hace dos días, una madrugada fría, de poco sol y mucho viento; después de dejar las maletas en el hotel campestre “Sol y sombra”, partieron inmediatamente a la alcaldía, en busca de respuestas; pero no fueron aceptados, y con susurros, miradas desleales y brazos cruzados, los devolvieron a la calle. Un amplio lugar para investigar y hallar respuestas, se dijo para sí, César Mancilla Sincero. Pero ahora, dos días después de su llegada, la municipalidad había aceptado dialogar con el periodista, misteriosamente.

Su historia conmovedora, era tema de tertulia para la bohemia intelectual. Su madre murió asesinada por una dictadura asolapada, aquella que en apariencia cambia de presidente cada cinco años; antes de caer en nombre de lo que aquella mujer consideraba “La revolución”, dejó a César (quien recién ingresaba al colegio) marcada esas ideas fanáticas, soñadoras, dogmáticas, de aquellos años fríos.

Un hogar baldío en medio de un terreno descampado y ningún familiar, era la única propiedad que poseía, y ahora César Mancilla debía administrarla. Fue difícil, tuvo que pasar dos días de hambruna, humillación y abandono antes de conocerlo. Para que sobreviva, empezó a emplearlo de canillita. Con saña y tino, solo observando logro aprender rápidamente a redactar, y junto a el afecto, confianza y apoyo de su guardián y fiel amigo Luis Ausente Ayuda: director del periódico para quien trabajaba, consiguió empleos mejor remunerados que el de repartir periódicos. Luis Ausente Ayuda (Un señor de sesenta y cinco años, quien consideraba a César como su hijo), al notar el potencial del estudiante afanoso, empezó a inmiscuirle en el mundo de proyectos, conferencias de prensa, y excavaciones, pues Luis Ausente no solo era periodista, también antropólogo y sociólogo.

De adolescente visitó infinitas ciudades por motivos de trabajo, las cuales ya había olvidado, a excepción de Inmaruño, donde fue a trabajar dos días antes de postular a la facultad de “Periodismo y comunicación social”, y un día antes de la muerte de Luis Ausente Ayuda: su maestro y mentor. Aquella semana fue la más desgarradora de su existencia, y por primera y última vez en su vida, entregó un trabajo a destiempo a la municipalidad de Inmaruño.

Sindicato, reforma, corrección, resumía el trajín de César Mancilla Sincero. Los catedráticos, vivían en jaque perpetuo por la bibliografía actual e innovadora, que César conseguía gracias al contrabando (Su posición económica no le permitía adquirir originales). Cuando cursaba octavo ciclo, realizaría el primer destape que volvería su nombre, en leyenda. “El hijo oculto del presidente” Fotos, papeles, pruebas, seguridad intransigente, eran el respaldo de César. Pronto, la verdad sería sinónimo de su nombre.

Había conducido once programas de televisión, y habían sido once los programas que le cerraron intempestivamente. Radical, sincero en sus ideas, César a nadie se vendía; tampoco necesitaba hacerlo, atrás habían quedado esos años, cuando trabajaba para sobrevivir, para alimentarse; ahora sus razones laborales, eran más abstractas, más idealistas. Y aquellas razones lo traían a Inmaruño. “El progreso en la mentira” sería un buen título, piensa Cesar, mientras conduce la camioneta en un desliz agradable. “Como a cambiado, la primera vez, el carro traqueteaba junto a una nube de polvo y miseria” recuerda, Mancilla Sincero.

Sabía que llegaría, lo estuvo esperando desde hace muchos años, e incluso así, le faltó tiempo. Por eso tuvo que marearlo dos días en la ciudad, hacerle recoger información en las calles, en su memoria, para poder estar listo, y maniobrar. Cuando abrió la puerta, le pidió que dejara afuera a su camarógrafo, y solicito una entrevista fuera de cámaras. Avanzaron hasta el escritorio, ambos tomaron asiento, e iniciaron sin preámbulos.

- Que bueno que se digne a recibirme – Estoico elevó su mano, presionó fuerte, y obsesivo, se acomodó los lentes – Supongo ya sabe de que tema quiero hablarle.

- ¡Corrupción! – Elevó las cejas, y abrió su boca en exceso, grotesco, guasón – lo sé, hace dos días que usted se encuentra hospedado aquí.

- Así es – Sonrió, inflo sus pecho, y enderezó la columna – y hace dos días usted no quiso recibirme, a que se debe el cambio, puedo saber.

- Yo también debía estar preparado – sonríe, mientras su cuerpo, empieza a desparramarse en el asiento – Puedo saber a propósito de qué se me cusa.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (20.5 Kb)  
Leer 13 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com