ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Yo Y El Ello


Enviado por   •  8 de Octubre de 2013  •  2.168 Palabras (9 Páginas)  •  281 Visitas

Página 1 de 9

El yo y el ello. (1923)

Conciencia e inconsciente

«Ser consciente» es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la percepción más inmediata y segura. En segundo lugar, la experiencia muestra que un elemento psíquico, por ejemplo una representación, no suele ser consciente de manera duradera. Lo característico, más bien, es que el estado de la conciencia pase con rapidez; la representación ahora consciente no lo es más en el momento que sigue, sólo que puede volver a serlo bajo ciertas condiciones que se producen con facilidad. Entretanto, ella era... no sabemos qué; podemos decir que estuvo latente, y por tal entendemos que en todo momento fue susceptible de conciencia. También damos una descripción correcta si decimos que ha sido inconsciente. Eso «inconsciente» coincide, entonces, con « latente susceptible de conciencia».

Existen procesos anímicos o representaciones muy intensos -aquí entra en cuenta por primera vez un factor cuantitativo y, por tanto, económico- que, como cualesquiera otras representaciones, pueden tener plenas consecuencias para la vida anímica (incluso consecuencias que a su vez pueden devenir consientes en calidad de representaciones), sólo que ellos mismos no devienen consientes. Tales representaciones no pueden ser consientes porque cierta fuerza se resiste a ello, que si así no fuese podrían devenir consientes, y entonces se vería cuán poco se diferencian de otros elementos psíquicos reconocidos. Llamamos represión (esfuerzo de desalojo} al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera consientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la fuerza que produjo y mantuvo a la represión.

Lo reprimido es para nosotros el modelo de lo inconsciente. Vemos, pues, que tenemos dos clases de inconsciente: lo latente, aunque susceptible de conciencia, y lo reprimido, que en sí y sin más es susceptible de conciencia. Llamamos preconsciente a lo latente, que es inconsciente sólo descriptivamente, no en el sentido dinámico, y limitamos el nombre inconsciente a lo reprimido inconsciente dinámicamente. Tenemos tres términos: consciente (cc), preconsciente (prcc) e inconsciente (icc), cuyo sentido ya no es puramente descriptivo. El Prcc, suponemos, está mucho más cerca de la Cc que el Icc, y puesto que hemos llamado «psíquico» al ICC, vacilaremos todavía menos en hacer lo propio con el Prcc latente.

Nos hemos formado la representación de una organización coherente de los procesos anímicos en una persona, y la llamamos su yo. De este yo depende la conciencia; él gobierna los accesos a la motilidad: a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior; es aquella instancia anímica que ejerce un control sobre todos sus procesos parciales, y que por la noche se va a dormir, a pesar de lo cual aplica la censura onírica. De este yo parten también las represiones, a raíz de las cuales ciertas aspiraciones anímicas deben excluirse no sólo de la conciencia, sino de las otras modalidades de vigencia y de quehacer. Ahora bien, en el análisis, eso hecho a un lado por la represión se contrapone al yo, y se plantea la tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza a ocuparse de lo reprimido. Hemos hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que se comporta exactamente como lo reprimido, vale decir, exterioriza efectos intensos sin devenir a su vez consciente, y se necesita de un' trabajo particular para hacerlo consciente.

El yo y el ello

Tenemos dicho que la conciencia es la superficie del aparato anímico, vale decir, la hemos adscrito, en calidad de función, a un sistema que espacialmente es el primero contando desde el mundo exterior.

Por lo pronto, son cc todas las percepciones que nos vienen de afuera (percepciones sensoriales); y, de adentro, lo que llamamos sensaciones y sentimientos.

La diferencia efectiva entre una representación (un pensamiento) icc y una prcc consiste en que la primera se consuma en algún material que permanece no conocido, mientras que en el caso de la segunda (la prcc) se añade la conexión con representaciones-palabra. « ¿Cómo algo deviene preconsciente?». Y la respuesta sería: «Por conexión con las correspondientes representaciones-palabra».

Estas representaciones-palabra son restos mnémicos; una vez fueron percepciones y, como todos los restos mnémicos, pueden devenir de nuevo consientes. Sólo puede devenir consciente lo que ya una vez fue percepción cc; y, exceptuados los sentimientos, lo que desde adentro quiere devenir consciente tiene que intentar trasponerse en percepciones exteriores. Esto se vuelve posible por medio de las huellas mnémicas.

Los restos de palabra provienen, en lo esencial, de percepciones acústicas, a través de lo cual es dado un particular origen sensorial, por así decir, para el sistema Pre. En un primer abordaje pueden desdeñarse los componentes visuales de la representación palabra por ser secundarios, adquiridos mediante la lectura, y lo mismo las imágenes motrices de palabra, que, salvo en el caso de los sordomudos, desempeñan el papel de signos de apoyo. La palabra es entonces, propiamente, el resto mnémico de la palabra oída.

La percepción interna proporciona sensaciones de procesos que vienen de los estratos más diversos, y por cierto también de los más profundos, del aparato anímico. Son mal conocidos, aunque podemos considerar como su mejor paradigma a los de la serie placer-displacer. Son más originarios, más elementales, que los provenientes de afuera, y pueden salir a la luz aun en estados de conciencia turbada. Estas sensaciones son multiloculares {de lugar múltiple}, como las percepciones externas; pueden venir simultáneamente de diversos lugares y, por eso, tener cualidades diferentes y hasta contrapuestas.

Las sensaciones de carácter placentero no tienen en sí nada esforzante, a diferencia de las sensaciones de displacer, que son esforzantes en alto grado: esfuerzan a la alteración, a la descarga, y por eso referimos el displacer a una elevación, y el placer a una disminución, de la investidura energética.

El papel de las representaciones-palabra se vuelve ahora enteramente claro. Por su mediación, los procesos internos de pensamiento son convertidos en percepciones. A raíz de una sobre investidura del pensar, los pensamientos devienen percibidos real y efectivamente -como de afuera-, y por eso se los tiene por verdaderos.

Lo que llamamos nuestro «yo» se comporta en la vida de manera esencialmente pasiva, y -según su expresión- somos ingobernables.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (13.5 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com